Capítulo único
***
Si soy honesto no recuerdo con disgusto cuando le hice una paja a un chico con parálisis, ni tampoco me humilló que se corriera en mi boca. Aunque el sabor casi me hace vomitar (no me gusta ese aroma), pero supongo que en realidad eso es asunto mío. Y aunque es cierto también que me lo tragué todo sólo por hacerle feliz, pensé en todo momento que nadie en la vida haría jamás algo así por él. Nadie se traga la corrida de un puto paralítico en silla de ruedas. No es que me gustaran los hombres, es sólo que entendía que sólo éramos carne. Además ese pobre muchacho estaba muy caliente y en cierto modo entendí que yo tenía una responsabilidad con él. La conversación había escalado sobre mí y tenía que cumplir una labor: además tampoco soy un sucio calientapollas.
Me inicié en estas labores entre chicos gracias a una princesa que me había vuelto muy marica. Pero sólo era marica con él (bastante de hecho), el resto del tiempo era un auténtico macho: o al menos eso quería creer. Qué puedo decir de mí: soy talentoso para muchas cosas, arrogante en otras. Cínico hasta la muerte. Y tengo el mismo talento para apuñalar con los ojos. Aquel muchacho discapacitado había vivido emociones muy fuertes conmigo, aunque también era cierto que llevábamos máscaras y artefactos por la época y el momento en el que nos encontrábamos: no éramos completamente nosotros. Pero nada de esto era demasiado espectacular. Nunca me imaginé que todo acabaría así, el chico de la media cara, de la media espalda, de la media polla; etcétera: etcétera: etcétera. Hasta la nausea. Una princesa triste y deprimida, alguien muerto, quizás veinte, y alguien irrisoriamente en silla de ruedas. Un fetiche extraño.
Me inicié en estas labores entre chicos gracias a una princesa que me había vuelto muy marica. Pero sólo era marica con él (bastante de hecho), el resto del tiempo era un auténtico macho: o al menos eso quería creer. Qué puedo decir de mí: soy talentoso para muchas cosas, arrogante en otras. Cínico hasta la muerte. Y tengo el mismo talento para apuñalar con los ojos. Aquel muchacho discapacitado había vivido emociones muy fuertes conmigo, aunque también era cierto que llevábamos máscaras y artefactos por la época y el momento en el que nos encontrábamos: no éramos completamente nosotros. Pero nada de esto era demasiado espectacular. Nunca me imaginé que todo acabaría así, el chico de la media cara, de la media espalda, de la media polla; etcétera: etcétera: etcétera. Hasta la nausea. Una princesa triste y deprimida, alguien muerto, quizás veinte, y alguien irrisoriamente en silla de ruedas. Un fetiche extraño.
Yo sólo podía ofrecerle un falso espejismo de placer y comprensión. En el fondo yo sabía
que él sólo quería un poco de amor. No me sentía especialmente sucio por todo esto, sino que yo era
realmente una persona sucia. Pero me gustaba jugar a arriesgarlo todo en este mundo. Las máscaras
nos distorsionaban las facciones y parecíamos de plástico. Éramos criaturas muy hermosas
pero también muy sufridas. Todo el mundo quería aparentar o ser otro. Ser una farsa, mentir,
exagerar, buscar atención. Aquí todos éramos putas de la atención. Y la verdad es que todo este
asunto era terriblemente patético y devastador. A mí, en particular, me deprimía muchísimo.
Capítulo falso
***
Después de subirme los pantalones y con el imbécil satisfecho me dijo que yo era una slut
cum y fue entonces cuando me di cuenta que habían abusado de mí. Que se habían aprovechado de
mí porque no merecía esas palabras, porque no era sólo eso, porque era mucho más que sólo carne.
Entendí lo que sentían muchas chicas. El ser usadas por algún arrogante hablador hijo de su puta
madre. Y por eso me rompía tanto el alma pensar que mi princesa había vivido todo eso con el
soplapollas de turno. Porque cuando se enteró que me lo encontré por la catedral, cerca de un bar, y
empezamos a charlar se puso de los nervios: se envenenó completamente. Porque no era un
capricho o simple desprecio, era auténtico odio. Auténtico odio, ardiente odio, auténticas
maldiciones salidas de su boca.
Y yo sentía un amor sagrado por esa persona, por mi dulce princesa. Ese chico era increíble:
sus ojos de indolencia eran los más hermosos que había visto nunca en toda mi vida, su barba casi
divina empapaba mis ojos de lágrimas. Su cabello largo me embriagaba y sus pómulos afilados
como la escarcha me dejaban petrificado. Sus labios secos y tibios susurrándome mariconadas. En
cierta ocasión me pregunté si no era realmente la encarnación de Cristo. Que si esa princesa no era
el mismísimo Cristo pidiéndome que me lo follara por el culo. Que si Cristo quería que nos
hiciéramos una mamada juntos, que el número de la bestia era el 66 y el de Cristo el 69. No me
jodas, todos los maricas creen en Dios.
