29 de agosto de 2019

Pills & Chill

En todo laberinto siempre hay un acertijo ambiguo que chilla su propia existencia. Y en medio de cualquier guerra siempre hay alguien que pierde la cabeza por otra persona. Amado y decapitado: soliloquio enfermizo. Entre gritos sordos y mucho ruido me encuentro de pie frente a una escena que es mía, pero que no me pertenece. ¿Qué soy?  No siento miedo, no siento rabia: ni hambre ni paz. Es una indiferencia que me sobrecoge y me refugia en un instante de irrealidad del que no soy responsable. Tampoco soy partícipe de la catástrofe, lavándome las manos con mi propio sudor y mi propia saliva. Soy un endemoniado muchacho enloquecido.

Días antes había contactado con un tipo por un chat para ir a follar a su casa. Le había contado mil mentiras suculentas sobre mí, le había puesto cachondo, lo había educado para que sintiera deseo y necesidad hacia mí. Había alimentado todos sus vicios y morbos más profundos. Y sólo yo sabía que estaba obedeciendo a una fuerza superior: hacer que un demonio deseara mi carne. Pero claro que yo iba a corresponderle, claro que iba a darle amor. Los días previos fue todo un juego de hornillos: calentar la sopa, encender el microondas, encender una cerilla. Y él simplemente accedía y se adentraba más y más en el agujero vicioso psíquico de su deseo engañado, mostrando su pasividad ingrata y necesitada. Yo no le prestaba mucha atención, pero sí la suficiente como para que no se asustara ni desconfiara de mí: a fin de cuentas obedezco a un demonio. Uno muy retorcido.

Hacerle creer que yo era suya. Seguir con la farsa un poco más hasta decidir que iba a ir en serio. Al final acordamos una fecha y una hora: nos íbamos a ver en su casa. Le dije que me iba a duchar y que me iba a preparar, que estaría muy guapa: que si quería que fuera depilada al encuentro, que si le gustaba que llevara braguitas, que si me maquillaba los ojos, que si me pintaba las uñas, que si tenía que ser su hembra. Y él  como loco dijo que sí a todo mientras yo reía por dentro con mucha malicia. Pensaba mientras me relamía y me masturbaba con mi imaginación: follar o matar.

Al llegar a la plaza de la ciudad próxima me mandó su ubicación y caminé las calles sucias y lascivas hasta el número 46 de una calle sin importancia. Una casa vieja y aburrida, con la puerta blanca y desgastada, oliendo a incienso maldito. Toqué a la puerta tres veces como se le toca la puerta a los demonios mientras escuchaba los ladridos de su perra. Me había dicho que la iba a guardar en la otra habitación porque era muy revoltosa. Debería follarse a su perra y dejar de inventarse historias, dejar de ser tan patético como yo, tan patético como para intentar follar por un chat de mierda y conseguirlo.

Me abre la puerta un señor de cuarenta y pocos años, algo gordo y algo sucio. Noto en su mirada una tristeza profunda y un deseo de morir. Entiendo que es un cordero que voy a sacrificar, o el cordero soy yo, y el sacrificado, y el muerto, y el sangre, y el quieto. Estos días estaba haciendo un calor endiablado. Entré, le saludé con las cejas aparentando la poca hombría que me quedaba: a fin de cuentas yo era la perra y él cabalgaría. Y me mostró una habitación limpia y patéticamente engañosa. Pasé por el vestíbulo y entré en el cuarto: si los demonios le hablaran a todas las personas del mundo... Él se sentó en la cama y se bajó los pantalones. Me dijo que se la mamara y le dije que sí con la cabeza. Asintiendo como un niño pequeño frente a un adulto que le pide que le chupe la polla.

