II
Me
gustaría coger una escopeta y acribillarlos a todos. Me gustaría entrar en el
instituto de una patada y asustarlos a todos. Luego sonreír agónicamente y
pronunciarme hacia todos y matarlos. Me gustaría reventarlos a todos a
puñetazos hasta que no sienta las manos. Y no tendría piedad con ninguno de
ellos. No me sacan de quicio, es que he perdido la paciencia. Podría llevar un
cigarrillo mientras carcajeo con sobrada agonía. Que me miren aterrados y me
supliquen perdón. Oh, lo siento mucho no quise hacer llorar a esa chica.
Acercarme al profesor de turno y decirle que es hora de hacer las maletas, que
suplique por su vida. Que llamen a la policía. Vámonos de aquí. Qué demonios
has hecho. Esto no está bien. No tengo valores, no tengo miedo, no tengo estómago,
estoy disfrutando mi último aliento...
No
mataría a nadie, se hace tarde, que el gilipollas aquel llore, que vea lo que
hace un auténtico hombre. Apuntarlo con el cañón, ¿crees en Dios? Se mea
encima, tose y dice que sí. Me río, me río fuerte. Pide perdón, puta. Se
disculpa, le veo a los ojos, está aterrado. Vámonos, te digo. Nos vamos, nos
alejamos de allí. En el umbral de la puerta se ve a dos profesoras valientes
intentado defender el instituto. Moveos, les digo. Intentan sujetarme. Chillo y
camino de espaldas. Te digo que sigas adelante. Luego te comento que será un
paseo corto, que te voy a echar de menos. No entiendes nada. Pero yo sí. Te
sonrío, enciendo un cigarrillo y te confieso. No hay nada qué temer, tú sólo
sigue caminando y cuando te aburras de todo esto duerme duro. Esbozas una
sonrisa increíble, me derrito por dentro, esos ojos, esa dulzura. Si en
realidad, la verdad, te digo, me caes muy bien.
Doy
unos pasos, llegamos a la calle secundaria. Evitemos las principales para que
el paseo dure más. Se escucha movimiento, coches frenando rápido. La policía es
ágil cuando le sale de los cojones. Te llevo de la mano, allá hay mierda, y yo
tengo un arma. Te contagio la carcajada, me pregunta qué va a pasar. Te digo
que voy a dormir. ¿Dónde? Pronto, y eso duele. No te creo, no te creo. Todo mi
amor con tu alma, que ningún gilipollas te haga llorar. Me cuentas que ese
chico es bastante agradable, que te cae bien aunque a veces te mira extraño.
Sí, conozco esa mirada. Escucho un grito llamándome por mi nombre. Luego otro
más, una advertencia. Me pregunto si debería matarme o matarte. Me carcajeo.
Qué va. Cómo voy a matar algo tan hermoso como tú. Me pregunto si debería
matarme o matar a alguien. Me giro.
Aléjese
de la chica.
Me
carcajeo. ¿O qué?
Aléjese,
hostia.
Me
relamo, asiento con la cabeza. ¿Tengo miedo o tengo sueño? ¿Qué hora es? ¿Habré
dormido más de dos horas en dos días? ¿Habré mordido la manzana prohibida en
dos días? ¿Habré muerto en dos horas?
Cariño,
si me quieres aléjate. Si me odias quédate. Porque si fallan y sigo vivo la
gente me odiará de verdad. Porque no habrá marcha atrás. Porque no podré parar
de destruirlo todo. Porque si mueres y sigo vivo será la gota que derramará mi
copa, y allí sólo quedará absoluto odio que me abrigará y me volverá
completamente loco.
Me
voy.
Te
echaré de menos.
Tiro
el arma y me acerco al policía. Le sonrío. Que valiente es usted señor agente.
Horrorizando a un pobre muchacho como yo. Que sí, que no está para tonterías,
que sí, que si sé que he hecho mal. Tomo pastillas, hijo de puta. No me toque o
habrá sangre y no será suya y será su culpa. Y se quedará sin trabajo toda su
vida. No me podéis tocar, estoy loco, mi sangre es química. No podéis
jugármela, porque yo siempre estoy jugando. No podéis hacerme nada, sois
escoria, basura absurda y amargada que sólo quiere retorcerlo todo para cumplir
un deber terriblemente absurdo. Tendríais que acribillar a balazos al hijo de
puta que hizo llorar a una chica, no a mí. Tengo una rosa en el corazón y es
negra. Tengo una espina clavada en la sangre y es química. Tengo un ojo en la
frente y no es tuyo. Tengo veneno en los labios y es para ti.
El
silencio lo envuelve todo. El policía baja el arma y me dice que me de la
vuelta, le obedezco. Me giro y cuando va a esposarme le digo. ¿Cuál es su
nombre, señor agente? ¿Le gusta la buena vida? ¿Le gusta beberse una buena
cerveza al acabar el trabajo? ¿Le gusta saborear los días festivos? ¿Sabe acaso
quién coño soy yo? Así que mucho cuidado al esposarme porque si no habrá
sangre, y no será la suya. Ni tampoco la mía. Porque si derramo una sola gota
de sangre… si de mí sale alma roja juro por Dios y por los demonios que rondan
mi cabeza que no voy a ser tan razonable.
El
agente me esposa con mucho cuidado de no hacerme daño. Pero forcejea un poco
con mis muñecas. Lo cual me enfurece y me giro hacia él. Cuidado con la gente
que está loca, le digo. Los lunáticos como yo, tenemos la mala costumbre de
tener muy buena memoria y de ser muy rencorosos. Y alguien sabrá su nombre, y
alguien sabrá cómo joderle. Porque yo no voy de farol, yo estoy loco y tú no.
Lo único que tengo que perder es mi vida, y tú no. Lo único que tengo que hacer
es morir para joderte la vida, y si muero yo, morirán inocentes. Mucho cuidado
con morderme muy fuerte. Con estrujarme la mente a navajazos psicológicos.
Porque si dejo que me posea el odio, no habrá Dios ni Reina que te salve de
toda mi furia. Así que hazte un putísimo favor y aléjate de mí lo más pronto
posible. Antes de que yo, Sergei, me enfurezca de verdad. Cuidado conmigo.
Perro que ladra no muerde. Pero un perro loco ladra y muerde.
Y
yo soy un puto perro verde y loco.
1 comentario:
Quiero pensar que a algún policía sí le vas a dar por culo.
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