(...)
Estoy destrozado, alguien abusó de mi princesa y no pude hacer nada. La imaginé caminado
por la ciudad recién follada, sucia, llena de semen y lágrimas. Sintiéndose una puta mierda.
Acercándose a la catedral dónde están los grandes señores, saludando a la gente con disimulo,
aparentando calma y paz; y luego caminando hacia el horizonte hasta encontrar el puente de la
ciudad y saltar al agua para morir ahogada. O devorada por un cocodrilo gigante. Me rompe el alma
su tristeza y su soledad, su silencio y su maldición, su miedo y su dolor. Me rompe el alma que
alguien tan bello como él tuviera que sufrir cosas tan horrible como ser usado por alguien al que en
realidad no le importas más que ser un agujero caliente. Porque nadie hermoso de verdad merece
sufrir absolutamente nada. Y los más horribles de alma tampoco, aunque (me río), hay excepciones
como ese puto maricón de mierda.
Asco
***
Deseaba encontrarme de nuevo a ese cabrón que se aprovechó de mí y romperle la nariz a
puñetazos. Pero todo tiene consecuencias: debería estar él saltando al abismo y ahogándose con su
propia sangre, saltando a un océano de sangre para morir lleno de escarcha roja. Debería estar él
traumatizado y no yo, y no la princesa, y no nadie; salvo él. No debería sentirme sucio ni odiarme a
mí mismo por ceder ante un puto hablador, bajarme los pantalones y dejarle entrar en mí, permitirle
correrse dentro y luego besar sus labios llenos de su propia corrida. Tú sí que eres una puta de las
corridas, hijo de la grandísima perra.
Capítulo 1
***
Mi princesa era increíble. Su dulzura era absolutamente penetrante. Ni siquiera yo podía
aguantarle la mirada, porque había sufrido más que yo. Ni siquiera yo podía hablar más que él,
aunque él no dijese nunca nada. Sus manos rodeándome desde mi espalda, sus dedos entrelazados
con los míos desde mi abdomen. Sus labios bendiciendo mis propios labios. Su voz en mi nuca, sus
labios sobre mi polla, sus ojos sobre mi polla, sus manos sobre mi polla… su puta alma sobre mi
polla. Era increíble. Cuando le hacía el amor me estremecía de puro regocijo, jadeaba llorando de
auténtica dicha, porque él era mío y yo era suyo, y sólo había absoluto amor, silencioso amor: amor
marica. Él me hacían dudar de todo lo que el mundo me había mostrado. Y por eso tenía una sonrisa
imposible en mi rostro. Porque yo era auténtico con él. Porque yo era real con ella.
Tuvimos largos paseos por la ciudad juntos, aguantando el frío de la ciudad. Con los ojos
congelados y los labios mordidos. Con las manos entrelazadas como dos novias el día de su parto.
Con el cabello atado por el viento y con las pestañas intactas por los buenos viajes oníricos. Con la
nariz fría como el odio de un hombre bueno. Caminando por la ciudad llenos de felicidad y
complicidad. Riéndonos entre nosotros sobre cualquier estupidez, riéndonos de la gente como dos
demonios, saboreando la felicidad… Como dos enamoradas nazis. Dos dulces pétalos de lo más
sagrado y retorcido que puede ofrecer el mundo: intimidad. Largos paseos por la ciudad
acompañando nuestras tristes y dolidas almas negras, como ángeles con cuernos de mil cabezas,
como sangre de color púrpura, como odio volviéndose amor en una petaca de alma humana. Unidos
por un sentimiento de desprecio arrogante hacia el mundo. Del más delicioso narcisista y terrible
cinismo. Juntos en una habitación fumando hierba hasta emborracharnos con el humo absorbente.
Fumando hasta las siete de la mañana, entre polvo y polvo. Respirando sagrado deleite de Dios.
Siendo la novia de Dios: siendo Dios. Absolutamente. Mía. No existe nada que pudiera romper mi
alma salvo el pasado de diminutos mortales, arrogantes también, pero obscenamente humanos.
Basura que sólo sabe causar daño y maltratar flores bellísimas. Esa princesa era un bombón. Noches
enteras sudando en medio del frío congelante. Sudados y abrazados mientras esperábamos que el
agua se calentara en la bomba de calefacción y volvíamos a follar y a follar y a follar... Largas y
atropelladas conversaciones en inglés que ni yo mismo sabría volver a pronunciar. Lo más hermoso
de mi vida me lo ofreció una princesa que había sido ofendida.
