10 de noviembre de 2021

Pies

Mi madre me llevó al podólogo. La estancia estaba limpia, y el piso resplandeciente. El olor a lejía aromatizada se mezclaba con la loción del propio doctor. En el bolsillo superior izquierdo de su bata llevaba insertada una piruleta redonda de sabor a fresa. El doctor me obsequió con una sonrisa y me dijo que si me portaba bien sería para mí. Pero a mí no me gustan las piruletas, ni las golosinas, ni tampoco las gominolas ni cualquier otra cosa que reviente los dientes y el estómago. Acaso quiera el doctor envenenarme. Salud = a ventosear feo + cagar duro y mandar a los médicos a tomar por... y me suda los huevos, los cojoncitos imberbes, voy a decirlo igual: ¡a tomar por culo! Médico = a matasanos. No sé. Quizás el remedio sea peor que la enfermedad. Quizás la jodida piruleta mierdosa que asoma por la bata como una guindilla maricona no sea más que un placebo. No soy un niño amable, no soy un niño cariñoso, sino más bien un ser melancólico y endiablado. ¿Por qué no? Por qué no ser lo que a uno le de la gana, aunque sea un puto doctor sierra piernas con piruleta. De ofrecerme algo podría ofrecerme cacahuetes. Los caca-huetes me gustan a excepción de que estén pelados, fritos y salados. Esos cabrones te hinchan por dentro como se hinchan las palomas tras ingerir las miguitas de pan que les lanzan los viejos decrépitos, aburridos y pederastas que pacen en los parques. Después se quejan de que los bazos hediondos y reventados de las palomas apesten las calles. Después se quejan de que hay niños con obesidad prematura o niños diabéticos y con el colesterol alto. Doctor= a exterminador infantil. Viejo = a genocida de palomas. Palomas= a ratas voladoras. El doctor me pidió que me sentara en la camilla y me quitara el calzado. ¿Cuántos años tenía? ¿5? ¿6? Los suficientes para ser desconfiado. ¿Los suficientes para ser peligroso? No. Infancia = a inocencia. Hace poco fui a urgencias con unas décimas de fiebre. Las púas de erizo que me clavé en el mar me estaban supurando. El doctor sujetó mis piernas ridículamente escuchimizadas e insensibles y me quitó las deportivas. Un tetrapléjico usando deportivas = a cruel ironía de la vida. La puta vida. Luego mis pies torcidos cubiertos de unos calcetines negros y agujereados, aunque hubo un tiempo en que estuvieron limpios y nuevos. Los enormes pies peludos y apestosos. Los pies de un enfermo. Pies más grandes que su antebrazo apuntando directamente a su nariz. La planta de mis pies supurante y negra como los calcetines. Pies = queso podrido atestado de gusanos. Atestado de púas. La negra espina de erizo que tengo clavada en mi corazón resentido. Joderos. Me llaman el “Ruedas” desde que empecé a ser desconfiado.

¡Dios...! exclamó.

Balbucea. Balbucea. Balbucea.

¡¡Santo Dios!! Pero es que usted…

No, no me lavo. Un lisiado de por vida = a ausencia completa de aseo personal. Muy sucio. Muy guarro. Extrae las jodidas púas de mis pies. ¡libérame! Doctor con bilis en la boca = a perro envenenado con estricnina. Doctor = a no saber que hacer. Jódete hijo de perra y lávame los pies con jabón desinfectante. Adelante, sé un buen samaritano y cura y lava estos pies rotos y pobres. Estos pies atrofiados de alimaña reptante. Doctor, sostén estos pies y grita: Lázaro camina. Lázaro levanta. Lázaro devuélveme unos pies nuevos y deshazte de estos. Lázaro = a por qué no revientas. Lázaro = a vino caminando de entre los lisiados. Lázaro hijueputa. Hace tiempo que soy incapaz de caminar, y para una vez que me sacan a hacer algo de ejercicio al mar, voy y me jodo y me cago en su puta madre que se me clava un erizo asqueroso. Pero volvamos a cuando tenía 5 o 6 años. Ahora tengo 30 y ya no soy desconfiado sino peligroso. 30 años = sucio lisiado cabrón y sociópata. El doctor toma unas medidas de mis pies y lo anota todo escrupulosamente. Después me pide que deposite mis plantas en un recipiente que contiene una sustancia como de plastilina. Observo mis huellas ligeramente torcidas sobre la superficie. El doctor asiente. Me vuelve a pedir amablemente que vuelva a sentarme y, valiéndose de un martillito, descarga unos golpecitos sobre mis rodillas sin obtener ninguna respuesta. Doctor = a Thor sin gloria.

