Para
variar pido una pcr
para asegurarme de no tener ninguna mierda rara en el cuerpo, pero el
bastoncillo me hace estornudar muy
fuerte y como un toro
que brama me sacudo. El enfermero con gesto amable y gentil intenta
separarse de mí, pero en mi estornudo el palillo se funde con mi
hueso y siento cómo se me perfora la piel interior. Quebrándose el
plástico tóxico contra mi hueso. Perforándome como un demonio
cachondo. Mi piel interior roja y húmeda se ve herida, como una
sangrante espiral... rescato un recuerdo extraño y lejano de cuándo
era anciano. Un intenso electroshock
anestésico que, en definitiva me llevaría a lo que sería un
completo reseteo mental. La lobotomía no había cambiado nada en mí
y los médicos estaban loquitos por encontrar respuestas en mi
cabeza. Actitudes, comentarios, verborrea, mentiras, falsedades,
ingenuos y torpes comentarios por volverse uno cada vez más humano y
menos afligido por el mundo en general y la gente enferma. Porque la
que estaba enferma era la gente y no yo: yo que consumía pastillas.
Un discurso algo poco memorable, pero bastante divertido.
Cuándo
recibí el primer electrochoque tenía 28 años, el último fue
cuándo tenía 82, después de la última descarga terminé frito y
el sangrado rectal que tenía era tan profundo que… en otras
palabras, había cumplido mi condena y no me quedaba nada por hacer
más que simplemente evaporarme y convertirme en polvo en el viento
como dice esa hermosa canción que dice mil verdades...
I
Ruptura.
Pero. No me asusto ni
gesticulo. No me aterro ni me horrorizo. No me muevo ni me quejo.
Sólo le indico al
enfermero con las cejas
que
por favor
saque esa mierda de mi
cabeza.
Termina su trabajo y automáticamente empiezo a sangrar por la nariz
mientras el hombre me mira extrañado y
un poco preocupado.
Me muerdo los labios con deseo, y mientras las gotas se desparraman
por mis labios las lamo y las degusto con afecto y algo de
excitación.
No
juegues con la weed
te
podrá hacer enloquecer, no te hará crecer ni
nada parecido…
no expandirá tu mente sólo la asfixiará y terminarás en un puto
psiquiátrico. No pasa nada, no voy a dar lecciones de moralidad a
nadie, sólo soy yo hablándole
al viento…
susurrándome alguien
al
oído, como una tercera persona,
hijodeputa,
que… entre otras cosas,
Molly
es demasiado jodida y enamoradiza, que
está rica,
y
es
sin duda un
beso peligroso. Está enamorada de mí, de quién soy, me mira a los
ojos, y acaricio
su cabeza, su cuello, sus orejas: sujeto su pelo y se eriza, me
relamo por dentro y mientras los celadores y auxiliares caminan por
el pasillo contemplan la
tensión ambiental
y callan porque estoy en punto ciego y nadie puede decir que me he
saltado las normas. Ella está depresiva bipolar, pero yo estoy
maníaco
y sublime, como una luz,
como
una luz…
entendiendo el lenguaje tergiversado de Dios. No pasa nada, no me
preocupa gran cosa, pero lo
cierto es que ella
está enamorada de mí. Y en el pasillo acaricio su mejilla
dual
y ella se muerde los labios. Días
después, antes de salir de allí le digo que si quiere mi número,
se raya, se pone nerviosa, me mira a los ojos, baja la mirada, que lo
deja en
manos del
destino. Le digo: okey. Me
voy a otro lado, tampoco voy a estar soportando a sucias bipolares de
mierda, cuándo ni siquiera me soporto bien a mí mismo. Te amo, I,
pero eres una pringada. Qué te den por culo.
Luego
anoto la dirección de su pueblo en la libreta y su nombre, mientras
visto una chaqueta de cuero fina y ella se queda allí escuchando su
reggetón. No la desprecio, en realidad estoy muy enamorado de ella,
pero soy un poco psicópata y un poco maricón, o sea: suda.
