20 de septiembre de 2023

El mendigo y el viajero

 ¡Cuántos cuentos absurdos se han escrito a lo largo de los milenios!

[Este Cuento, más adelante]


Al borde del camino había un feo Mendigo. Llevaba más de treinta años pidiendo limosna a los viajeros, siempre en el mismo lugar, con su cara arrugada, llena de verrugas y de gérmenes. Sentado sobre una pequeña caja de madera carcomida, el Mendigo extendía su gorra, antiguamente de color verde esmeralda pero ahora de un amarillo pistacho, y decía: «por favor, una ayudita para los hambrientos…».

    Una mañana llegó un Viajero y el Mendigo, debilitado porque hacía días que nadie cruzaba por su Camino y le daba de comer, extendió su gorra en descomposición cromática y dijo, como solía: «por favor, una ayudita para los hambrientos…».

Pero el Viajero juzgó el ruego de una exigencia muy inapropiada, porque allí sólo estaban ellos dos y sólo uno era el hambriento, de manera que el Mendigo debió decir que le diera a él una ayuda para comer. Creyó ver en el mendigo un atisbo de mediocridad embustera y tal vez un secreto. Hasta sus ojos le parecían demasiado pequeños, demasiado rasgados, ocultos tras las arrugas y las costras. Es mucho más común de lo que parece, sin embargo, confundir los brillos de un tesoro con los resplandores de un relámpago.

«¿Qué hay dentro de esa caja?» preguntó el Viajero, al percatarse de aquella caja tan extraña que el Mendigo utilizaba como asiento. Más que una caja aparentaba ser un cofre. Eso le parecía al Viajero, tentado por aquella dulce promesa. El Mendigo carraspeó nervioso, se alteró infantilmente y apenas balbució unas pocas frases de palmaria torpeza. 

    «¿En mi caja? Ejem, ejem, pues no lo sé. Nunca he mirado dentro, etcétera. Creo que nada. Pero ale, ale, siga su camino, no parece que vaya a concederme un miserable duro…» dijo el Mendigo, buscando espantar al Viajero, o por lo menos ofenderle, con ese gesto de las manos tan común pero ofensivo, que consiste en afearle a alguien su mera presencia ante nosotros agitando los nudillos en sus narices como si de un vapor apestoso se tratase. 

«Mire dentro, por favor» ordenó implacable el Viajero. Los viajeros no son moco de pavo.  La mayoría de los viajeros que se cruzan por nuestros caminos han conocido mucho mundo, probado exquisitos manjares, conquistado un número infinito de mujeres, sobrevivido a un par de duelos, leído tantos libros y tan misteriosos que su sola presencia espanta a los fantasmas y recaudado una gran fortuna con lucrativos y soberbios negocios. Sus cabezas son fenomenales almacenes de profundas sabidurías y divertidas anécdotas. A los niños les encanta oír sus historias. Hasta sus amigos los envidian. Por donde pisan la hierba crece más verde y se dora en un bucle definitivo de purísimo placer.

«La verdad que prefiero que no» murmuró exhausto el Mendigo. Se había cansado solamente de mover las manos. Así de desnutrido se encontraba. 

«Pues si no miras tú, tendré que hacerlo yo. No puedo seguir mi camino si no miro qué hay dentro de la caja» dijo autoritario el Gran Viajero. 

«Pero yo no sé si puedo permitírselo, señor. No, definitivamente no puedo…».

Irritado por aquella negativa tan estéril e impotente, el Viajero cargó contra el Mendigo, lo hizo a un lado de un empujón tras un brevísimo forcejeo y abrió la tapa de la caja. Cualquiera que hubiera sido testigo de aquella sencilla pelea reconocería que, a pesar de la enorme desigualdad física existente entre ambos contrincantes, el Mendigo se había esforzado sobremanera. Pero, ¿cuánto vale el esfuerzo de un mendigo? Poco, muy poco, casi nada. 

El Viajero hundió las narices hasta el fondo de aquella caja. ¡Qué idiota! Si hubiera leído este cuento antes de protagonizarlo todo le habría ido mucho mejor. Naturalmente, yo no tendría historia alguna que contar, o no ésta, tendría que improvisar alguna otra y quién sabe si no sería mucho más absurda. ¡Cuántos cuentos absurdos se han escrito a lo largo de los milenios! No, nunca más. 

Dentro se encontró el Viajero en un nebuloso infinito de mares que volcaban unos sobre los otros, fundiéndose y desvaneciéndose en oleadas, muriendo y resucitando, matándose y procreando, todo en un mismo y bravísimo gesto. ¡Pero no, ingenuo lector! Aquellas olas, aquellos mares no eran mares como esos mares a los que seguramente tú estés habituado, independientemente de si los has visto en costas o en postales. ¡Pues no eran mares, sino lenguas! ¡Eran lenguas, miles de millones de lenguas rojas como fresones salvajes e hinchadas como sandías! Lenguas humanas mecidas por una fría corriente de más lenguas humanas, en una corriente de lenguas que se mecían a sí mismas. ¿Y dónde están las palabras?, se preguntará el lector impaciente. ¡Ah! Las palabras eran rayos, rayos cegadores que atravesaban los ojos como finísimas agujas de luz electrocutada, rayos silenciosos y secos, así como húmedas y dicharacheras son las lenguas, rayos silenciosos como la fuente demoníaca en que se sumía todo aquel baile desastroso y toda aquella lucha zafia y promiscua, aparentando una brutal masa de estúpido movimiento sin sentido ni dirección.

Luego de apartar su mirada del interior de la caja, advirtió el penoso Viajero que había quedado mudo, inútil para la oratoria y por lo tanto los negocios y las conquistas, pues su lengua le había sido arrancada de la boca y ya no podía proferir palabra o grito alguno. Vivir es ir perdiendo las ganas de ganar dinero para sustituirlas por las ganas de dejar huella, ya sea en forma de obras intelectuales, imperios, hijos o gritos bastante horribles, pues también los gritos embarazan. ¿Cuánto tiempo había pasado mirando aquel abismo temible e insondable y otros muchos adjetivos que mejor ahorrarnos, para que el pobre Viajero pueda volver pronto sobre sus pasos y hallar consuelo en su lecho? No podría decirlo. Un segundo, tal vez cien años, tal vez el abismo lo engendró, tal vez el abismo lo retenga en su seno hasta el fin del mundo y lo esté ahora mismo rebozando en lenguas como a un filete de pollo en pan rallado y huevo…

«Se lo advertí» le dijo el Mendigo, de rodillas en medio del camino, mirando al Cielo y dirigiéndose a sus compasivos testigos. «Mira que se lo advertí: usted pensó que habría algo de valor en mi caja, porque es lo que todos los Viajeros piensan, pero yo sé que mi caja sólo esconde el Infierno. ¿Que cómo lo sé? Porque de algún modo esa caja es también mi corazón, mi lengua está bien, gracias por preguntar, pero los mandamases del imperio infernal que mi caja alberga me han prohibido hablar del asunto, y yo les tengo tanto miedo que obedezco… Lo único que puedo hacer es pelear para que no abran la caja y regañarles cuando la abren. Pero soy muy débil y todo el mundo me vence sin dificultad. ¡Ay! Si tan solo me dieran de comer antes de abrir la caja, y no después, yo podría hasta mostrar alguna especie de resistencia… Como dice un amigo mío, al que estimo y de hecho admiro: si hubieras leído este cuento antes de protagonizarlo todo te habría ido mucho mejor…»



