Después de tanta mierda y de tanto saco roto, vómito mental... sólo llega la determinación, pensamientos crudos y desorbitantes sobre el mundo y las criaturas que lo conforman para hacer del mundo un lugar mejor. Pero qué tristeza al admitir que no existe ningún don, sólo repetición y un leve ejercicio de introspección para darse cuenta de lo que te consume no es más que el propio sudor amarillo de un ente, casi como su orina supurando por tus poros. Una serpiente en mi oído. De los enamoramientos carnales y livianos de la juventud queda un amargo sabor a la desidia humana... no hay estrellas en el cielo, ni de noche ni de día. Y el sol se ha vuelto extraño como el cielo. ¿Acaso un astro no puede volverse transparente? Alzo la vista y veo todo mi mundo destruido por el tiempo, carcomido por el tiempo, envejecido por el tiempo. Podrido. De la lengua de una serpiente nace una canción que me acompaña allá a dónde voy, y de mis ojos, como manzanas rojas: la serpiente quiere no una, sino las dos manzanas, y empieza a devorar la fina piel de mis ojos, como si fueran los huevos de unas golondrinas negras. Sigue su rumbo hasta digerir el líquido de mis ojos, y mis pupilas se derriten en ácido y veneno mientras que ella sigue su curso natural, luego anida y cava en mis cuencas y allí duerme, mientras que la carne roja cura, deposita sus huevos en mis ojos, y como un animal herido e infectado me tumbo en la cama a la espera. ¿Cuándo nacerán mis hijos mal nacidos y bífidos? (***) De mi boca, un gesto de asco y de agonía. En mis ojos huevos que se van haciendo cada vez más grandes hasta que no soporto más el dolor, pero al mínimo intento de hacer cualquier cosa la serpiente se enrosca a mi cuello, y con ello estrangula mi alma y me despierto ciego y rojo. Hasta que explote, me digo. De la humedad de mi cerebro, incrustado un uña diabólica. Y en mi propia cama, restos de saliva de serpiente. Y me quedo petrificado en cama, mientras mis familiares no entienden por qué no los reconozco cuándo me saludan. Un padre asustado y preocupado enamorado de una mujer que no conozco, una madre llorando soportando la soledad (que sí conozco). Hasta que el sol vuelve a quemar la piel y enamorarse del cáncer de los hombres... La muda de la serpiente es sólida y bella, y me la llevo a la boca y la saboreo. Miento si dijera que no espero a que los huevos estallen mi cabeza, pero lejos de ese final, como un enfermo crónico, siento que simplemente nacen más serpientes que se mueven por la habitación esperando encontrarse con toda la gente que me conoce. En un hermoso cumpleaños largo de varios días las serpientes van eclosionando y de mí sólo queda un hombre con dos agujeros en los ojos. La nariz rota y el cuello morado. Pero en la boca, mientras voy muriendo..., qué bien sabe la cáscara de la serpiente.
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