30 de diciembre de 2021

Un muchacho solitario

Un muchacho solitario cruzará toda la ciudad sólo para ver gente conocida; sin esperanzas ni buen humor, sin siquiera deseos de un encuentro memorable… Alguien completamente destruido por dentro, lobotomizado hasta al hartazgo y reventado de tanto dolor psicológico, tristeza y fármacos de nueva generación. Un hombre calmado que camina con la mirada fría, los nudillos calientes y el pecho casi descubierto. Lo único que le separa de las bestias es su voz y su mirada: noble pero afilada: nada que no se pueda torcer a base de más sufrimiento. (***) Un gesto de mal gusto y de asco se le asoma en el rostro: la maldita sustancia entre los dedos, entre los labios, entre los pulmones, entre los ojos; lagrimeando –como un cocodrilo– de tanto tabaco. Una burla grotesca de la sociedad. Con la reputación destruida por tantos delirios rosas y tristes necesidades humanas: calor, afecto, miradas, soliloquios; y al final de la tragedia: una lúgubre tristeza. Todavía roto por dentro, sin expectativas sobre la vida, con un destino crudamente arrebatador, decidir si ser hombre y morir, o si ser niño y huir. Necesidades no cubiertas ligadas al tedio y al desprecio hacia todo el mundo. Porque no nos confundamos, la gente noble lo odia todo. (***) Silencio, guarda silencio. Callado, guarda sangre en los nudillos de sus manos. ¡Callaos la puta boca! (***) De entre la muchedumbre gris y aletargada, un espectro oscuro humanizando personas y afinando esquizofrenias. Una ciudad podrida en droga y retorcidos juegos de poder y sumisión. Gente que no respeta nada, ni siquiera la calma, la paciencia o el amor... Gente infantil que no aguanta nada, ni una mirada, ni una afrenta familiar. ¡Y de súbito toda la paz se convierte en guerra! Si se va a la guerra, espérate con calma a no volver. Si la guerra va a ser larga, ¿quién se follará a tu sucia puta hermana cuándo esté medio muerta de tanto follar por el culo por la gracia de mil hombres nobles? Y si esto último te afecta, minúscula cucaracha de dientes carcomidos por las caries. ¿Quién te hará cabrear genuinamente, de verdad me has perdonado la vida, o te la estoy perdonando yo a ti? No te preocupes, no tiene importancia, las cosas son más livianas... Para que lloren las madres, prefiero que lloren los hombres. (***) De la decepción nace la desidia, de la desidia el aburrimiento: y del aburrimiento querer matarlo todo. (Eso implica matarte a ti también, dulzura). De la belleza nace el amor, y del amor un hijo. Tu hijo sin nombre, bastardo, inmundo, sucio, aborrecible, minúsculo, bobo, sin cabeza, tonto, fofo, lerdo, estúpido y completamente mamador de las pollas de sus queridos tíos sanguíneos. (***) De mi pecho una rosa delicada de color amarillo… En mis labios veneno y en mis nudillos marcados los labios de los árboles. (***) El muchacho se encuentra en medio de un conflicto que no tiene ganas de enfrentar. No por miedo ni por pérdida numérica; sino porque la venganza es un comienzo, y la guerra nunca acaba a menos que sea por puñaladas. Un beso en la mejilla o en los labios mientras me apuñalas. Unos labios sonriendo mientras me dices buenas noches y te apuñalo con la mirada. De entre los escombros humanos y la putrefacción drogadictica humana un niño que quiere hacerse respetar. Eso no está bien, es patético. Yo estoy loco, pero tú sólo drogado. Todos guardan silencio, ninguno se levanta: ni si quiera yo: que me mantengo en pie. Miro sus ojos, mira a los míos; no hay belleza sólo adrenalina y rabia contenida –suya– , mientras me amenazas que vas a romper la cara mía. No me confío, no me retracto, sigo con lo mismo: no es un juego de poder, es un malentendido. Dos no se van a poner a matarse por una estupidez como esta –pienso, luego callo–. Podría acabar mal el asunto, todos son callejeros, todo es una trampa. Aborrezco tanto la calle. Tanto desprecio y asco, en la calle cada uno a lo suyo, silencioso y sucumbiendo a la droga rica. ¡Estás rica, como la droga, jodidísima guarra de tres al cuarto! (***) Te amo, sí; pero también me importa poco... Te odio, no; pero tampoco me importa mucho. Me