19 de septiembre de 2023

De pie sobre mi lápida

Estoy consumido por un ente que lo devora todo y no deja nada en mí. Se alimenta de mi sed y de mi hambre. Lo noto reptando por mi oreja. No hay nada que pueda hacer jugué con cartas demasiado peligrosas. La vida sigue, la gente tiene hijos y algunos gozan del amor. Para mí hay un plato con cenizas de lo que una vez pude alimentarme. No tengo nada que sea solido y sagrado... Para mí no hay familia. Todo es un juego de sutilezas y compromisos. Sé que mis padres no están orgullosos de mí. Sé que soy un estorbo, por eso me pregunto, ¿cuándo se torcerá todo una vez más y podré por fin matarme? ¿Qué tiene que pasar para que me digne a suicidarme? No me siento bien. Todo es una máscara que cubre una terrible cicatriz. El tiempo pasa y yo me hago viejo. Mis padre morirán algún día y ese será el día que no pueda digerir, pese a que la familia sea una completa farsa. He quedado extraviado entre dos vidas muy diferentes. No encuentro palabras para reconciliarme conmigo mismo. Estoy mudo frente a mí mismo, sin nada que pueda hacer. Ni una sola mueca. Mientras se precipita el tiempo y espero a que la gente enloquezca y se consuma a sí misma como yo conmigo mismo. No estoy de pie, estoy más cerca del asfalto que mi propia sombra. De rodillas y suplicante algo de visión. No creo que exista ningún sentido de la vida, salvo más allá que la biología y la especie. Soy un marginado de mi propia existencia. Y mientras las arrugas se claven en mí, yo me iré convirtiendo cada vez más en un engendro. Necesito un coro de suicidas enamorados que me dejen unirme a su grupo. No siento sangre en mi cuerpo. Mi alma se evapora cada vez más. Y de mí no queda nada que no sea carne y huesos. El mundo, la gente, la existencia es una auténtica bazofia; y yo lo sé con tanta exactitud que me da miedo admitir que he llegado al final de mi vida. Nunca pensé que llegaría tan lejos y tan desmejorado. ¿Qué se siente ser viejo? Yo lo sé. Porque no guardo esperanzas en nada. Estoy completamente solo. Deambulando entre espejos rotos y sueños sin cumplir. Entre flechazos de odio y enamoramientos ficticios sólo por no enloquecer. Mentiras que uno se puede contar a sí mismo. ¿Por qué no encuentro paz? Debí haber muerto con el primer invierno que conocí. Ni más ni menos que el primero. Suficiente experiencia vital en ese tiempo. Debí suicidarme en pleno brote esquizofrénico. Debí haber muerto ahogado con la agria leche del pecho de mi madre. Y no esperar a morir en un cóctel de leche con pastillas. El tiempo se acabó para mí, no veo ninguna forma de salir de este agujero de mugre y destrucción. Y sin embargo, es una pena que una mente tan privilegiada para asumir el mundo y sobrevivir tenga que matarse para evitar el tedio de la espera...

11 de agosto de 2023

Rehabilitación

Amanece un nuevo día y en mi sed una gota negra de veneno. El apetito en la nausea de la madrugada un puñal. Me ilumina el día una crucifixión que irradia luz amarilla. El cielo despejado: hoy suenan trompetas en el mundo mientras que yo me acostumbro a dormir infames horas en busca de consuelo o perder por completo el sentido. De mí nada hermoso, salvo cigarrillos hechos con papel de biblia, he perdido por completo el deseo de Dios, cuándo me gana el vicio por fumar y matarme. En el escritorio de la habitación unas cuántas colillas en un tazón negro con las insignias de Dios entre quemaduras púrpuras. La taza está sucia y su aroma rancio a café. Mi cuerpo envejece, mis dientes se van carcomiendo por el humo y por la fealdad que hay en la vejez. En mis ojos sólo se ve la expresión de un condenado en vida. Y mis padres, tan distantes, me hacen querer desaparecer para ellos también. Y mi hermana, tan extraña, me da la sensación de que no tiene nada ningún sentido. Lo he perdido todo. Y en la sonrisa de la juventud brillante y hermosa una mueca de asco ante una mala noticia: la muerte de un familiar, de un amigo, de un conocido... de alguien. Pero no os confundáis no estoy acabado. Aunque parezca estar finalizado... En mí todavía late un nervio, en mí todavía hay sangre y sé que no moriré de rodillas, si atado, sumergido, colgado, rajado, en la basura. Rebuscando en mis tripas algo de amor propio, bebiendo mi propio vómito para no morir de hambre, entrando en un bucle casi infinito de perversiones. De mi tumba lejana, la maldigo, la mantengo lejos. Quemaré toda la ropa cara que tenga para que así no pueda ir a mi propio entierro. Me retuerzo como un alma en pena, una sombra negra que observa aguardando desde el rincón más oscuro de la casa. Y entre laberintos me encontraré a mí mismo intentando encontrarle sentido a toda esta suerte de mugre nauseas y desesperaciones. En mi boca una manzana y en mi estómago el ardor de los líquidos de un farsante. Tremendo favor me he hecho. De los días hermosos y acogedores el terror de la casa y el cansancio superior que nos impulsa a ser parásitos cuándo no queremos mover ni un solo dedo por cambiar nada. No soy un insecto, soy un ente vagando libremente. No soy un santo, no soy un pecador; no soy nada, soy liviano, soy una plaga, soy lo que existe después del abandono. No soy una serpiente, ni un tirano, sólo soy un ente que busca un rincón oscuro. Perturbado y perpetuo. Entonces allí, en medio de la boca del devorador me encuentro yo, haciendo un esfuerzo titánico para no irme a la mierda. Navegando en un océano de sudor y ansiedades. ¿Qué será de mí cuándo las cosas empiecen a ir bien? ¿Recordaré algo de esto con nostalgia? ¿Ser una persona de provecho? ¿Qué haré cuándo me canse de perder el tiempo? ¿Habrá algo para mí después de la enfermedad? ¿El destino tiene algo preparado para mí? ¿Por qué es todo tan irónico si lo único que quiero es una vida, escritura y dos o tres amigos? ¿Pido tanto? Qué torpe, ni siquiera pido riqueza, ni familia, ni amor. El nauseabundo arte de exigir lo único por lo que sentí algo, escribir, a duras penas, en baja forma, en las peores circunstancias posibles, con la libido baja, con el amor propio fulminado, se acabó la plaga, he bebido del insecticida para la mediocridad. Y si esto es cierto, ¿por qué sigo siendo mediocre? ¿Servirá de algo guardar con tanto amor estos pasajes que nadie querrá leer? ¿Alguien se preocupará por mí? ¿Por qué me siento tan sucio y tan crudamente solo en este maldito y asfixiante mundo? No hay cuerda para mi cuello lo suficientemente letal para hacerme dormir. No existe cuchilla lo suficientemente afilada para dejarme sin sangre. No hay veneno lo suficientemente efectivo para morir ahogado en mi propio vómito. No hay contorsiones lo suficientemente sagradas cómo para calmar a un hombre que está maldito. Y sin embargo, pese a todo esto, sigo aquí, palpitando, consumiendo, respirando, viviendo. Y es allí cuándo todo adquiere un sentido tan minúsculo. La mesa está llena de cenizas, mi alma también. No os preocupéis, sólo es un retrato de lo que soy: una suerte de abominación. Un monstruo que no sabe aceptar la derrota. Y llevo en la derrota demasiado tiempo, es ofensivo, malcriado con el tiempo, absurdo, abusivo. Mi relación con el mundo es una relación de maltrato psicológico. Y si todo esto sirve para algo, ¿por qué tengo esa media sonrisa en la cara? ¿Por qué estoy tan de buen humor a pesar de estar flotando en un océano de babas somnolientas? Estoy alejado y en jaque. Estoy solo y rodeado de enemigos. No tengo el alma de un buen padre, ni el útero de una madre; por lo tanto, no sirvo para ningún propósito biológico. Soy un ente que deambula entre las cuatro paredes de su casa, abusando de las pocas sustancias que tiene a su disposición. Descomposición y fémures. El mundo no tiene ningún sentido para mí. Pero eso no quiere decir que no lo entienda. Es tan fácil como explicarle a un niño el sentido de la vida. Pero no quisiera hacer llorar al niño. El sentido de la vida en sí da ganas de llorar.