Que si le mola el rollo surfero, que si he calculado mal la ficha del
ajedrez, que si he mostrado mis cartas demasiado pronto, pero siempre
me salvará El payaso. No
pasa nada, desde que mi alma sublime tocó tu piel y se enredó en tu
cabello pactaste con los demonios del Ytchz.
Y eso no es malo, pero es cierto que estás atada toda la puta vida a
mi alma y tu voz y tus ojos Irtis me pertenecen, destrúyeme si
puedes, ódiame si quieres, no me importa: yo estoy fuera y tú
sigues dentro… ¿Cuándo salgas llevarás las mismas bragas sucias
que ayer? ¿O tu mamá te traerá un pijama nuevo? (Me río). No pasa
nada, todo está okey. No me molesta. Ya eres mía, sólo que aún no
lo quieres aceptar. No te aceleres, tu alma es mía. Vas
muy lento, no creo que puedas salvarte. Me das un poco de pena, pero
aún así te amo. ¿Soy un caballero o una dama? Quiero verte llorar,
seguro que te perdonaría la
imprudencia.
Decido
tomar distancia con mi madre de forma prudencial y en el mejor
momento de su vida, supremo,
un momento
de éxito social, como una pobre perra bipolar sin diagnosticar me
dice que viaje a la isla de las playas blancas
a verla. Te perdiste el show
mamá. Te quiero mamá. ¿Te odio mamá? No me importa lo que digas,
te mantengo la mirada porque sino enloquecerías y tampoco quiero
eso. Todo está okey. No voy
a ponerme estúpido contigo a esta altura de la vida. Lo que tenga
que pasar pasará, y lo que no: haber estudiado. Y cuándo
salgo de permiso psiquiátrico
le mando un mensaje de texto
que dice lo siguiente:
Estoy
bien. Espero que tu novio te pague las copas. Te quiero. Adiós. No
me llames nunca más. Por
el momento. Qué te aproveche el aroma octogenario alemán. Un
besito, tschüss!
Motherfucker,
¿por qué no juegas conmigo? La noche pasada me he metido un cóctel
importante de pastillas. Tranxilium,
Noctamid,
Sinogan, Diazepam. No he
bebido nada de agua. Luego me despierto a las 7:00 y no puedo ni
abrir los ojos… el efecto del relajante dura hasta las 12:00 am.
Tomo notas en una libreta maldita y bendecida por Dios. ¿Cómo una
luz? ¿Decís muchas mentiras? No me quejo, yo también. ¿El
suicidio es el camino más difícil del ser humano o la vida es el
camino más fácil para la vida? Tampoco tiene importancia. Pero el
anti-psicótico que trago me hace caer en un profundo sueño de una
hora y media. Algo inesperado y bastante delicado. Mi mente es
fuerte, pero mi espíritu frágil: no quiero más violencia, estoy
quemado de tanta violencia.
II
Me
enamoro de una chica muy guapa que me lleva de la mano hasta su
habitación y me acuesto con ella. Nos besamos suculentamente
mientras entre sábanas encuentro un preservativo un cuchillo una
soga y una carta de amor. Después abro los ojos y ella no está.
¿Por qué no está? Dudo. ¿Irtis se hartó de mí? ¿Debí no
confesarle que me gustaba y que nuestros rollos iban del mismo palo
de barajas? No. Debí calcular más. No me arrepiento. No tienes mi
número, pero yo tengo tu mirada clavada en mis ojos, tus mejillas
sonrojadas al verme, tus labios mordiéndose mientras otra bipolar
nos dice: –Qué lindo eres, busco novio, estoy soltera, soy
bipolar me llamo tt, ¿eres extranjero? Eres muy guapo… –Sí,
es muy guapo Sergio– admites casi llorando por fuera. Y
mientras me soba el hombro, el brazo, el rostro, y me folla con los
ojos te miro directamente a la cara y te digo sin pudor y sin
vergüenza: Mira Irtis, que te
roban al novio. Luego, me carcajeo.
En
tus labios secos, lamidos por el Ytchz. En tus ojos, mi mirada
succionando tu alma. En tus manos mis dedos entrelazándose. Tu
torpeza y tu enfermedad. Como un estigma. Tu madre muy preocupada.