Mientras se acostaba en la cama y yo trepaba por su cuerpo como una serpiente pasiva, coloqué mis piernas alrededor suyo y lo sujeté con fuerza. Él sonrió como aquel que sabe que va a vivir una experiencia emocionante. Ignorando las voces de mi cabeza, el sangrado de mi nariz, y la mirada de loco que tengo. Llevé mi mano hasta su cuello y le dije que cerrara los ojos. Él obedeció y con todo el apetito y la ira de mi estómago le acaricié el rostro y le dije que era muy guapo. Él dijo que yo también lo era, que era muy guapa y que estaba muy caliente, que tenía la polla húmeda. Me relamí al verle tan abierto de piernas y dispuesto a ser mío. Entonces fue cuando empecé a reventarle la cara a puñetazos. Mis nudillos ardían y mi boca chorreaba saliva amarga por el tabaco. Mientras con la otra mano le estrujaba el cuello inmovilizándolo. Nadie comprende la fuerza que tiene un loco. Continué así hasta que me cansé y él estaba ya aturdido cuando saqué de mi bolsillo una cuerda, escuché un susurro que me mandaba y lo pasé por su cuello: y mientras veía su ridícula polla encogida y toda la saliva y la sangre empecé a asfixiarlo. Su rostro cambiaba de color. Entre un tono pálido casi azul, hasta uno rojo púrpura violeta. Y seguí así hasta que me percaté que el pobre inútil se había muerto.

Recordé en ese momento a mi novia confesándome que una vez de noche en una fiesta se dejó seducir por un señor mayor que le invitó a una copa y a su casa, y que una vez dentro mientras le hacía una mamada él eyaculó en su boca y ella se lo tragó. Me contó que le dio mucho asco y que incluso vomitó en la calle. Yo no tenía culpa de amar a alguien tan perjudicada, pero tampoco tenía razón para despreciarla. Yo soy igual que ella, yendo a la casa de un maldito viejo con la intensión de chupársela. Con tristeza y mal sabor de boca le dije que a veces hacíamos cosas horribles. Veo su cadáver en la cama y tirando de la cuerda con rudeza lo precipito al suelo. Me da lástima que una chica tan hermosa como ella haya tenido que vivir cosas así, pero cuándo el apetito asoma cualquiera pierde la cabeza. Pienso en mil cosas, que si estoy enfermo, que si simplemente soy un loco. Me cago en Dios, toda esta rabia. Empiezo a patear el cadáver, vacilo en si llevarme su polla en el bolsillo, pero me da tanto asco la idea de tocarla que me contengo. Quizá debería chuparla.

Me odio a mí mismo, me agacho hacia su polla y empiezo a mamar, mientras que la sangre residual pone duro su miembro y acelero el ritmo, lamo y escupo, no tengo valor para tragar esa leche fermentada. Chupo y escupo mientras mamo y me maldigo y me odio, contengo lar arcadas: esto es suficiente, ya pagué por los pecados de esa chica. He hecho la misma mierda que ella, he sido leal, he sido un buen novio, la he amado, me he sacrificado por ella para ser ella, para que ella y yo seamos sólo uno.

Voy a la habitación de al lado y saco a su perra. La llevo hacia él para que le vea. La perra sólo gime y se asusta por verlo tan extraño e inerte en el suelo. Putas perras, todas son iguales, hermosas criaturas excitadas. ¿Esa perra se follará su cadáver como yo? Hoy tú mueres, mañana yo. Me siento en la cama y reflexiono un poco sobre el sentido de la vida, las responsabilidades, el amor, el valor de la familia, el silencio y la soledad. A fin de cuentas es un día hermoso. Intento pensar en los objetos que toqué, en limpiar lo poco que se puede limpiar, veo que en mis nudillos hay heridas y sangre que probablemente sea mía. Esta noche tengo que ir de paseo, tengo que drogarme duro en alguna fiesta. Tengo que trascender, soy un místico endiablado. Soy un muchacho ouija, estoy maldito, me corrompe mi sangre amarilla, me sigue un demonio, dos tres quince demonios y un espejo roto. Una piedra en el bolsillo, un pendiente negro, una argolla infinita. Cojo un pañuelo y lejía y limpio la cara del hombre. Luego me doy cuenta de que me voy a arrepentir pero empiezo a destrozarle la cabeza a patadas. Desfigurándolo y rompiendo su mandíbula. Pienso en que tengo que quemar esos zapatos o simplemente tirarlos a la basura en otra ciudad cercana. Veo las fotos de su habitación en la que sale con un trofeo de pesca y otra foto en la que sale su madre. Ojalá su madre me hubiese visto intimando con él. Me follé su vida.

