29 de octubre de 2021

Carta de suicidio

Antes de irme quiero dejar constancia de una única cosa inapelable: el amor hacia mi padre fue lo único que me mantuvo con vida los últimos tres años de mi vida. Después de eso entendí que mi presencia no era importante en su vida y que podría soportar la pérdida de un hijo. Entendido esto sólo queda homenajearle de la mejor manera que supe durante toda mi vida y es otorgándole todo mi amor y mis mejores deseos para su día a día, el cuidado y cariño hacia mi hermana Alice y su dedicación y pasión sublime hacia la música y en sí mismo, hacia la vida misma. Te deseo lo mejor papá, y espero que me recuerdes como el adolescente que siempre fui: un muchacho lleno de vida y hermosura que lloraba por las noches porque la gente era demasiado cruel con todos y no porque en los últimos días de mi vida en Vecindario me volviera un monstruo destructivo, cínico, cruel y arrogante. Te quiero mucho papá, y siempre te acompañaré. Allá dónde esté, que probablemente sea la habitación final de la casa, frente al tanatorio municipal de Santa Lucía. Por favor, quema mis restos, que nadie vaya a mi funeral y si puedes dile a mamá que, aunque no tuve palabras especiales para ella, siempre la tuve en cuenta. Mis mejores deseos para ella con su novio alemán. Mis más sincera disculpa hacia mi hermana, confío que con el paso de los años y mi auténtica desaparición de este mundo pueda hallar en su grandeza perdón para las ocasiones en las que le hice daño. Quiero que lo último que recuerdes de mí sea el gesto de regalarte una coca cola y una compota de mermelada de fresa y en mi lápida escribas: Mejor padre, mal hijo, buen ciudadano.

Cuándo me descubrí a mí mismo comprando una cuerda sólida supe que estaba jodido. Ya nada era salvable, con el dinero que me mandó mi madre por mi cumpleaños compré una cuerda, tres botellas de vino y una caja de cigarrillos rústica. No tendría tiempo de despedirme de nadie, ni de Daphne, ni de mis conocidos de El Canario. Y como me voy a ir pronto entiendo que podré dar un largo paseo de madrugada antes de ir a la barra de hacer dominadas a colgar la soga y estrangularme hasta morir. Este escenario no me gusta para nada para mi final, pero es lo más cercano de casa que tendré nunca, y la idea de ir a morir a Pozo Izquierdo es demasiado distante de lo que considero mi hogar. Lamento el estropicio que te ocasionaré, pero descuida papá, voy a cerrar con llave la puerta y he conseguido desinfectante y lejía para mojar por completo el suelo. También he puesto toallas en el borde de la puerta. Además te he dicho que estaré fuera de casa una semana entera y que bajo ningún concepto quiero que entres en la habitación mía, que si eso ocurre te iba a cortar el cuello con el cuchillo de cortar carne. Y aunque la despedida haya sido así de violenta sé que por tu inteligencia y tu gran sentido de la deducción sabrás que no iba de farol, además, para cuándo le pidas ayuda a Domingo para abrir la cerradura porque nunca has sido de pedir ayuda a un cerrajero, mi cuerpo ya estará bastante muerto y podrás verme como lo que soy: un amasijo de carne muerta fría y algo hinchada, siempre fui gordo de niño y terminaré uniéndome a Dios como un feto enamorado de la vida.

No estarás solo en esta nueva etapa de tu vida, con suerte podrás hacer las paces con mamá y notificarle la mala noticia. Pero eso no es lo importante de todo esto, sino que, vosotros dos, unidos por la desgracia viviréis una nueva vida, en la que me recordaréis con amor y nostalgia. Lamento las lágrimas que derramarás, pero sinceramente, no pienso soportar la desgracia de una vejez temprana.

He comprado una caja de tabaco especial para este desenlace final. Unos Latino Heritage, un tabaco híbrido entre el negro y el rubio. Una delicia, la verdad. Y mientras escribo esto, fumando gozoso y feliz, también bebo vino, así que supongo que podrás leer estas líneas. Creo, con total convicción, que leer esto te tranquilizará porque verás que en todo momento estuve en calma y disfruté mis últimos instantes con bastante dignidad. No creo que haya nada más salvador para tu mente que entender que me tenía que ir de esta forma. Ni siquiera te pido disculpas por todo esto, porque gracias al cielo existe el libre albedrío y la fascinante noción de la libertad humana en todas sus facetas. Y, aunque suene doloroso, me fui porque nunca estuviste a la altura de un hijo enfermo. No obstante, si me voy ahora no es por ti, ni por mamá, ni siquiera por la subnormal de M que, con sus patéticas neuronas, caviló una demanda judicial contra mí para desprestigiarme por el relato de Kramer; y ni siquiera porque los efectos judiciales de la guardia civil hayan sido graves. Quiero que entiendas que esa perra racista no tuvo nada que ver con este final, sino que en el fondo, muy profundo, todavía seguía enamorado de Albertito de la Mancha. Algo que la estúpida de E nunca entenderá. Porque yo lo sé, perra sucia, tú junto con B os dedicasteis a acosarlo y cuchichear sobre él. Humillarlo y burlarte de él. Pero descuida E, no te guardo rencor porque sé que, entre otras cosas, eres una niñata estúpida y no mereces mis últimas horas de vida. Así que te daré un consejo: cuida a tu puto perro y esmérate porque no le de una jodidísima miasis, jodida puta retrasada. Y pensar que nos queríamos en la adolescencia, que me suplicabas atención y que estabas derretida por mí, acariciándome con tu mirada, y tu deseo de ser adulta, y ahora con tu vida primaria y patética, tu novio de turno, y toda tu estupidez, tu sexualidad, en fin, que me das asco porque eres una perra mala y yo siempre fui un ciervo elegante y noble que nunca retrocedió ante todo el acoso y crueldad que recibía por parte de todos vosotros, perros arrogantes, sumisas de los gordos.

Bebo tres tragos, fumo una calada de cigarrillo. Veo el entorno hacerse polvo a mi al rededor, ¿me vengaré de todos ustedes u os perdonaré la vida sólo porque sé que la partida de ajedrez seguirá hasta que os mate la vejez? Voy a mear en una botella, porque en estos momentos ando demasiado ocupado escribiendo esto, putos parásitos arrogantes. Yo siempre he sido un emperador callado y silencioso. No sabéis cómo de grande es el espectro de mi odio y de mi maldad hacia vosotros. Si yo pudiera, os asesinaría a todos sin ningún tipo de pudor, porque para mí siempre habréis sido inferiores. Y no lo digo porque sea de otro país, sino porque nunca habéis llorado por la sensibilidad de una niña de instituto. En cambio, yo lloraba por cosas astrales y abstractas que nunca en vuestra miserable existencia podréis imaginar. Siempre he sido yo el auténtico escritor de toda esta puta y sucia isla. Y mientras que tenía esperanzas y amor hacia vosotros, siempre me disteis la espalda y me dedicasteis la peor de las miradas. No os odio, simplemente es que, de alguna manera, no sé cómo, me meo en vuestras abuelas muertas.