¿Soy un hijo de puta o sólo me estoy divirtiendo? Luego llega una
chica nueva, y delante tuyo jugamos a las cartas. La chica es más
atractiva que tú. ¿Es mi último día en la tierra? Me sonrío,
otro tipo se mete, coquetea también, “gracias amigo”. Me río
por dentro, ¿amigo, cucaracha?; ¿respeto, cucaracha?; ¿fraternidad
y buenos sentimientos, cucaracha?; ¿apetito, cucaracha?: ¿Soy un
hipócrita, cucaracha? Acabas de llegar y ya estás exigiendo
Respeto, Amistad, Lealtad, Crack, Buenos Sentimientos…
¿estás acojonado? Es mi sexta vez aquí dentro. Estoy hinchado por
los fármacos, pero he visto al Dios Psicópata al que todo el mundo
quiere ver por lo menos una vez en su vida… y tú sólo lo has
rozado con uñas con drogas, mientras que yo me he psicotizado sólo
para verle la mugre de la mugre de las uñas. Yo gano, y tú pierdes.
Lo siento, yo no inventé el juego. Yo estoy fuera y tú estás
dentro. Con esa chica hermosa, sí; pero es tu perdición. Con
permiso, puedo sentarme. Los buenos modales nunca me han gustado.
Sí, claro, claro; puedes sentarte, claro claro; puedes hablar con
ella. Claro, claro, ¿te gusta? Claro, claro, es guapa, sí. ¿Qué
chulo su séptum, no? ¿Sabías que tiene 16 años?,
re-tra-sa-do. ¿Te la vas a ligar? ¿Crees en Dios? Enhorabuena,
estás con el mono, atrapado en un psiquiátrico por Navidad, medio
embobado por una delicia de chica, sí. Pero, ¿sabes qué? Yo estoy
fuera, y ya moví ficha.
Todas
las moscas locas del psiquiátrico se acercan a la miel sublime
abisal deliciosa y fresca que es A. Incluido yo. Pero yo no soy una
mosca, sólo soy una avispa quirúrgica. Beso su mirada, y devoro un
poco de su alma también. ¿Me vais a dejar suelto?, ¿de verdad? ¿No
ves que soy un monstruo? Sois unos imbéciles. Me relamo. Empiezan
las cosas complicadas: hago un publicación en un diario local con la
mala suerte de que lo ve alguien con poder y enloquece de odio. La
voz de otra bipolar diciéndole a mi novia que deje de tocarle el
rostro porque ya está hechizada. ¿¿¿DE QUÉ PUTO COÑO VAS;
ANIMAL, METIÉNDOTE EN MI JODIDÍSIMA EMBRIAGANTE EFÍMERA Y FRÁGIL
RELACIÓN: PUTA INFELIZ??? ¿Te crees con poder para ir cagando por
allí por esa boca? ¿De verdad estás pisoteando esta flor que está
naciendo? La mejor oportunidad para esa mujer es haberme conocido.
Sólo yo estoy a la altura de una mente enferma. Te escupiría a la
cara, pero ya estoy fuera. Un beso, por eso no tienes mi número tú
tampoco, nena.
Me
río un poco sólo compromiso, no me duelen las muñecas, hago 10
flexiones durante 12 días, me noto fuerte, aunque obeso. No pasa
nada, ¿de qué sirve ser skinny si por dentro eres una puta mierda
babosa y violadora que
se folla perras
infantiles? Me recorren los labios de una loli
el cuello pero
me mantengo firme. Joder,
la publicación es
demasiado escandalosa y tengo problemas judiciales. Consecuencias de
la santa enfermedad. Ni me disculpo ni me dejo de disculpar. La
policía me sujeta de las muñecas y me hace daño, pero no me quejo
me mantengo inmóvil y desafiante. No forcejeo, no estoy loco, sólo
estoy muy concentrado. Lo importante es que no me rompan la nariz, ni
la boca. Los dientes son caros, la rinoplastia también. Me excita el
tacto de la policía, me sale el maricón que llevo dentro, me giro
desafiante. ¿Me vas a pegar con esa porra tuya, señor policía?