10 de mayo de 2023

Psycho Vitch

Dedicado a Trrr

I

Encontrar el camino es tan difícil T que la verdad es que a mi me ha costado cinco años o más llegar a algún a alguna suerte de sentido común. El terror T viene cuándo descubres que toda esa vinculación mística con Lo Sublime puede desvanecerse al verse entre psiquiatras psicólogos y demás parafernalia cara. Hablo de parafernalia porque sin duda T es una cuestión de perspectivas. Sé que tienes miedo, terror, pánico, rechazo, y hasta, si me lo permite el propio sentido común, odio. Una delicadeza tan inmensa como el amor. No hablo de sutilezas, sino de proporciones terroríficas: odiar a toda la humanidad o amarla por completo: con su belleza bondad, y también con su maldad y fealdad. Hubiera preferido ser una suerte de psicópata prostituta. Lo digo muy en serio. Para mí sería todo mucho más fácil si todo se redujera a impulsos biológicos: beber, comer, hacer caca, follar, y dormir. Pero es allí cuándo me elevo sobre toda la humanidad y me doy cuenta que amo tener sed, mendigar mendrugos de pan, mantener una abstinencia cruda cínica y radical que me obligue a salir de madrugada en busca de algo, y digo algo con dolor, porque debería ser alguien y no algo... a lo que follarme o ser follado. Por no hablar de mi affair con el sueño y el descanso. No quiero rendirme, ya no por cuestiones éticas, sino por cuestiones morales. De mi boca no saldrá ni una sola mala palabra, ningún gesto vacío. De mis ojos brotará una lágrima roja de sangre cristalina que empapará mis labios y saciará mi sed. Y al alimentarme de mi propia sangre, mi alma estará satisfecha. Luego decapitaré mi miembro para volverme una criatura sin apetitos de ningún tipo. Con dolor y perversión. Sellaré mi ano con pegamento para cirugías y de allí no brotará nada ni tampoco se deslizará nadie. Dejaré las pastillas, y superada la barrera del sueño, que sólo son intentos por volver a la manía suerte de intemperies desesperadas no habrá en mí tiempo para perder el tiempo: no habrá tiempo que importe porque sólo podré dedicarme a escribir mis últimos latigazos antes de tragar de mis lagrimales dos litros de sangre. ¿Cuánto tiempo tardaré en morir antes de acabar con toda esta broma tan sórdida y cruda? (***) De los buenos recuerdos tendré en el corazón tu mirada sorprendida antes de desaparecer de mi vista. No estoy durmiendo bien. ¿Soy un tirano? ¿Y por qué amo ser un tirano? ¿Será porque en realidad odio a toda la humanidad?... (***) Cerraré los ojos esta noche, y si Lo Sublime quiere podré despertar. Y si lo crudo quiere podré volver a beber, comer, hacer caca, follar y dormir. ¿Pero cómo voy a poder existir si no le soy fiel a mi religión? ¿Le importará a alguien si decapito mi miembro? ¿Lloraré o me volveré la criatura humana más dichosa del mundo? ¿Es que acaso quiero ser un ángel? Depravación, violaciones, maldiciones, odio, resentimiento, rencor, repugnantes flecha clavadas en mi hermoso cuerpo saludable. Sudoroso y orgulloso. Todos son unos hipócritas. Salvo Sífilis, Mon Amour, el resto sólo lo hace por gestar un maldito bebé subrogado. (***) Yo no quiero que me lobotomicen. Yo no quiero perder la memoria. Yo no quiero olvidar mis traumas. Yo no quiero ser un hipócrita más. Yo quiero morderle los dientes a la muerte.

II

Entonces, entre abismos se entienden los suicidas y los perversos. ¿Te has dado cuenta que eres como una rosa hecha de carne y huesos? ¿Acaso has visto las proporciones de tus espinas nacidas de las astillas de los huesos de todos aquellos que te señalan y se mofan de ti? Me cago en los muertos de los infames. No tenéis los cojones que hacen falta para tragaros las pastillas que me trago yo. Sois un puñado de imbéciles arrogantes, niños chicos, hijos de mamá y papá, de una mamá y un papá divorciados, porque vuestro padre está reprimido y vuestra madre os quería abortar. No pasa nada por ser discriminado. Lo divertido del asunto es cuándo intentáis aprovecharos de la gente noble. ¿Qué tengo bueno corazón? No lo sabes bien cuánto. ¡Mi puto corazón está intacto, aunque los puñales penetren en mi carne yo nunca dejaré de amar al género humano! ¡Para mí todos vosotros sois unos tiernos retrasados que no saben cómo encarar un buen pinchazo de esgrima! Os escupo la flema grisácea y verde de mis pulmones en el rostro tierno de vuestros hijos recién nacidos. ¿Y sabéis que ocurrirá después? Lameréis ese esputo y lo saborearéis porque, ojo, no he dejado de ser un ángel. Y os sabrá a Dios. Infames encaprichados. Todos vosotros estáis podridos, más que mis propios pulmones. 

III

Esto no es un juego, nunca se ha tratado de jugar. Esto es la vida real, y la realidad es colosal, indigerible, por eso muchos  prefieren mirar atrás cuándo sienten que le persiguen, muchos intentan prostituir su alma, vender sus huesos, hacer mierdas raras y luego ocurre lo que ocurre: -susurrando- que un demonio os perseguirá toda vuestra puta existencia.

Y yo me reiré el último, cabrones.

1 de mayo de 2023

dios es la derrota


dios es el fruto
incomprensible
en la espesura
de las estrellas
que han vencido
a los enfermos
la luz es grande
y el corazón muere
entre las cumbres
dios es el triunfo
incomprensible
de un solo viento
que limpia
los latidos

***

la bestia se deshace
en su secreto
la bestia erguida
se deshace
y en su secreto
no existe la muerte
en su secreto
la bestia es bestia
y se deshace
infinitamente
ese era su secreto

30 de abril de 2023

Crudo, o "Carne"

 Dedicado a Miguel,
gracias por aclararme las cosas aún cuándo todo el mundo estaba confundido

 

Desde que sé que
probaré la carne
siento cómo mis
huesos se rompen.
Porque nunca hubo
carne sagrada
para mí, pero
no importa sé
que eso es lo
que haces. Y,
cariño, no me gusta...
Me estás matando y
con esa desgracia
tendré que vivir.