Apéndice
***
Hablé con El hombre Agujero y trazamos un plan. Íbamos a ir a por él. Luego vinieron las
buenas noticias. Volvimos a hablar con La Sucia Larva y fuimos a por ese cabronazo. Fuimos los
tres a por el tipo que abusó de mi princesa, lo mío no importaba porque era lo suficientemente
fuerte cómo para soportar un dolor y una tragedia así en mi vida, y aunque mi princesa podía
soportarlo también: yo no podía. Lloré de emoción cuando Larva me dijo que sí, que olvidáramos el
pasado y que ahora estábamos juntos en esto para vengar completamente la afrenta que sufrió mi
novia. Abismo me dijo que también estaba dentro y que íbamos a ir a muerte. Casi parecían los
viejos tiempos, auténtica complicidad. Intimidad. Amor. Y cuando lo encontramos en un bar de la
ciudad, nos acercamos a él de forma lenta y sutil, hasta que nos brindó su atención, le hipnotizamos
con nuestras lenguas, con nuestras palabras hasta que él cedió a nuestra magia y con engaños lo
llevamos al baño de los chicos. No me había reconocido, el subnormal tenía mala memoria. Con la
expectativa de una raya de coca gratis vino al baño con nosotros. Entonces saqué de mi bolsillo un
frasco de cristal con la coca, piqué 4 rayas y le di el billete, le digo que él primero, se relame dice
que cuál de todas, le digo que eso da igual porque todas son para él, se alarma un poco, dice que eso
es demasiado, que le va a estallar el corazón, lo dice riéndose nervioso. Miro a Larva, arqueo las
cejas, y le responde que es de mala educación rechazar droga gratis. Abismo se sonríe, dice que para
nada era mucho, que era muy suave, y con el dedo húmedo coge un poco de coca y se lo unta en las
encías, le mira seguro, y le dice que vea, que no es tanto como lo pensaba. Pero el puto maricón éste
no quiere meterse las rayas, entonces saco de detrás de mis pantalones un revólver cargado. Me
empiezo a descojonar en su cara, luego le explico que tengo esa arma sólo para él. El tipo traga
saliva, y empieza a esnifar la primera raya. Alguien intenta entrar al baño, pero Larva lo empuja
fuera y le dice que nadie quiere a nadie más en esta orgía particular y perpetua. Ese tipo tenía
auténtico sentido del humor. Tenemos pocos minutos, le doy al seguro y libero el arma, le hago
saber que estoy listo para su corrida. Le grito –Esnifa más, puto maricón. Obedece. Lo esnifa todo,
asustado y medio loco, con los ojos hinchados y con la nariz sangrante. Le miro a los ojos con la
mirada de un asesino –lame el puto plato, le grito. Me hace caso, se le ve activo como un toro,
enfurecido y confundido. Siento lástima por el alma que me voy a comer. Le doy el arma a Abismo
que la sujeta con expectación y deseo. Luego le doy un bofetón al puto marica éste y me contesta
agresivo, lo veo en su forma más primitiva y deliciosa, y empezamos a pegarnos puñetazos hasta
que por peso logro derribarlo al suelo. Magullado tengo sólo segundos hasta que entre alguien,
Abismo juguetea con la pistola y Larva le pisaba los brazos al imbécil mientras vendía mi alma.
Luego le bajo los pantalones y empiezo a follármelo. Y justo cuando voy a correrme dentro de él,
mientras él lloriquea y tocan rabiosos a la puerta, escuchamos un disparo que nos estremece por
completo. Niego con la cabeza, veo la sangre detrás mío, desparramada sobre mis pies, a Larva con
el rostro roto y los ojos rojos, no me lo puedo creer. Vacilo torpemente si correrme o no, esta vida es
una puta mierda. Abismo se ha pegado un tiro. Y no sé bien si por error o porque no soportó ver
todo lo malo de mí. Miro a Larva con los ojos rotos y desfigurados, él rechista y me dice que ya
sabe qué va a ocurrir, le digo con el poco sentido del humor que me queda que se encierre en una de
las celdas de váter y que no salga. Se ríe nervioso, cojo el arma, abro la boca y pienso.
Joder.
2 comentarios:
Muy, pero que muy, bajo vuestro nivel últimamente. Sólo narcisismo y regodeo infantil. Textos espontáneos sin ningún interés artístico, ni inspiración, ni cuidado ni hondura: pajillas autistas frívolas e innecesarias. Para eso, volved a cerrar al blog, joder.
Hola: sólo por haberte tomado tu tiempo en responder y leer la entrada, el equipo de Sífilis, te da las gracias. Esperamos que tengas un buen día.
Un saludo.
Nota: se escribe muy bajo, no muy, coma, bajo. Espero arregles esa errata y que tengas la suerte de encontrar paz.
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