Me enciendo un cigarrillo y fumo dos tres caladas. Hace mucho calor. Sólo por el humor, voy a la cocina, abro la nevera y cojo un cartón de leche. Vuelvo hacia él  y la derramo sobre sus partes y me entra la locura y la risa. Me carcajeo pensando que el pobre imbécil se ha corrido encima. No puedo con mi alma, qué risa me produce todo. Me quito los zapatos y abro la puerta cogiendo la camiseta por dentro y salgo. Camino media calle y luego giro a la izquierda, sigo recto, espero al bus y llego a mi barrio. En mi boca yace el sabor acre y amarillo de su polla. Escupo todo lo que puedo, pero al llegar a la esquina empiezo a vomitar todo lo que había comido durante el día. Vomito tanto que termino escupiendo sangre. Al estar cerca de casa pienso en tirar los zapatos o en quemarlos, pero al final lo que haré es sumergirlos durante varios día en lejía y amoniaco. Luego probablemente los pueda volver a usar. En los periódicos saldrá que un pobre viejo maricón apareció muerto en su casa y que su perra se lo comió a trozos. Subo las escaleras y mi padre me ve sucio y agitado. Porque todos los viejos que son asesinados son maricones. Maricones como yo.

Con la paz de un santo me pregunta si estoy bien, le sonrío y le digo que mi novia me contó que una vez le hizo una mamada a un viejo y que casi vomita cuando se tragó su corrida. Niega con la cabeza con desaprobación y cierta indiferencia, y me responde que hay que buscar mujeres buenas, no pordioseras locas y perjudicadas. Le sonrío, como mamá le digo. Se ríe. Me pregunta que por qué ando sin zapatos, vacilo un rato: es que acabo de matar a un tipo y tengo miedo de que su sangre me persiga por el camino.

Mi padre guarda silencio, me señala el pasillo, por favor dúchate y tómate la medicación. Asiento con la cabeza: como un perro voy a ir a tomarme la medicación, yo te obedezco, semejante viejo cabrón. Pienso en hacerle daño con palabras: en si debería, llorando, bajar hacia su entrepierna y empezar a mamársela. Porque nadie tiene el más mínimo interés por mí, mi novia no existe, sólo es una chica a la que veo a veces. Me invento cosas, miento, me escondo, huyo. Nadie tiene el más mínimo interés por mí. Si al menos pudiera mostrarle a mi padre lo que sé hacer con la lengua... Si mi padre me quisiera por hacerle una mamada, sería el hijo más mamón de todo el mundo. Estoy confundido, herido y asqueado, quiero matarme. Te quiero papá aunque no te importe nada, aunque nades en un río de mierda y me veas ahogándome y no digas absolutamente nada.

A veces no hay necesidad de alimentar a un monstruo feliz. Porque soy un chico feliz. Cojo la pastilla me la meto en la boca, la saboreo y luego la escupo en el váter. Hoy no es uno de esos días en los que me la tragaré. Porque yo no trago, sino escupo. No tengo el más mínimo cariño hacia mí. En realidad ella sí es mi novia, nos hemos visto muchas veces, nos hemos besado, nos queremos. En realidad a ella le doy igual, no nos hemos visto nunca, no existe, le da asco el tacto de mi boca, no nos queremos: yo no existo.

Me ducho, me pongo unos pantalones y regreso al salón. Le digo que voy a salir dentro de unas horas. Asiente con la cabeza mientras sigue mirando la televisión. Le pregunto que cómo está, me dice que bien, asiento, le acaricio el hombro y regreso a la habitación. Pasan 4-5 horas y me visto. Llego a la plaza principal, quedo con un amigo, vamos al parque a echarnos unos porros, le invito una cerveza. Me dice de pillar coca, que ha cobrado solucionando líos a la gente. Le digo que es muy cara, que mejor anfetaminas que alimentan y tienen vitaminas. Se ríe, sólo un poco, no soy demasiado divertido. Dice que nos vayamos a la capital a pillar y de borrachera. Le sonrío, es buen tipo, es un buen plan, le comento, ¿sabes que hoy casi me viola un viejo marica? Se asquea, le digo que sí, que la vida es muy extraña, que todos están locos, que si él no lo está todavía falta poco para que lo esté, que sé reconocer a un loco cuando lo veo. Me cae bien ese tipo, le miro a los ojos de súbito manteniendo la mirada y entonces le digo marcando muy bien las palabras: ¿Quieres que te la chupe?