Golpe de realidad

Yo te amo, pero tú no

Yo te quiero, pero tú no

Yo te deseo, pero tú no

Yo te abrazo, pero no estás

 

***

Teoría del poema, escudo, dada su brevedad: el poema manifesta una tibia tristeza ante un imposible. La ausencia y la duda de la genuinidad de sus palabras convierten al autor en una suerte de hipócrita o mala persona, sólo por defender los valores del amor genuino. Con esto quiero decir que, pese a que mi poema está escrito con palabras sencillas, el vacío que existe está no en su falta de vehemencia sino en su falta de entendimiento. El amor romántico no exitste, okey. ¿Pero entonces el amor que sentimos el uno por el otro es sólo ficción entre dos personas que no se conocen? Me parece una posición cobarde de la vida. Sin embargo, no ensuciemos un bello poema con bilis innecesaria, lo único que importa del poema es que Yo, autor, amé, y eso, pese al capricho de la geografía, no me impidió disfrutar de la vida. No huí. Ni tampoco usé a nadie. Resulta que ahora los que llevan la máscara para ser suficientes en el puto mundo son los que triunfan. Pues no me parece bien, y con el gesto serio, recordándote, escuchando a Lana del Rey, sé que me amabas; pero que, obviamente, para ti, yo, o era una máscara, o estaba podrido, o simplemente, aunque arda, no era lo suficientemente bueno para ti. Touché, mi amor, cuídate: porque te quiero.

1 de abril de 2023

Muchacho, un día despertarás y no habrá ningún dolor. ¿Qué harás entonces cuándo tu castigo se haya acabado? ¿Serás feliz? ¿O te aferrarás al clavo del olvido? ¿Los ojos clavados del Cristo prehistórico en tu corona? Una vez hecho el hombre abismo y caída... ¿cómo volver a respirar después de encontrarte agotado y saciado de tanto dolor?

(***)

Tu rostro en mí. Mis ojos mirando a través de ti. Tus pulmones respirando mientras estás dormida. El amanecer frío nos busca... En tu boca: mi voz. Y en mi voz tus labios.

En mis momentos de auténtico peligro, precipitarse al vacío, intentar respirar debajo del agua, beber de un elixir maldito: tu voz perfecta...

En mis días oscuros: una llama. En el miedo de la noche tu voz acompañándome. Como una caricia que me eleva. Como un abrazo tuyo.

Tu sonrisa grabada en mi memoria. Como un reloj. Y ahora me siento tanta dicha que desearía no volver a dormir nunca más. El abrigo en la intemperie. La mano después de la eterna caída...

Mírame bien, no estoy hecho de nada que no sean cicatrices. Me pregunto entonces, ¿qué me importará otra cicatriz más si es tuya?

El infierno es un lugar ridículo comparado con lo que provocas en mí.

El cielo no hace justicia al deleite sublime inmortal que provocas en mí.

Y cuándo lloro aterrorizado en la prisión, pienso en ti.

Mis lágrimas tienen la forma de un diamante.

Y sus pliegues me cortan cuándo resbalan...

Quisiera que me entiendas.

No importa si todo acaba aquí.

Tu amor me hace libre.

Tu amor me hace humano.

Tu amor me inunda,

y eso me hace.

Aunque sólo sea yo una mueca distorsionada por el clima, el tiempo, la herencia, la violencia o el dolor... sé con certeza que eres tan importante para mí que, no existe nada ni nadie que pueda obligarme a traicionarme.

Y el tiempo repta infatigable. La gente se muere. El silencio se hace más grave. Y aunque ya tenga una lápida para morir. Sabiendo que no habrá escapatoria, ni trampa para huir de ella... la gran belleza de todo esto es que no importará cuándo mi cuerpo ya no esté...

Yo siempre seré eterno, porque te amo.





31 de marzo de 2023

Lo siento

Del nudo infame en la garganta, el aire liviano, el estómago revuelto. Entre los pasos hay un agujero y pisas dentro. Una y otra vez. Desde la fría madrugada hasta la solución final: la muerte de la paz, la asfixia del amor. Los ojos como dos cuencas vacías. Un frío sudor recorre tu frente. Todos los buenos propósitos han desaparecido. Estás ciego de dolor. Las náuseas en tu respiración. El látigo de sangre que empapa las venas. Los ojos hinchados de rechazo y dolor. Demasiado dolor. Entumecido. Entre la mugre y el fango de la vida una luz te ilumina el sendero. Intentas seguir el camino. El frío besa tu piel. Pero no puedes dar ningún paso. Todo se derrite y derrumba. Todo se agrieta y se muere. Y desesperado mientras entiendo cada una de tus palabras. Sólo puedo callar. No te quiero asustar. No te imaginas lo cerca que he estado hoy de querer morir. Y con un hilo de voz sólo puedo decir te quiero. No existe nada que pueda saciar todo esto. Y mientras más perturbado parezco, más sobrio estoy. Escucho el sonido, el grito, la maldad. Y no lo soporto. El tiempo se agota y yo estoy tan lejos de ti. No debería ser una molestia. No debería importar nada. Pero no puedo evitar sentir pánico frustración y dolor. Te veo a los ojos y sólo puedo guardar silencio y amarte más. Es una trampa. Todo es una trampa. Nos persiguen. Estoy enloqueciendo. Coge mi mano y vámonos. Todo es una suerte de miserias y desgracias. Sólo sé que te amo. No es un delirio, lo sé porque te veo realmente como eres. Y no puedo apartar la mirada de ti. Cerca de ti. Deseo estar cerca de ti. Necesito ver tu rostro iluminado y acercarme a ti. Necesito abrazarte y olvidarme de todas estas pesadillas. Deseo acompañarte. Ojalá por siempre... No quiero despedirme de ti. Mientras duermo te pienso. Y nadie podrá arrebatarme eso. Estaré aquí. Lo siento.