–Silencio, basura. –¿Soy
un criminal?, oh pobre de mí. Me muerdo los labios y trago saliva,
adrenalina. Saco la lengua y me doy cuenta que si me excedo me darán
un café y tres o siete porrazos. Así
que me giro y le pongo el culo en pompa: dale duro, cabrón. Pero
andar sin lengua es peligroso y para no mordérmela y perderla me
trago mi lengua, y su porra también. El policía me revienta a
porrazos con esas manos frías y enfermas de psicópata. No me quejo,
lloro un poco porque el golpe es muy fuerte, pero yo me lo busqué,
no debí vacilar tanto, no debí dejar que esa loli escalara sobre mi
cuello, debí quedarme con Irtis toda la puta vida, hacerle el amor
como lo hacíamos con las miradas. Qué coño acabo de hacer, joder.
¿Qué puedo hacer? Llego a la estación policial, pero sigo
enamorado de mi publicación: no entiendo nada. ¿Me vas a preñar
bebé?– trago saliva. Me relamo arqueo las cejas y miro con
extrañeza. ¿Me vas a hacer el amor, cariño?– miro inmóvil pero
respirando fuerte… ¿Vas a darme unos azotes?– Levanto la cabeza
con soberbia. Rechisto con los labios. Medio niego con la cabeza.
¿Puedo comerte la boca?– me dice con una voz delicada y hormonada.
Tengo los dedos fríos y la polla tiesa como una tiza, temblando por
el terror que me dan sus palabras, por eso siempre he aborrecido la
furia adolescente patética y precoz, ¿fumando porros para ser más
guays? Se nota que sólo sois niños. Un hombre de verdad se fuma el
porrito con cuidado de no volverse loco. Quiero que me folles, tengo
sitio– la miro a los ojos, le guiño un ojo, arqueo las cejas, me
río un poco por dentro, luego me carcajeo sin sutileza. –JÁ JÁ
JÁ–. ¿Te vas a follar a un gordo con la carita bonita? –Sí…
¿Te quieres follar a un hombre de verdad? –Sí, por favor… ¿De
verdad quieres saber cómo es mi polla? –Lo necesito… ¿Estás
cachonda? –Mucho. No me hagas sufrir–. ¿Quieres buscarme la
ruina? –Estoy enamorada de ti. –No, no lo estás. –Qué sí,
chacho, que no dejo de pensar en ti. –Ya, ya; si yo también te
amo, pero más vale anulares al aire que culo en cárcel, nena. –No
digas eso, te prometo que no diré nada. –Ven, acércate a mí.
–Sí… –Y ahora quiero que te largues de una puta vez, porque me
estás dando un poquito de asco, cariño, y eso que, ojo, también te
amo. –Lo siento, me voy, pero no te enfades. –Tranqui, si no me
enfado, sólo que, tú tienes 17 y yo te saco 10 años mínimo. Te
falta sólo un añito de estar cachonda para poder juguetear, yo
estoy dispuesto a dejar que te folles todo lo que te salga del coño
si me dejas en paz. ¿Te gusta Winnie
the pooh? –Mucho. –Pues imagínatelo emo y transexual. Y si
te lo puedes follar en tu mente, te veré dentro de un año, tienes
cita con el psiquiatra este mismo día pero dentro de un año, y
ahora vete anda, que no quiero seguir hablando del tema. –Perdón
Sergio. ¿Cómo estás?
III
Un
pobre bipolar rojo hinchado de repugnante manía sin controlar está
altísimo, cree rozar a Dios con los dedos, pero sólo es un pobre
maníaco bipolar, un poco tonto. Sonrío. No mereces mi tiempo. Así
que: qué te jodan.
IV
–Qué
linda parejita, Irtis y Sergio– dice el Auxiliar. Me sonrío y
asiento con la cabeza. Giro un poco la cabeza, arqueo las cejas y le
digo que sí con la cabeza. Ella está enamorada, y yo estoy sobrio.
Está depresiva bipolar. Y aún con la libido baja se estremece con
el tacto de mis dedos. ¿Es que acaso no reconoces cuándo un Dios te
toca la piel, puta bipolar? ¿No notas cómo se enciende todo tu
calor interior, recuperando los recuerdos, el instinto y el deseo?