(Escrito atropelladamente por VORJ en una noche de verano

Corregido humildemente por VOID en una mañana de verano)

6 de agosto de 2019

Zengendros




 V       En una fiesta de drogadictos en un barranco se acerca a mí una chica extraña. Y se sienta a mi lado. Empieza a contarme paranoias sobre su vida, y que está muy borracha: la carta que le libra de cualquier responsabilidad. Quiere que le lie un peta. Le sonrío, a unos metros de mí un colega está pasando por un buen viaje; aunque eso luego se torcería y me reprocharía sonámbulo que dónde estaba que por qué le dejé solo que lo último que recordaba era a mí hablando con una chica. Me río interiormente, ese hijoputa estaba tan pasado que no se dio cuenta que no era una chica, sino una puta con bigote. Se acerca a mí. Busca mi boca y cedo mis labios. Me besa, me besa con fuerza, buscando mi lengua. Me carcajeo por dentro, me dice que le gusto, que soy un gran tipo. Lloro interiormente, es mentira, me quiere usar, quiere mi savia, quiere mi sudor, quiere mi polla. Le sonrío, le acaricio el pelo, me dice que es una chica, aunque nació chico. Ya me lo imaginaba, eres un pobre adefesio creado por Dios, una criatura repugnante y ambigua que vaga por las ravez de la isla buscando un revolcón. Yo soy puro, soy un buda puro. Soy un brujo. Veo en ella cierto destello, me doy cuenta que es un ángel. Me compadezco de ella. Es un ángel que quiere ser follada.

         Seguimos liándonos mientras la noto caliente y excitada. Le digo de ir más allá a liarnos con intensidad. Dice que sí, se pone de pie y empezamos a caminar montaña arriba. Me dice que allí está su coche. Una patética caravana de muerto de hambre que no tiene dónde caerse muerto. Pienso en todas las pollas que se ha comido, pienso en lo duro que ha sido su vida, en su educación católica, en el colegio, en su puta madre; pienso en todo. No me da ni pena ni lástima, sólo un poco de asco: sólo quiere un poco de sexo.

        Entro en su coche, y se desviste mientras estoy sentado. Se pone unas medias de mayas. Un regalo de putas maricas. Para sentirse sexy. Al acabar de correrme una esvástica me dice que si puede salir así de nuevo a la rave, le digo que sí. Le guardo mis bóxers en su bolso como recuerdo, sera lo único que tendrá de mí; porque no pienso volver a darle el gusto a Dios de follarme a sus criaturas mal nacidas. Le empiezo a comer la boca y el cuello, luego se pone a cuatro y le como el culo, se lo masturbo y veo que tiene una polla enorme. Me asusto un poco pensando que probablemente le de hambre de follar y me reviente todo el intestino. Masajeo su polla con delicadeza. Está muy cachonda, lamo sus huevos y la pongo en posición. Saca un frasco de lubricante y le embadurno el culo como si fuera una cicatriz profunda abierta y seca. Luego me pongo un condón y la penetro.

       Mientras jadea y yo empujo pienso en lo absurdo de la vida, del sexo vacío, que amo a una chica, que amo a otra chica, que mi madre no me habla, que mi hermana me detesta, que mi padre está deprimido, que no me pagan a tiempo en el trabajo, que me gusta ir en bus, que he perdido mis gafas de sol, que su puta madre como arde su culo. Salgo de allí y llevo mi polla a su boca y ella mama. No lo hace mal, pero las mejores mamadas me las hizo una chica hace unos años. Estas mamadas no están a la altura, me deprimo un poco, tampoco me importa mucho.