sonrío, asiento con la cabeza. Todo son halagos, reproches, adrenalina caliente bombeándose al corazón. Luego veo bien esos ojos, no es que esté entrenado, no es que haya peleado en la calle; ¿es que es necesario quitarse la chaqueta de cinco kilos, la camiseta, y todo lo que lleve encima sólo para demostrar algo?, me digo. Nada de esto tiene sentido. Luego la frialdad de mi madre que me hace agotar. Mediadores por la paz, ¡mendigos de la guerra! Me cago en la leche que mamaron vuestras hermanas. Me cago en los dioses a los que rezáis llorando... (***) Si por relatar me van a matar; mejor muerto relatado que vivo mal follado. (***) Los ángeles lloran mi muerte porque un muchacho me ha buscado de noche hasta las cuatro de la madrugada me ha seguido y me ha clavado un puñal en el lateral del cuerpo: y ha penetrado esquivando músculo y grasa. Estoy caminando casi ciego, muy despacio mientras sujeto la herida y pienso en lo último que le diré a mi padre. (***) Un mensaje de despedida; también es la excusa perfecta, yo no quería vivir más. La sangre chorrea por mi cuerpo, la piel de la chaqueta se empapa de sangre, la camiseta interior se tiñe de una sangre púrpura espesa llena de humo de tabaco, mientras que mis pantalones rojos no demuestran nada de lo que acontece. Y entre pasos torpes me voy despidiendo de él... Sé que no llego a Urgencias, sé que no le guardaré rencor a ese dulce mierdecilla mequetrefe atontado gilipollas por haberme apuñalado, ni si quiera guardaré su nombre en mi memoria –breve, pero memoria–, ni tampoco viviré un día más para salvarme de la ciudad –podrida, pero mía– que todo lo corrompe. Y entre lentos y pesados pasos morbosos de vida y muerte me digo: Si tan sólo hubiera sido menos sabio. Si tan sólo hubiera sido un imbécil más. Si tan sólo hubiera amado a falsedad a esa muchacha con diez años menos, y me hubiera quedado a su lado toda la vida, quizá ahora no estaría tan, irremediablemente, muerto… (***) La noche se precipita negra y sin luna. No hay demonios que me acompañen en este último trayecto de vida. La ciudad se hace inmensa y larga, no agonizo ni me quejo, tengo una mueca de satisfacción y en el culmen de mi desgracia recuerdo tus ojos Zarza. (***) Y tus labios besando mi cuello, y tus ojos mirando a mis ojos, y tu lengua, y tu piel, y tus dientes, y tus uñas, y tus estrías; y toda tu maldita belleza humana. Y tu terror, tu confusión, tu pánico, tu tristeza, tu deleite, tu placer, tus infortunios y me regocijo lleno de felicidad porque sé que te amo. Caigo al suelo de rodillas en el portal de casa. Y antes de pulsar el botón de la casa para que salga alguien a salvarme –siendo niño–, antes de intentar abrir la puerta y subir por el ascensor tirándome escaleras abajo, antes de todo eso los ángeles me hacen despertar. Y despierto, vivo, y cerca de un muchacho muy alterado. (***) Me mira a los ojos y yo a él. Me sonrío, me encorvo un poco, ¿quieres de verdad romperme la boca? No te has dado cuenta que soy un perro gordo y grande. Más grande que tú. –Te voy a partir la puta boca esa que llevas, puto imbécil. –Muy bien. –Te lo juro por mi madre que te voy a partir la puta boca. –Muy bien. –¡Por mis muertos que te voy a matar! –Muy bien. –¡Ven aquí cabrón! (gritando) –Aquí estoy (de pie, sin moverme). (***) Los ángeles del inframundo celebran una misa abierta, dónde todos los demonios están invitados y de las deidades más sutiles los innombrables tartamudean y los santos hacen bukkakes con las vírgenes que se han suicidado. De entre los ángeles unos contemplan la escena, hacen apuestas por ver quién ganará la pelea. No hay mucho por lo que apostar, algunos apuestan por mí; otros por la sangre de su sangre y dicen: ¡De eso no hay duda, se le acabó la vida a este pobre muchacho! –Dejad de hacer esas cosas, por favor, criaturas, ya está bien. –No... (vacilando) –De verdad, un poco de cabeza y buen gusto, no veis que están a punto de romperle la boca, con suerte; y con mala suerte de ser asesinado pronto… ¿No lo veis? –Te lo creaste demasiado sangrante, papá (entre risas). –Era lo que había en su semilla… (***) Mis puños hieden a sangre y