–Hazme cosquillas en el cuello, por favor. –Sí, claro.
–Hazme un tatuaje con el rotulador que escondes en el bosillo, por
favor. –Sí, claro. –Déjame la música por favor… –Okey. –No
me des tu número por favor, que sea el destino… –Qué te jodan
pussy de mierda. ¿Te vas follar a la otra bipolar? ¿De verdad?
¿Escucharéis música juntas tumbadas en la cama? ¿Vas a dudar de
tu identidad: otra vez? ¿Te molan los dos géneros? Ya, es
divertido, a veces. ¿Qué te ocurre? ¿Por qué me miras a los ojos
y no desvías la mirada? ¿Te parezco un gordito simpático? –Sólo
soy un gordaco sexy vibrador de sexo anal, cariño. ¿Quieres
escuchar mis intimidades? Claro, claro, te las contaré. De hecho te
las contaré todas:
La
llevo del brazo, el cariño duró tres días luego las anfetaminas
legales la trastocaron y la dejaron inerte. ¿Qué risa no? Ni un
miserable beso pudo darme la pobre. ¿Pobrecita no? ¿Repite comida
en la hora del almuerzo? Ah, que en la hora de la cena, en el
desayuno, en la merienda… que es especialita, que pide mucha
comida, que le gustan las manzanas, que se hace la interesante. Pues
nena, vas espabilada para tener más años que yo. Sí, joder, parece
un bebé por lo guapa que es. ¿Sabéis qué? Me está aburriendo un
poco ya esto de Irtis. Así que, por desgracia, Irtis sale del
psiquiátrico dos veces seguidas, pero vuelve a ingresar, y en un
momento de sublimidad yo ingreso de nuevo y me la encuentro en la
UME. Allí me vuelvo más poderoso y ambicioso y ella se come los
mocos intentado ligar con señoras. ¿Soy malo? Qué va, sólo es la
puta verdad.
V
Puños
como cristales, espinas en la médula ósea, no me importa, no me
representa. Vale, llora un poco tu violencia transfóbica, retrasado.
En fin, que sólo son tonterías. La policía me lleva a las
dependencias especiales para discapacitados, esquizofrénicos,
psicópatas, sociópatas, retrasados y bipolares. Allí una mujer muy
amable me acompaña durante todo el trámite. Me dice que me
tranquilice y que respire hondo, que sólo será un trámite. Asiento
con la cabeza un poco aturdido. Respiro hondo, hago caladas con mis
exhalaciones. Luego me veo a mí mismo muy psicotizado recogiendo
colillas del suelo para fumar. Rebuscando en la basura hambriento
algo que alguien haya dejado tirado para llevarme a la boca. De mis
labios caen babas verdes y una tos bronquial me traspasa el pescuezo.
Tengo covid y probablemente por el asma me voy a morir. Pero lo peor
de todo es que no puedo recordar nada ya que, entre otras cosas, la
señorita me dice que será un trámite ligero y que la sentencia que
dictará el señor juez será inapelable. Que ni Dios, ni mis Padres,
ni Nadie podrá hacer nada para cambiar mi destino. Nadie.
VI
Y
la sentencia es que no puedo acercarme nunca más a ninguna mujer en
el mundo entero. Que mis relaciones humanas serán sólo con hombres,
que tendré que joder sólo con hombres, que tendré que amar sólo a
hombres, que ni siquiera podré volver a ver a mi madre ni hablar con
mi hermana. Y mientras me fumo el plástico del cigarrillo, recuerdo
cómo apagaba cigarrillos en la lengua, cómo Irtis y yo nos
acariciábamos con los ojos, nos besábamos con la mente, cómo le
hacía el amor con los dedos sin necesidad de desnudarla. A mi madre
dándome el pecho, a mi hermana riéndose de mis chistes, a mi abuela
preparando comida casera, a mi amiga Zarza besándome, y
respiro hondo caladamente. Los besos de Zarza en mi cuello,
sus ojos en los míos, sus manos en mis manos, sus mejillas entre mis
manos. Su mirada inocente y perjudicada en la mía. Felicidad y
monstruosidad. Te quiero, cariño. Trago saliva y mientras
empiezo a llorar despidiéndome de todo lo hermoso del mundo el juez
llama por teléfono y dice que ha habido un cambio de planes, que
dado la gravedad del asunto sólo mi padre podrá decidir si acepto
la condena o si quiero ir a juicio con Dios.