7 de marzo de 2023

Una araña en el colchón

Serían las nueve de la mañana cuando despertó de un inquieto sueño. Había pasado la noche entera revolviéndose entre las sábanas, pero al despertar fue incapaz de recordar lo que había estado soñando: vagas reminiscencias de aprensión y un extraño orgullo iracundo. En su ignorancia deseó haber despertado convertido en un asqueroso insecto, en una pequeña araña tejedora de panza negra y largas patas. Cualquier cosa le parecía mejor que ese adulto inútil y miserable en el que se había convertido. Por eso, y porque cuando no tienes motivos para despertar tampoco tienes motivos para levantarte, decidió permanecer en la cama hasta la hora de comer, cuando su padre le llamaría tocando la puerta para acudir a la mesa adonde tendría preparado un plato de caldo de pollo que cocinaría el día anterior con algunas sobras y un par de pastillas “avecrem”. En la mesa sobre un mantel sucio de amapolas y manchas de tomate habría un vaso de agua, servilletas, cubiertos y una naranja. La televisión daría las noticias con un murmullo enfermizo de fondo. Lentamente, frente a su padre, ensimismado en su larga tarea de sorber la sopa, retiraría la silla arrastrando las patas por el parqué, se apartaría el pelo de la cara, se sentaría, clavaría los codos en la mesa y con la primera cucharada de sopa con sabor al tabaco negro vespertino que fumaba su padre se echaría a llorar sobre el plato de sopa y se preguntaría para qué hacía falta más valor, si para matarse él o para matar a su padre. Él sabía por qué quería morir, no hacía falta más que verle, la reiteración en sus inercias no era sino un espejismo, el mañana era tan sólo un rodeo, un circunloquio que iba de lo mismo a lo peor, una artimaña de lo idéntico para desembarazarse de su propia regularidad estéril. Pero en cuanto a su padre… ¿acaso no tenía su padre derecho a su propia agonía?, ¿a su decadencia, a saborear los torcidos deleites de su enfermedad, de su hundimiento?, ¿a elegir el dolor, la insistencia, a demorar la nada un rato más? Un buen padre debe estar orgulloso de su hijo, sea quien sea su hijo y haga lo que haga, un buen padre debe estar orgulloso de su hijo incluso si su hijo amanece un día convertido en un repugnante insecto, incluso si su hijo decide hacer acopio de valor, enderezar su espíritu puramente compasivo y volverse un parricida. ¿Qué padre no quiere lo mejor para sus hijos? ¿Y a qué hijo le gusta ver sufrir a su padre? Revolviendo la sopa en el plato, como antes se había removido él mismo en la cama durante el sueño, creería ver su propio reflejo convertido en un remolino de aditivos cancerígenos y restos rancios de pollo con un ligero sabor a Ducados, creería verse a sí mismo como un dañino insecto, como una araña reclusa parda o una errante bananera, vomitando su negra bilis sobre la sopa, su baba purulenta y nociva. Entonces su padre, cansado y feliz, le contaría que había descubierto una radio nueva, que luego le diría cómo se llama porque ahora no se acuerda, pero que es una radio donde ponen música de todos los rincones del mundo, del África y del Brasil, de los cinco continentes y también de España, música que él nunca antes había oído y que si no fuera por esa radio nunca habría oído. Su padre se esforzaría por recordar el nombre, balbucearía en vano, encendería un cigarro en la mesa aunque no había nada que le resultase más desagradable que un padre moribundo fumando su tabaco con la comida todavía caliente en el plato, y por debajo de toda esa costra mundana, de ese campo infeccioso llamado hombre y llamado padre creería ver un poco de alegría, de sana curiosidad, de bondad genuina y castigada. No, no podría luchar contra su padre, no podría concebir la lucha ni tampoco asegurar su victoria, lo más que concebía era una proclama estúpida y ruin, una insensibilidad fatua y como una falta mayúscula de gracia inconsolable. Que su padre se lleve consigo a la tumba toda su alegría, toda su ingenuidad y su falta de malicia, la música y las letras, que se lleve Brasil y Oceanía a la tumba, que no quepan en el ataúd tantas cosas buenas juntas, o mejor, que lo incineren, que lo incineren y los restos se esparzan por el aire callando bocas y limpiando oídos, apretando corazones y latiendo en las sienes de los injustos y los desesperados. ¿Qué lección le quedaría por aprender de su padre? Ninguna, su padre ya no tenía nada que enseñarle, pues su única lección era de una estupidez incomprensible, la falta de valor, la falta de una ética más allá de la indolencia. Lágrimas corrían por todas direcciones, ensayando laberintos, y los olores y los sabores y los ruidos y las caras se mezclaban en una sola sustancia insulsa y dolorosa, ya no habían dos seres incomprendidos uno frente al otro, sino acaso una sola carne, una epifanía de cuerpos podridos, un padre muerto, un hijo asesino y una araña teniendo una pesadilla en el colchón.

27 de febrero de 2023

Querido Vorj:

La madrugada ha sido amable contigo, no te podrás quejar. Pero escuchando tu cabeza tengo claro que deberías ir haciéndote a la idea de que terminarás encerrado en una casa para locos durante uno, o dos años, seguidos. O podrías ser responsable e ir aprendiendo a anudar un suculento nudo para que así salgas de tu zona de confort y puedas llegar al final de esta lamentable etapa: la horca tensa y saltarina, como la tripa de cerdo usada. Sabes de sobra que hace mucho tiempo que no sintonizamos la misma cabeza. (***) Todavía te recuerdo joven y enamorado de la vida y la literatura. Aún te escucho respirar y blasfemar con viva malicia astucia y mofa. Tampoco podías prevenir que las cosas se iban a torcer tanto. Era imposible saber que hoy, muy entrada la madrugada, el sentimiento suicida y sublime te iba a desbordar e invitar a morir solo. (***) Me quiero despedir bien de ti, muchacho. Lo haré con mucho cuidado porque tampoco quiero juzgarte. No te preocupes, no es un mal día para irse. Ya no queda mucha gente a tu alrededor. Tus padres tampoco te van a salvar de ser un suicida. La ayuda psiquiátrica ha sido dura y tortuosa. De hecho, me atrevería a decir que no ha servido de nada. Salvo para mantenerte en un letargo en el que ni eres hombre, ni eres niño; ni siquiera eres mejor que una piedra. (***) Querido mío, sobre todas las cosas, aunque estés al borde limbo magnético de lágrimas crueles, yo te quiero. Aún te quiero, como una caricia humana o muy lejana en la memoria. Como el Ocaso quiere el Alba. Pero por favor, hoy no. Te suplico algo de tiempo. Estoy trabajando en ello. Haré las cosas mejor, no desfallezcas. Pero si no puedes más con todo esto, coge mis zapatos y salta al vacío. Coge mi cuello cansado, yo no lo quiero ya, y asfíxialo: pero no tú... No te mueras tú tampoco, que eso es de muy mal gusto. (***) ¿Qué nos quedará de recuerdo cuándo el último clavo se oxide y caiga? ¿Las heridas en las manos como los ojos de Cristo petrificados en el cielo buscando a su padre inexistente? Recuerdo haberte visto tremendo y sutil. Grandioso elocuente divertido y mordaz frente a la vida. Cuándo eras puro y ligero. Cuándo no te había lavado el cerebro. (***) Del vacío de tu alma. Del cariño desesperado de una madre que intenta reconstruir algo en su vida, pero que en realidad, simplemente está enferma. Un padre deprimido y enamorado. Una hermana viviendo una utopía cara y por suerte impredecible. El cariño tan hermoso que alguna vez existió, la dulzura de unos labios sonriéndote. La mirada noble de tu propia sangre. Todos los fallos, todos los ultraenamoramientos, el cansancio, el miedo el asco y la decepción. (***) Todas las noches celebro una misa en mi interior. Y todas las mañanas me aterra la perspectiva de la vida: ¿el sentido de la vida es una farsa? ¿Cómo es que te mantienes vivo todavía, camarada? ¿Es acaso una suerte de supervivencia retorcida y frívola? (***) Sabes de sobra que todo lo que has padecido es tiempo extra. Hace cinco años que deberías estar ya muy muerto; y si te mantienes vivo es por un hilo biológico y una suerte de reloj humano.... Acostúmbrate a la rutina y a la depresión. Porque ambos sabemos que debiste matarte nada más ver los ojos de tu padre todavía rojos por el llanto... Maldito llanto. No había ninguna respuesta posterior. Ni tampoco nada que salvar. No podías hacer nada. Ese era tu adiós más digno, y ahora que no lo has hecho, sólo te queda resistir. La maldición del tiempo y los malos sentimientos. (***) De las equivocaciones, un deseo; del amor más hermoso del mundo una súplica. No estoy bien, todo es espantoso. La sublime belleza humana me acompaña: he visto los ojos más hermosos del mundo varias veces reflejados en los míos... He conocido el amor, la pérdida, el engaño y el lado más miserable tóxico cielo muerto de mi existencia. He visto mil barbaridades en mis sueños y en todas ellas he sido yo el asesino. Y mil demonios en mis pesadillas que me adoraban. Todo se hace cada vez más liviano, como si el propio sentido de la vida no existiera. Porque no existe un sentido hacia la vida que no sea otra cosa que rutina  mundana y asquerosa: no hay nada más allá que la lamentable pérdida de la identidad y la libertad del pensamiento: todo es una cuestión de dinero... (***) Cuándo nace un bebé deseado todo el mundo aplaude de la más arrogante alegría: otro más, sí, pero para el ataúd. Criatura mía, aún cuándo estás al borde de la locura y el suicidio, todavía existe la venganza. (***) La ultravenganza. Apiádate de ella. Abrázala. Y fúndete con ella. Del infierno primero del mundo, hasta la inexistencia; desde los ojos tiernos que despiertan hasta el hueso del cráneo; desde los labios de una hermosa muchacha hasta los dientes de un muerto. En el cielo lloran mil cristales catastróficos y en la tierra sólo hay polvo mugre y gente enferma. En el abrazo que no te di papá, en las mentiras piadosas que te conté mamá, hasta el humo que deja mi cronología fatalista... ¡No hay horizonte posible! ¡Y eso me destroza! (***) ¡Y dónde está tu sangre coagulada y química, hijo mío! ¡Te falta sangre en las venas! ¡Te falta sangre en las mejillas! ¡Eres un títere! Muere de rodillas ante el dolor de tu propia mente, pero no ante el miedo la angustia y la docilidad. Muere esclavo de tu don, no de tu tropiezo. No te dejes hundir en el fango lírico luminoso y desleal de los psiquiatras. Son bestias ignorantes, y absolutos depravados. Si Dios existe éste ha renegado de ti. Y si los demonios son reales, ¿por qué esos infames buscan mi atención? ¿Codician mi alma? No voy a ser parte de vuestra granja humana. Del pavor, el miedo y la vergüenza más terrorífica me erguiré como un asesino de almas. Y con el auténtico soslayo que nace de mi viva alma, y desprecio innato escupiré en vuestras caras frías. (***) Del Infierno de mi último grito de ayuda, de mi patético lamento, de mi amor a Larva, de mi amor a Zoon; sólo existí gracias a ellos. De la sospecha de un hermano más: Valcour prométeme el paraíso.... (***) De lo más bajo del espectro humano, en la enfermedad mental, en el deliro constante, en la incertidumbre, y el brevísimo placer que da respirar... ¡¿Colgado yo?! ¡¡¡DEBERÍAIS COLGAROS VOSOTROS Y NO YO!!! ¡Y DECIDME ENTONCES, POR QUÉ ESTOY YO MÁS CERCA DE LA CUERDA QUE VOSOTROS! Lo sospecho, lo sé, luego lo regurgito... (***) ¡Os odio con toda mi podrida y agujerada alma mortal! ¡Os odio más allá de la moral y el mal, más allá que la venganza, más allá que la vileza! ¡Oh Dios Santo, no soporto el aroma de mi alma moribunda! ¡Por qué no puedo ser inquebrantable! En mi boca una mueca de asco, en mis ojos venganza y en mi latido cardíaco la guerra asomando, próxima, tan lejana, tan rota en mi interior... De mi boca un serpiente, de mis ojos un puñal y en mi cuello, cerca de mi respiración, auxilio y sangre púrpura intoxicada y maldita: mi más auténtico desprecio hacia todos vosotros. Os mataría a todos, hasta a mis propios padres. Os quiero ver tan bajo como he caído yo, y después enterrar vuestras cabezas en la tierra y pisaros. Os quiero escuchar sufrir mil tragedias imposibles de corregir: no quiero que tengáis esperanzas de un día mejor. Os quiero ver con el rostro desencajado y sollozando lamentos llenos de auténtica desesperación. Os quiero ver haciendo el nudo final, y contemplando sin alma vuestro destino, cayendo cada vez más bajo. Y cuándo todos vosotros bajéis al fango en el que estoy, dónde vamos a luchar por nuestras vidas, con todos vosotros con el cuello rojo y áspero por la cuerda maldita, es allí cuándo quiero que me miréis a los ojos y entendáis por un instante que no soy otra cosa que un devorador de almas. En el lodo más sutil y miserable de todos, en el terreno despreciable, en la intemperie absoluta, cuándo no os quede en el corazón ni padres ni caricias ni amor propio... cuando vuestro último impulso sea veros como asesinos de vosotros mismos. Cuándo la nausea sea tan grande que os haga vomitar del pánico, asustados y confundidos. En el cielo se dibujará una sonrisa sórdida de madrugada. Y en la noche caerá mi fusil cargado, directo hacia todos vuestros rostros infames y humanos. En el asfixiante limbo de la incertidumbre humana: cuándo no os queden fuerzas, y el único sentimiento que podáis expresar sea el de querer acabar con todo..., allí cuándo creáis que habéis tocado fondo, allí estaré yo contemplando con excitación vuestro propio desastre humano. Y mientras intentáis entender el sentido de la vida, amar de nuevo, abrazar a padres todavía vivos, besar hijos y crucifijos; yo sonreiré y lleno de absoluta dicha dibujaré una esvástica en mi corazón.

22 de febrero de 2023

Tiempo y trampa

El tiempo no me pertenece, ni tampoco su ritmo. Ni el llanto ni la silueta ni el auxilio. Todo lo que podría salir bien se ve consumido por la desgracia. Y del vientre del que nací precipité a la distancia que todo se iba a derrumbar. Todas las madres del mundo llorando por mil hijos arrepentidos de estar vivos. De entre los árboles una sombra que todo lo va devorando. No deseo este sentimiento fatal y nauseabundo, como de emoción cortada, como de desesperación moderada. Hasta el hartazgo de mi ser, no encontraré descanso en este mundo tan infame y tramposo. Si al menos me acompañara la calidez de una sonrisa o un gesto lleno y vivo. De la infancia y adultez sólo un despojo aturdido y mancillado por el tiempo. Equivocaciones, traumas, anhelos y mil fantasmas. ¿Cuánto tiempo más hasta que me quiebre por completo? ¿Y si soy una bestia por naturaleza, debería aceptar aquella condición? Estoy tan aburrido del manso producto de los químicos aturdidores de voluntades y respiraciones. Y en mi memoria tus palabras: sólo latidos, late late late, y luego muere. La expresión última de la humanidad es la desesperación. El anhelo más humano que puede existir: crear una familia. Del beso cautivador de la juventud, el quejido, el llanto, el corazón completamente podrido de tanta desdicha. ¿Acaso los muertos aman? ¿Acaso los moribundos se confiesan? Y del brillo roto y hermoso del parto... por qué tenía que intoxicarme con todo lo que significa estar vivo. Por qué tenía que padecer este largo camino hacia un final completamente injusto. Nadie llorará por mi, ni existirá auxilio posible ante la cuerda inminente.