        Una mamada es una mamada. Cambio de condón y vuelvo a penetrarla. Se muerde los labios y jadea, sigo empujando mientras intento olvidarme del absurdo de la vida, del culo de mi madre y de las tetas de mi hermana. Un olor a mierda húmeda inunda el ambiente. Pienso que es el aroma de los maricas. Me entra una risa dura, me carcajeo un poco mientras llevo mi polla a su boca y le digo que me voy a correr. Me dice que me corra y le digo que dónde y me dice que dónde quiera así que me corro en su cara, en su frente, y canto un en nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, amén –en nombre de Dios.

       Después, mientras me visto, la contemplo desnuda y bien follada en el asiento cama de su camioneta. Y me doy cuenta, con tristeza, de que en realidad sí es una chica. Una pobre y miserable chica atrapada en el cuerpo de un macho brasileño. Suspiro inexpresivo, me dice que qué hago, le digo que me tengo que ir, se pone un poco triste, querría repetir, pero era suficiente para mí. Follarse suficiente a un pobre ángel maricón. Me subo los pantalones, me pongo la camiseta le digo que adiós, y cierro la puerta. Regreso dónde mi amigo que está jodidísimo en el suelo mientras algunas personas se acercan a ver cómo está, pero él está hecho mierda, mi polla late y se detiene, se duerme y apesta a sexo de maricas. Luego otro puto marica se me acerca, me habla de no sé qué mierda con faltas de autoestima y me pongo de pie, a hablarle al oído, mientras le como la oreja con mi voz y noto que su polla se pone dura, luego cambiando de oreja a oreja rozo mi nariz con la suya, excitándolo aún más, hasta que busca mi boca y cedo, entonces me doy cuenta de que es un demonio. Un puto demonio y un ángel el mismo día. Niego con la cabeza, es que hoy me va a follar todo el universo o qué coño pasa, pienso. Suspiro cansado y amargamente, correrme otra vez.

       Mientras mi amigo está hablando con un extraño empiezo a liarme con semejante engendro repugnante. Mi amigo y el extraño se sonríen y me miran cuando le como la boca al transexual aquel. Los veo de reojo, le digo al maricón de irnos a algún lado a liarnos intensamente. Me dice que sí, subimos por la cuesta y veo la caravana de la puta de antes, me asusto un poco, no vaya a ser que abra la puerta y me reclame. Lo llevo un poco más lejos, cerca de unos arbustos en plena soledad, con la noche escondiéndonos como dos putos maricones degenerados. Me odio tanto a mí mismo por caer tan bajo: pero no tengo dudas de que es un demonio poseyendo a un pobre transexual. Lo noto en su mirada y en que cuándo me corrí dijo que había liberado mucha energía, mucha deliciosa energía, mucha deliciosa energía que él deseaba tener de mí. Una paranoia espiritual; que lo que en realidad está buscando es un novio, que me daría lo mío que me tendría feliz, que tenemos que quedar para follar, que tenga su número, que le llame, que nos veamos otro día, que se vaya a la puta mierda, marica repugnante.

       Arriba descubro que el puto asqueroso se había sacado la polla por debajo de la falda dejando a un lado su braga de guarra. Veo su polla blanca depilada y cachonda, así que poso mi mano en su hombro y lo pongo de rodillas y le ordeno que mame. Y el marica mama, mama, y mama. Cojo su cabeza como si fuera el cadáver de un pollo muerto y empujo con crueldad mi polla en su boca, atragantándolo y provocándole varias arcadas. Ni siquiera saber asfixiarse bien.Y mientras me la chupa pienso en Daphne, en sus ojos, en sus labios, sus mejillas, en su barbilla, en su frente, en su piel; en su cabello, en su figura delgada y alargada, en su adicción a las drogas, en la ropa que no es suya, en sus zapatos, en sus tetas famélicas, en su coño mojado, y en su culo en pompa para que me lo coma yo. Me pongo muy triste, follándome mierdas en vez de follarme diosas. ¿Es esto una especie de prueba divina para ver si soy lo suficientemente hombre como para follarme a dos maricones que juran en nombre de Dios que son mujeres? ¿De verdad son mujeres? ¿Debería cortarles la polla con una navaja y cumplir el deseo de Dios?

