19/09/23

De pie sobre mi lápida

Estoy consumido por un ente que lo devora todo y no deja nada en mí. Se alimenta de mi sed y de mi hambre. Lo noto reptando por mi oreja. No hay nada que pueda hacer jugué con cartas demasiado peligrosas. La vida sigue, la gente tiene hijos y algunos gozan del amor. Para mí hay un plato con cenizas de lo que una vez pude alimentarme. No tengo nada que sea solido y sagrado... Para mí no hay familia. Todo es un juego de sutilezas y compromisos. Sé que mis padres no están orgullosos de mí. Sé que soy un estorbo, por eso me pregunto, ¿cuándo se torcerá todo una vez más y podré por fin matarme? ¿Qué tiene que pasar para que me digne a suicidarme? No me siento bien. Todo es una máscara que cubre una terrible cicatriz. El tiempo pasa y yo me hago viejo. Mis padre morirán algún día y ese será el día que no pueda digerir, pese a que la familia sea una completa farsa. He quedado extraviado entre dos vidas muy diferentes. No encuentro palabras para reconciliarme conmigo mismo. Estoy mudo frente a mí mismo, sin nada que pueda hacer. Ni una sola mueca. Mientras se precipita el tiempo y espero a que la gente enloquezca y se consuma a sí misma como yo conmigo mismo. No estoy de pie, estoy más cerca del asfalto que mi propia sombra. De rodillas y suplicante algo de visión. No creo que exista ningún sentido de la vida, salvo más allá que la biología y la especie. Soy un marginado de mi propia existencia. Y mientras las arrugas se claven en mí, yo me iré convirtiendo cada vez más en un engendro. Necesito un coro de suicidas enamorados que me dejen unirme a su grupo. No siento sangre en mi cuerpo. Mi alma se evapora cada vez más. Y de mí no queda nada que no sea carne y huesos. El mundo, la gente, la existencia es una auténtica bazofia; y yo lo sé con tanta exactitud que me da miedo admitir que he llegado al final de mi vida. Nunca pensé que llegaría tan lejos y tan desmejorado. ¿Qué se siente ser viejo? Yo lo sé. Porque no guardo esperanzas en nada. Estoy completamente solo. Deambulando entre espejos rotos y sueños sin cumplir. Entre flechazos de odio y enamoramientos ficticios sólo por no enloquecer. Mentiras que uno se puede contar a sí mismo. ¿Por qué no encuentro paz? Debí haber muerto con el primer invierno que conocí. Ni más ni menos que el primero. Suficiente experiencia vital en ese tiempo. Debí suicidarme en pleno brote esquizofrénico. Debí haber muerto ahogado con la agria leche del pecho de mi madre. Y no esperar a morir en un cóctel de leche con pastillas. El tiempo se acabó para mí, no veo ninguna forma de salir de este agujero de mugre y destrucción. Y sin embargo, es una pena que una mente tan privilegiada para asumir el mundo y sobrevivir tenga que matarse para evitar el tedio de la espera...

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