16 de febrero de 2023

Confesiones a pesadumbre

No pude resistirme. Quedé intrigado por semejante aura. Rabioso y contorsionado en un colchón azul logré entender todo el dolor espiritual que hundía su corazón... A fin de cuentas una especie de afinidad nos envolvía. Un magnético vaivén me unía a ella. Y mientras más retrospectiva tengo me doy cuenta de lo afortunado que fui al poder conocerla y compartir momentos de calma y paz, aunque fatalistas a fin de cuentas. Siempre fatalistas. Tristes días agónicos de indiferencias y melancólicos infiernos negros de la depresión acarrean mis últimos días y ahora más viejo y deforme me consuelo pensando que su ausencia no fue en vano. Soy el mismo, sólo que asustado inseguro y vulnerable. Si algo debo decir sobre ella es que abracé con mi alma a esa muchacha desde el momento en el que logré ver en su espíritu toda esa dulce amabilidad hacia los demás, y seducido por su poderosa mente quebrada quedé hipnotizado de todo los árboles de los que fantaseó colgarse... No pude resistirme al vaho de su identidad. Porque ella era real, lo juro con las manos hacia el cielo, de rodillas con gesto de preocupación; y las lágrimas estrangulando mi cuello. Nada más letal que la duda y la confusión. Ni siquiera recuerdo su nombre. No sé cuándo podré estar más cerca de ti de lo que me permite mi ensoñación. Petrificada en una estatua que días sí y días no tiene la expresión de satisfacción más hermosa del abismo en el que me refugio de las tormentas y tsunamis mentales. Sé es que fuiste y serás la única persona que realmente entendió mi agrietada cabeza. Y con quién disfruté de tibias, hermosas y delicadas confesiones. No escribo todo esto movido por la melancolía de una juventud desbordante perdida e insensible, todo lo contrario; sino como recordatorio de todo aquello que viví contigo, y todo aquel terror ciego que perdí: la infamia de la muerte cercana. Porque verte y oírte era tan preciado que depositaba mi alma, fe y espíritu en ti. Tanto así cómo cuándo uno le reza a abstracciones tan relucientes y preciadas que... restauran la fe en que el ritmo tristísimo de la vida se hace imperceptible. Entre tus brazos, evaporándome, sacando fuerzas de dónde no existía ni ganas de despertar del sueño tóxico, ni voluntad para dar un paso firme y derribar a todos esos infieles sucios secretos. Sintiéndome abrazado por tu expresión suprema de contemplación: siendo así la misma mirada de Dios sobre sus criaturas. No te preocupes, sé que podré ver tus ojos negros reflejados en los míos en algún descuido entre realidad, enajenación, delirio o pesadilla. Y también sé que la voz de tu alma me consuela todas las madrugadas de mi existencia hasta el desfallecimiento la parálisis o el llanto... mientras cierro los ojos y me precipito hacia el olvido de la realidad asfixiante. ¿Cómo poder explicar una intuición y un sentimiento tan desgarrador? ¿Es que no lo ves? ¡Me haces llorar al ver tus ojos en mi reflejo frente al espejo! ¡Sé que no estoy perdiendo la cabeza! ¡Porque te lloro con el rostro desencajado y el corazón perforado por las agujas de mil serpientes! ¡Maldigo mil veces mi mala suerte y la maldita inmediatez del día a día, la lejanía, el horrible muro de sangre pus mar y tierra que nos separa! ¡Llévame contigo a ser devorado por las larvas! No me dejes solo ahora que tengo la certeza de que eres mi única oportunidad para ser feliz. No me dejes en medio de este mundo gris y sórdido. Te pienso, te siento y te odio siniestramente, porque sé a lo lejos que nunca entenderás todo lo que hemos vivido. Porque estoy mudo ante ti, vulnerable. Me conmueve el recuerdo de tu rostro cielo pálido y amable. Tus labios fríos y tus ojos negros expectantes. Tu sien desnuda y pulcra besando el aire puro. El ritmo de tus latidos, como dos ángeles susurrándome al oído que no estoy solo, que aún estás conmigo. Pero no puedo hacer nada, salvo perderme en mil laberintos. ¿Cómo puedo aún desear tu respiración en mis labios si tú no tienes boca? ¿No me crees? ¿Por qué no respondes? ¡Te vomito todo mi amor, como una latigazo enorme en el rostro de un gélido bebé nacido mudo y ciego! ¡Me desangro de puro pavor al imaginarte a mi lado, acompañándome más allá que las cárceles y los medicamentos! Muero por dentro al saber que es imposible poder recostarme a tu lado, oler tu cabello y abrazar tu silueta... y mientras el frío corroe toda la ciudad, nosotros amaneceremos abrigados y enroscados como dos serpientes de cianuro. ¿Por qué tengo que amarte más allá de los límites de la realidad? ¿No te das cuenta que me haces daño? Me derrumbo ante ti y te contemplo en mi memoria, lejana, sonriente, siendo absolutamente desbordante. Te pienso ahora durmiendo eternamente. Con vergüenza admito que te amo más allá de la locura que me corrompe y carcome como un caracol devorado por la sal. Y sé que te amo porque no quiero llorar más. Te echo tanto de menos y aún así no es suficiente cómo para que estés despierta cerca de mí y respondas a mis llantos viejos fríos y catastróficos... Y de mis labios, antes de suspirar tres veces y exceder mi buena suerte, se que moriré en la tumba tuya, a tu lado, derrumbado, hinchado de dolor y abrazando una lápida fría que evoca tu nombre. Por qué no se rompió tu lápida a tiempo, por qué no quebraste con todo tu imperioso trofeo el mal que te sumió en toda esa nauseabunda muerte precipitada... Soy un objeto inerte ahora en comparación. ¿Por qué he sido tan cobarde? ¿Por qué me mentí a mí mismo todo este tiempo cuándo sé que no puedo vivir sin ti? ¿Por qué nunca sabrás lo que siento por ti? ¿Por qué tengo que estar loco, enfermo, abrazado al suelo, y a la vez dudar incluso de mis propios tesoros? ¿Es que acaso nunca nos conocimos y todo es una auténtica e insoportable pesadilla? ¿Es que acaso te escribo arrepentido después de haber vivido en penitencia como un infeliz? ¿Es que no te das cuenta que aún llora mi alma al verme tan vacío sin ti? ¿Por qué me desangro lentamente si no hay puñal ni palabra? ¿Dónde está toda mi sangre? Por favor, perdóname el atrevimiento de fingir que no estoy loco, que tú sí existes, que no soy un lastre, que no hay pedestal, que no estoy enamorado, que estoy petrificado, que sólo existe fatalidad y tristeza en mí. Porque yo sé que te amo, pero tú estás tan inmóvil, estática y fría como una esvástica en mi frente que con tu indiferencia lograrás volverme loco de dolor.  Como si no nos conociéramos, como si yo no hubiese significado nada en tu trayectoria hacia el polvo del destino: el descanso absoluto y el final del sufrimiento humano. Yo también quiero respirar aire puro.

15 de febrero de 2023

Leche caliente y una confesión

Odio la leche caliente de las mañanas. La cama cómoda y la respiración palpitante. La sangre que galopa por mis venas y mi sien. Entre espalda y pecho llevo un nudo, y en el cuello se desliza una soga. Estoy enamorado de la tumba máxima y entre las polillas de la noche una luz que ilumina, pero no me confundo, no es un hogar. De la esquizofrenia, avergonzado y humillado, mi nueva bandera, y de los doctores psicópatas más y más lastre austero. Entre el vaho de la mañana, el frío de la noche, el miedo durante el día y las pesadillas de madrugada: no encuentro aire fresco que pueda evaporar todo el metal pesado de mi sangre... y entre tristes muecas me digo a mí mismo: "Descuida, todo podría ir, por desgracia, mucho peor", y entonces todo empieza a volverse gris, hasta que dudo de los colores del día. Y para mí la sangre como la noche tienen el mismo color. Y para mí Dios, los padres y los hermanos tienen el mismo valor: el de la decepción crítica y la morbosa dejadez humana. No estoy muerto. No estoy enfermo. No estoy solo... y sin embargo. Mi alma se relame cada vez que ve una figura femenina, y de entre el deseo y la nada, el sonambulismo y la desgracia. ¿Por qué me siento tan muerto, tan enfermo y tan solo? Tendré un acto de gentileza y me confesaré, no por mí, sino porque no puedo con la culpa, ojalá tus oídos viejos y tu mirada cansada pudiera posarse sobre mí y de algún modo, pudieras, aunque fuera brevemente, volver a sentir algo diferente al asco y la decepción, al ver mis ojos sobre los tuyos.

