4 de noviembre de 2022

Mi hermana

 

 

Soñé que mi hermana pequeña había muerto. Yo había criado a mi hermana durante sus primeros años de infancia y mis últimos años de adolescencia. Ella había muerto. Mis padres, para suplantar su pérdida, y a pesar de su edad avanzada, concibieron una nueva hermana. Esta hermana era idéntica a la anterior, y de la misma forma, yo cuidaba de ella y paseaba por las mismas calles mal asfaltadas de aquella urbanización abandonada a la voluntad de la naturaleza. Sus ojos verdes y cristalinos me observaban con el mismo entusiasmo que mi hermana difunta me hubiera observado entonces. Pero yo no me sentía con fuerzas para ser el mismo, yo era otro, es decir, había cambiado sustancialmente a lo largo de los años y mis convicciones eran radicalmente diferentes. Yo quisiera detenerme y mi hermana había muerto. Ahora no tenía paciencia, ni fuerza, ni ganas para repetirme. De alguna forma yo también había muerto por cuanto ella llegó a ser de mí antes de que muriera. No era el mismo, era un espectro como el recuerdo que evocaba de ella y que mis padres habían artificialmente suplantado. Entonces lloré desconsoladamente, lloré por rabia, por impotencia, por esa muerte que en parte no era sino la mía propia, lloré por todos los muertos que había añorado, por mi abuela, que tanto quise, lloré por la próxima muerte de todos los que quiero, lloré por mi propia muerte y desperté llorando y cuando desperté nadie había muerto. Mi hermana seguía viva, a pesar de que yo no pude dejar de llorar incluso conociendo toda la verdad.