       Se pone de pie, se baja las bragas y se abre el culo para mí. Me pongo en posición y empiezo a comerle el culo. Luego pienso que su culo huele a culo y me da asco. Sólo me comería un culo que huele a culo si fuera de una chica, no de un puto degenerado. Paro y empieza a masturbarme mientras miro las estrellas y pienso que debería hacer lo mismo. Entonces cojo su polla y empiezo a masturbarla mientras él hace lo mismo. Chilla y jadea que le encanta esto. Que estoy buenísimo, que soy guapo, que soy increíble, que busca un novio, que podría ser su novio, que me daría todo, absolutamente todo lo que quisiera; luego le pregunto si me comería el culo, y me responde rotundamente que sí; entonces me doy cuenta de que ese pobre diablo no es una chica, sino un puto maricón confundido. Y mirándole a los ojos le digo que si le gustaría follarme el culo y me dice hipnotizado relamiéndose y babeándose que sí.

       Me carcajeo por dentro, le digo que tengo que irme que un amigo está muy mal cuesta abajo, que tengo que ir a verlo; pero el marica no me deja irme y aumenta la intensidad de la paja hasta que logra que me corra. Me corro en su mano como si un bebé estornudara en la mano de su madre. Después exprime mi polla con la mano para sacar la última gota y me suelta esa paja mental de que he liberado mucha energía, que quería toda esa energía, que llevaba mucho tiempo esperándome, que deseaba mi energía, que le debía esa energía, que esa energía era suya. Lleva su mano con mi corrida a sus labios, saca la lengua y la lame como un perro lamiendo un meado en la calle. Arqueo las cejas. Tengo que irme. Cierro mi bragueta y lo dejo solo. Camino colina abajo para ver a mi amigo. Me dice que está muy mal, que tenemos que irnos. Que había perdido sus cosas, que la gente se había bebido su sangría de 8 litros, que le robaron el tabaco, el dinero, sus cervezas; y casi llorando, que se habían bebido su tequila.

        Una sensación de asco y decepción me acompaña toda la madrugada. Luego levanto a mi amigo del suelo y le digo que nos vayamos a casa. Caminamos cuesta arriba hasta llegar a un poblado, cogemos el bus que va a San Telmo. En el bus me voy quedando dormido, y una señora desde detrás me da golpes en la cabeza para que no me hostíe contra el asiento de al lado. Me causa gracia, muchas gracias señora y me vuelvo a quedar dormido, hasta que la señora vuelve a despertarme de la misma forma. Unas cinco veces seguidas, hasta que deciden dejarme ser yo mismo y me despierto con mi cabeza golpeada contra el palo de metal de los buses. Me hace gracia y me duele a partes iguales. Llegamos a la estación, mi amigo se lleva las gafas de sol puestas porque la luz le arde y los colores del tripi le estallan la cabeza. Me sonrío y carcajeo un poco, soy un chico que se ríe mucho.

        Después llego a casa, me quito los pantalones y aún apestando a sexo homosexual me echo a dormir una hora, le digo a mi padre que entro en dos horas que si me puede llevar. Me despierto, me ducho y mi padre me lleva al trabajo. Y después de 10 horas de trabajo siguen las quejas y lamentos de mi amigo que por qué lo dejé solo, que estaba en urgencias con un lavado de estómago, que se lo contó a su padre, que estaba muy cansado. Luego fui a casa a dormir unas 6 horas y me preparé para ir a trabajar, mientras mi amigo dormía dos días seguidos. Me dijo que dejaría de tomar drogas que todo le daba miedo. Luego le di la razón de los tontos y me sudó la polla su decisión, porque sabía que al final, volvería a meterse mierdas extrañas en el cuerpo.
Y ahora yo.
Estoy muy cansando
y todavía me siento sucio.

        Pero qué se le puede hacer, soy un fiel servidor de Dios, y si Dios me pide que me folle a sus engendros, no tengo otra opción que obedecerle. A fin de cuentas, el Dios al que rezo, es un Dios extraño, casi demoníaco, completamente sublime. Que Ytchz descanse en paz.