a dientes rotos. Mi rostro está morado y agrietado, pero sigo de pie y el otro muchacho está en el suelo. No quería nada de esto. Luego la gente de allí llama a la policía para que venga a recogernos a los dos. Uno para Urgencias y otro para Psiquiatría. Uno para recuperarse y el otro para sanarse. Mientras que los dos saltarán positivo en el uso de drogas recreativas de estilo cannabinoide, mal asunto, criatura mía. Más tarde un hombre y un muchacho extraño me seguirían de noche. No le daría demasiada importancia porque a lo hecho pecho, y al puñal mejor darle la espalda para que entre limpio. También es que soy un suicida empedernido. (***) El desayuno muy bien, gracias. Tostadas y café negro. Nada durante el día, después una manzana y en la plaza comí otra manzana. Entre nauseas sudor frío y cansancio. Sin novedades ni auxiliares para dementes. De la basura de casa recojo una cuchillo de metal oxidado y lo guardo en los pantalones. Algo me dice que la noche albergará horrores. De la más infame de las necesidades humanas: el contacto físico, ergo el covid humano. Como el beso de Judas, los dos besos de los hipócritas: muak muak, sabandijas. (***) La vida es hermosísima y llena de los más increíbles horrores nocturnos, hoy será mi funeral, ¿o la próxima semana? ¿Se podrán enterrar a los muertos un fin de año? (***) Fumando droga para no despertar del letargo humano, el romanticismo de la decadencia y el fin de los acuerdos, ¿por qué España necesita un cambio? Porque me acaban de matar, hermano... (***) De la nada grotesca y cínica un mártir al que un desquiciado enfermo separa sus nalgas y sodomiza. De su boca nacen palabras inconexas y aturdidas llenas de deshecho porros babas deseo y profana ansiedad: –Chúpamela, bésame. –Lame mi ano, maricón. –No… –¡Lámelo puto maricón de mierda! –No… no, no, no… –Puto maricón. (me río). (***) Un muchacho acompañado cruza toda la ciudad sólo para ver a su padre; sin nada en los bolsillos salvo una navaja oxidada. Destruido por dentro, horrorizado y sangrando. Un hombre calmado que camina con la mirada fría, pero con los nudillos reventados y el pecho congestionado de tanto tabaco. Lo único que le separa de las bestias es una herida supurante que no tiene arreglo. Un mal gesto que le trastoca la expresión. Es lo último que tendrá en la memoria si la venganza y la salvación o si el amor y la redención… (***) La Zarza entre los dedos juveniles, entre los labios adultos, entre los pulmones encharcados, entre los ojos blancos; lagrimeando de tanto sublime sentimiento... Una burla grotesca hacia la propia humanidad. Con la reputación destrozada, te amo mamá, siempre me diste calor, afecto, atención...; y al final de la comedia: una lúgubre llamada de teléfono que nunca tuvo respuesta. Todavía sangrante, sin expectativas sobre la muerte, con un destino crudamente obvio, decidir si ser hombre y morir, o si ser un niño y pedir ayuda. Para los vivos la muerte; y para los muertos, la gloria. (***) Entre lágrimas de desesperación, tristeza y amor; entre sollozos por el funeral próximo la lápida en piedra barata y la despedida inconclusa, alcanzo a dibujar en la puerta del portal con sangre todavía fresca: “te amo papá, lo siento”. Y mientras cierro los ojos para terminar de morir cerca de casa, muy cerca, entiendo que lo único que me separa de las bestias es que los dos morimos dónde sentimos hogar, y que cuándo un animal es herido de muerte no sigue luchando contra la propia naturaleza de la letalidad: acepta los obsequios de la carne, las larvas y la putrefacción del músculo, corrupción de la grasa y el calcio lejano del hueso… (***) La mañana despierta fría y hermosa, y un padre de familia al salir a trabajar abre la puerta del portal dónde encuentra un cadáver frío y tieso con el rostro magullado y lágrimas en los ojos todavía cristalizadas; pero con una expresión de sabiduría paz y amor tan grande que, al ver a su propio hijo muerto, entendió de inmediato que murió por amor a la vida, y no por miedo a la muerte. (***) –Adiós, papá...

2 comentarios:

UN TODO dijo...

wow

Antivorj dijo...

Gracias, a eso mismo estoy jugando al wow