Esto no me lo esperaba. Dijo.

Mi madre visiblemente nerviosa. El doctor me aplica un gel y me masajea las rótulas. Mi madre = a no le sobes los muslos a mi cachorro, pervertido. A continuación, me pide que me tumbe bocabajo. Ojos de mi madre = a desconcierto. El doctor inspecciona mis vértebras. Los dedos del doctor = a una tarántula recorriendo mi espina dorsal.

Principio de esclerosis, me temo. El doctor mira a mi madre. Sin lugar a dudas, señora.

Una respuesta firme, franca, sin posibilidad de remisión, sin importarle mi suerte, sin importarle mi futuro. Sinceridad del doctor = a devastadora crueldad. Después me tiende la piruleta. El doctor conduce a mi madre hacia un rincón. Hablan entre ellos y el doctor apoya sus manos en los hombros de mi madre. Mi madre observa al doctor con los ojos empañados de lágrimas. Los berridos de mi madre herida retumban por todo el hospital.

⸺¿Por qué lloras mamá? pregunto abrazándola para calmarla.

Porque el doctor dice que vas a sufrir mucho, hijo mío. Sufrirás mucho cuando seas un hombre y yo no esté para cuidarte.

⸺¿Por qué dices eso mamá?

De momento van a fabricarte un molde para corregir tu desvío y luego ya veremos sino tenemos que comprar una silla de ruedas.

⸺¿Van a ponerme unos hierros como al niño de la peli, mama?

Si hijo, posiblemente lo harán.

No llores, má. Un día saldré corriendo de aquí y no me detendré nunca. Los hierros se caerán y me dejarán libre, igual que en la peli, mamá.

Inocencia de un niño = a esperanza. A los 22 años comencé a trabajar en una agencia publicitaria de promoción para minusválidos. Personalmente prefiero que nos llamen inválidos, que nos traten de torpes, que nos maltraten a falta de zonas habilitadas. Ser ciego, sordo o tullido es sinónimo de ser un jodido inútil. Verdad = a mentira. Mentira = a verdad. Mundo = paradoja. Vida = a tragicomedia. Nosotros los tullidos debemos aceptar esto si queremos aspirar a lo que tenemos y no a lo que echamos en falta. Yo echo en falta una vida. Mi vida echa en falta a mis pies. Yo era el protagonista de estos perturbadores anuncios. Anuncios en los que aparentaba realizar tareas cotidianas, pero que en el fondo me resultaban imposibles sin la ayuda de mi madre. Madre muerta = a estar muy pero que muy jodido. Siempre trajinando con mi estúpida silla de ruedas. Yo = gasterópodo. Siempre poniendo cara de criatura desdichada. La compasión del prójimo = subvención socialista. A veces pienso en los niños africanos que tienen que caminar kilómetros para un trago de agua. A veces en un enfermo de obesidad mórbida que no puede desplazarse ni dos pasos para mear. A veces en ser abandonado en un desguace. A veces sueño con que el director de los anuncios me arroja por unas escaleras infinitas. A veces siento que estoy corriendo lenta pero inexorablemente hacia la tumba. A veces tengo la esperanza de que al final de los anuncios aparezca el eslogan de “Durex”. Propagación irresponsable de la especie = a proliferación de imbéciles. Me gratularía contemplar, después de cada anuncio, mi jodida cara corrompida, irónica y ojerosa y demacrada y desaliñada y sucia como la planta de mis pies.