Mi
padre coordinando con la secretaria, muy amable, llegan a un acuerdo
para salvarme de esa infame vida carcelaria eterna y vilmente
homosexual… dicta Dios a todo el mundo que si elijo la condena o si
acepto la decisión de mi padre. Y temblando lleno de babas sentado
en una silla de ruedas con los labios quemados, restos de comida
podrida entre los dientes, con mechones de cabello, medio calvo, con
la nariz rota y sin tres dientes escucho como la secretaria le
explica a mi padre que la oferta es:
vivir
o morir
Antes
de escuchar la voz sagrada de mi padre, antes de mirar los ojos de A.
de nuevo, antes de besar a mi madre en los labios, antes de abrazar a
mi hermana, antes de llorar la muerte próxima de mi abuela, antes de
escuchar la voz quebrada de la virgen María; y justo antes de
aceptar que mi vida está completamente jodida y que un único hombre
sobre la faz de la tierra tiene que elegir el destino de su hijo,
antes del sí o del no: antes de ser violado por los maricones,
mientras cojo una navaja para clavármela en el corazón la voz de
papá queda muda y yo despierto angustiado y aterrado en una cama que
huele a lejía.
Contorsionado
y aturdido.
Pego
un grito me retuerzo.
VII
–¿Estás
bien Sergio?
– No.
–¿Qué
te ocurre?
–Nada.
–Dínoslo
y le podremos ayudar, Sergio.
–Agua.
–¿Has
tenido una pesadilla?
–No.
–¿Entonces
por qué gritabas?
–Me
he asustado al verme atado.
–Eso
es normal, Sergio, no estás en tu casa.
–¿Dónde
está Antonia?
–¿Quién
es Antonia Sergio?
–Nadie.
–¿Por
qué gritabas Sergio, qué soñaste?
–¿Cómo
te llamas?
–Mi
nombre es Iris,
y soy tu enfermera, Sergio.
–¿Quién
es la psiquiatra?
–Una
mujer de pelo negro, se llama Adriana. ¿La recuerdas Sergio?
–Sí.
¿Es tu amiga?
–No,
Sergio. Es mi compañera de trabajo.
–¿Por
qué gritabas?
–¿Dónde
está El Ruso?
–No
está, Sergio.
–¿Por
qué?
–Simplemente
no está.
–¿Recuerdas
dónde estás Sergio?
–Sí.
–¿Dónde
estás?
–En
una cama.
–¿Qué
has soñado Sergio?
–¡Dónde
coño está Reina!
–El
Doctor Reina está de vacaciones, Sergio.
–Por
favor, suéltame, no me agobio ni nada,
pero
necesito meterme el puño en la boca.
–Dame
un segundo Sergio, ahora viene el Psiquiatra.
–¡Nadia,
Nadia, Nadia!
–Hola
Sergio, soy la Doctora Nerea, la psiquiatra de guardia,
querías
hablar conmigo, ¿qué querías decirme? ¿Me recuerdas?
–Sí.
Tengo una pregunta, por favor.
–Dime.
–¿Crees
que Dios me perdonará?
–¿A
qué te refieres, Sergio?
–¿Por
qué me odia tanto?
–¿Quién,
Sergio?
–Dios.
–¿Hablas
con Dios, Sergio?
–Sí.
–¿Y
qué te dice?
–Me
dice que tu pelo es negro y hermoso, que tus gafas te protegen los
ojos, que tus labios están vírgenes, que tus uñas son preciosas,
que lamería las heridas de tus dedos, que quiero chuparte el coño,
Nerea, que estoy tieso, que estoy hambriento de ti, que eres sublime;
que te haga el amor, que te estoy follando con los ojos. Qué te amo,
que siempre pensé en ti, que te echo de menos, que eres lo mejor del
mundo, que no me creo que tenga la suerte de haberte conocido, que
podrías curarme, que vamos a enamorarnos, que soy parte de ti, que
nunca me olvidarás, que no soy el elegido, que me detesta...