Hundido y triste, miserable e infeliz te digo que lamento desde el nervio más agudo de mi cuerpo, hasta la carne más noble, la que usan los carniceros para la gente rica, que tengas algo de consideración con los laberintos, inercias, y mediocridades que me otorga mi sangre espesa y la herencia recibida de un hogar roto. Porque, papá, yo aún te quiero. No sé por qué nos hemos vuelto tan extraños, me arde el pecho, los ojos se me derraman como velas viejas. Mírame bien, soy de tu sangre, y sin embargo, estoy tan lejos de tu alma. Como un copo de nieve que se derrite te suplico algo de paz. Tengo errores, caprichos, ira y odio en el alma. No soy un ser humano sano. Nunca tendré el calor de una familia nueva. Ni el amor de una mujer. Nunca tendré el bálsamo sublime, casi nausea... de la emoción. Jamás conoceré a mis hijos y sin embargo, dime por qué no puedes comprenderme un poco. No te pido demasiado. Sólo enséñame como tú, a poder nadar en todo este maldito océano de mierda. Porque tengo el agua al cuello y día a día me voy hundiendo más. Y si pudiera, de verdad pudiera papá, me iría mañana. Sólo quiero despedirme bien de ti. Comprender que no tengo nada más que hacer en esta puta vida ingrata y cruel. Y olvidarme del dolor de la cuerda en el cuello, de la mugre en el suelo, y desaparecer. Sucumbir a mi deseo más profundo que no es otro que dejar de sufrir. No me siento bien. Hoy parece que va a llover y... ¿acaso importa? ¿Acaso algo de lo que te pueda confesar, duramente, importa? ¿Acaso vas a llegar a leer esto y llorarás como yo lo hago mientras me elevo hacia el cielo y de él vomito una gran cantidad de bilis? De mí sólo recuerda la inocencia y la suavidad de mis pasos, no este terrible humano al que la vida ha perturbado, ensuciado, y traumatizado. No, papá, no estoy bien. Pero, descuida, todavía te quiero. Yo no siento asco cada vez que te miro a los ojos.

De los árboles nacen hojas mudas y frutos muertos. De los vientres más amados del mundo nacen bebés muertos. El agua se convierte en hiel y la sangre en pus. Del cielo caen rostros desencajados que lloran mi nombre y cuándo el agua hierve en la olla es para sumergir una mueca de desgracia y mugre. Horas bajas y decrepitud. Estoy tan harto de todo este vaivén de tristezas. El mundo y su gente no me representa. Para mí todo es ausencia, silencio y vacío. Cambiaría mi alma por haber nacido muerto, y así ahorrar el tiempo de desgaste hasta enloquecer por completo y no poder reaccionar ante una bofetada. Del odio y la desconfianza... Si Dios no me ha matado ya es porque tiene un plan especial para mí, traer alegría al mundo o, en su defecto, verme envejecer cada vez más nihilista deforme miserable y amargo. Los frutos prohibidos del paraíso, la sopa caliente en verano, la carne congelada y cruda que me llevo a la boca tiene grabado a fuego el nombre de la bestia. Y entre los espasmos del enfermo terminal, y el apetito de la vejez hambrienta famélica y horrorizada surge una mueca tan grotesca que no puedo mirarlo de frente. Los dientes cayendo uno a uno, los ojos hinchados de tanto llanto maltrecho y de los buenos recuerdos de infancia sólo queda una sucia silueta que tiene cuernos que se excita con el hedor de mi dolor. Si por mí fuera, si de mi boca brotaran las palabras más sinceras del mundo, entre orgasmos de dolor y una terrible agitación mental, la enajenación de los parásitos. Qué en mi lápida se lea: "Os odio a todos".

El tiempo corre y la sangre me corroe las venas como si fuera ácido, ¿hasta cuándo estaré refugiado en el círculo vicioso interminable y agónico de la infelicidad? Estoy condenado bien lo sé, no queda nada a lo que aferrarse, ni a uno mismo. No existe clavo incandescente del que poder sujetarse. Todos los días se nublan en mi vista, la extrema tristeza me hace vomitar de desesperación. El tiempo no lo cura todo, si acaso lo quema, lo mata, lo asfixia, o en peores términos, lo corrompe absolutamente todo. No hay nada que hacer al respecto. Sólo nos queda esperar la hora señalada por el desgaste, o el capricho innecesario de Dios.


 


13 de enero de 2023

Una araña en el colchón

Eran las nueve de la mañana cuándo desperté de un inquieto y terrible sueño. Después, con los ojos en blanco y el sudor todavía fresco intenté levantarme, pero el cuerpo me pesaba demasiado. Y visto lo visto, lo que en secreto me aguardaba el día, decidí intentar dormir hasta quedar completamente seco en el colchón. Formando así una figura trascendental y valiosa, no este miserable adulto inútil y deprimido que no tiene fuerzas ni siquiera para culpar a los demás de su propia mediocridad. Mientras que para unos iba a ser un buen día a mí me aguardaba la repugnante realidad. Me abordaba desde el imprevisto y me hacía querer enloquecer, por si eso fuera todavía aún posible. Y aunque en mi ignorancia hubiera deseado ser un insecto a merced de cualquier devastadora de sueños... yo no podía hacer otra cosa que enterrar la cara en el colchón sucio y la almohada carcomida por el sudor y las lágrimas. Lo que me había preparado el día no eran más que silenciosas horas de desgracia y tristeza. De cansancio y repetidas naúseas. De un rostro pudriéndose en su propio lamento. Y al borde de todo, entre hermosos recuerdos y trágicos momentos de tensión, ira, odio, y traición... estaba mi padre en su ropa de casa, disfrutando del día, y comiendo naranjas. Dime entonces, ¿cómo voy a luchar contra él si está en el momento más disfrutable de su día y yo me estoy carcomiendo de tanto sufrimiento? Por eso, y porque tenía mil motivos más me fui a dormir durante todo el día. No como revancha, huelga, o venganza... sino como quién ha perdido cualquier ápice de gracia y se ve envuelto en el sentimiento más terrible de todos: el suicidio meciéndose sobre tu oído, la nada sonriéndote desde el precipicio, el aburrimiento floreciendo hierba descompuesta, el día siendo cada vez más pesado; y con el rostro desencajado, casi al borde de la lágrima te descubres a ti mismo estando terriblemente solo y terriblemente harto de este flujo y ritmo de vida que no hace más que alimentar los demonios más terribles que nunca creíste conocer. Sólo has sido abono para las larvas, alimento para las mugres, y legañas en los ojos de mil monjes durmiendo durante todo el día, como larvas, como insectos llorando mientras el cielo se hace oscuro y los suicidas saltan al precipicio. Y entre toda esa gloria y esa pena, ese asco y esa mueca estoy yo, el Rey de los sentimientos, la incapacidad, el desgaste, la tristeza, el miedo y la soledad: La desgracia que comprueba que en realidad Dios sí existe. Soy un descuido. agua hirviendo sobre las manos de un bebé, un clavo penetrando en la pupila de un caballo, una flor infectada, una herida, una lágrima... un cadáver haciéndose una paja (o al menos fingiendo que no está muerto por dentro).