–Pero,
Sergio, eso parece más propio del Demonio, ¿no?
¿Y
te habla Dios y el Demonio a la vez?
–No.
Eso es absurdo.
–¿Hablas
con el Demonio o con Dios, Sergio?
–¿Sabes
el nombre de Dios?
–No,
Sergio, ¿cuál es?
–Ytchz
VIII
–¿Y
qué significa eso?
–Nada
en especial, es su nombre ancestral.
–¿Escuchas
voces?
–No.
–¿De
qué te ríes?
–Es
que no podéis entrar en mi cabeza.
–¿Hay
algo que no quieres que veamos de tu cabeza?
–Sí.
–¿Qué
cosa?
–Todo.
–¿Qué
es “todo”?
–Una
máxima.
–¿Recuerdas
por qué estás ingresado, Sergio?
–Sí.
–¿Qué
te ocurrió?
–Un
viraje.
–¿Qué
significa eso?
–Sublimidad,
Delicia; ergo, cambio de Perspectivas, Karol G, falsedades...
–¿A
qué te refieres?
–¿Por
qué no está Irtis en la otra cama?
–¿Quién
es Irtis, Sergio?
–El
amor de mi vida.
–Háblame
de ella, si quieres.
–No.
XIX
En
la camilla siento una extraña mano jugueteando con mi rabo. Me
despierta de imprevisto todo ese asunto. No le presto más
importancia, pero me perturba. Trago saliva y noto una erección en
mis pijamas. Luego la certeza de estar siendo visitado por última
vez por algo extraño. No le presto más importancia, no obstante
sigo sintiendo un bulto acercándose hacia mi abdomen bajo. Como una
lengua, como una serpiente delirante que repta hacia mi estómago y
se enreda en mis pezones. Vuelvo a tragar saliva. No quiero
creérmelo, pero es cierto que todo tiene un precio: hablando en
código, psicotizándose uno a sí mismo, lentamente, porro a porro.
¿Que si consumes tóxicos te jodes? Es cierto. Y suavemente la boca
de ese reptil llega a mi cuello y como un puño humano entra en mi
boca y me tira de la comisura de la boca, como si intentara hacerme
sacar la calavera del cuerpo. Suavemente me sujeta del cuello y me
baja los pantalones y vuelvo a tragar saliva mientras el Ytchz
va jugueteando conmigo. A su merced me acerco al abismo de mi propia
existencia: un momento de intimidad. Separa mis muslos y con su dedo
baboso y húmedo pornográfico empieza a juguetear con mi agujero. Me
muerdo los labios como una veinteañera cachonda. Suspiro hondo, y
con su mano siniestra va estrangulándome hasta que la intensidad
escala, y él dentro de mí como un garfio de carne humana, como un
anillo de mercurio, como una babosa… el olor de las heces me hace
despertar y me veo completamente jodido y aturdido, con cierta
sonrisita pícara y tonta por haber sido víctima de un abuso.
Mientras las babas caen de mi boca estiro la mano hacia el
interruptor y llamo a una enfermera. Ella acude a mí después de
unos minutos. Y en su mirada sólo veo horror, en la vía de mi brazo
hay un rasguño, la aguja de plástico está clavada en mi esfinter,
y estoy drenando sangre y heces líquidas. Tengo la barba canosa y
los ojos distanciados, soy un puto enfermo mental, un viejo, un
anciano canoso y arrugado. Si tan sólo ellos pudieran entender el
placer que he sentido, la gloria de haber sido bendecido por esa
presencia. Trago saliva, empiezo a gemir alabanzas
sin importancia
alguna para la gente, pero que son un sólido aviso de felicidad.
Llaman a dos-tres celadores y mientras me muerdo los labios noto el
sabor de la sangre, en mi recuerdo una mirada, en mis ojos una
mirada, en mis labios una mirada, en mis encías vacías una mirada:
balbuceo… ¿No queda nadie
a mi lado?
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