2 de noviembre de 2024

El novio de mi madre

Una hermosa caricia en el rostro puro de mi madre, mientras observo cómo su novio se deleita y se enamora cada vez más de ésta señora. Sus ojos verdes y hermosos brillan con la mirada fosforescente de mi madre. Y juntos pueden enfrentar cualquier problema, mientras se van haciendo viejos, y se van amando en cada rincón de la pequeña y humilde casa en la que vive mi madre.

Un hijo psicótico, y una madre bipolar. Un novio muerto y una novia llorando como se solía decir hace mucho tiempo; por culpa (no por otra cosa), digo más bien; por pura inercia. Para que llore mi madre, mejor, que llore la madre muerta de ese puto alemán baboso. No hay odio; no hay rencor;  sólo Sifilismonamor.

De entre los laureles de la bella vida, la playa de Fuerteventura, los andares pijos, y la comida casera caliente me dejaste una manzana podrida en la nevera. Y me emociono cada vez que pienso en el cariño y el aprecio que me tiene el novio de mi madre... es tremendo; por eso, cuándo me dispongo a confesar este crimen sólo puedo sonreír lleno de dicha. Ya que él y ella saben que si actúo así no es por maldad o por estar poseído por alguna suerte de mejunje maligno; sino por puro amor al sexo que tanto los une: a la enorme polla europea de este singular hombrecillo arrugado... y es allí cuándo pienso en semejantes esperpentos, con mucha calma, sí; pero con mucho desprecio, también.

El suizo maricón que quería ponerse el tanga dilatado de mi madre. El tarado con cáncer y con cara de retrasado mental, al más estilo Magiola (también alemán). Los otros pretendientes, como perros sin collar, seduciendo y babeándole el culo gordo y generoso a mi madre; pero no, no iba a permitir semejante sacrificio, y fue por eso que, entre otras cosas, tomé el timón de mi vida y de la vida de Keiner y la nueva señora de Keiner y abrí su secreto para eyacular una esvástica, un hijo muerto y el alimento de Keiner. Mientras él lamiera mi semen yo gritaría Heil Ytchz.

Yo no sentía aversión por ninguno de los dos, pero sí un sentimiento de desprecio incalculable. Mientras que ella se dedicaba a dar clases en un Instituto de tres al cuarto, luchar contra la mala educación; amar al prójimo... etcétera, yo seguía pensando en ella como lo hace un buen hijo: cuándo el dolor físico no lo es todo, sino que encima te revientan a hostias la cabeza, qué te joden la mente, qué te trastocan, que por esos motivos ahora soy una suerte de marginado medio maricón, medio anarquista, medio folla milfs, medio cabrón, medio hijo de puta, completamente hijo de puta, malnacido hijo de puta. Pero tú, hey, tú, hijo de puta, devuélveme a mi madre, no importa que te la hayas follado bien rico, sólo devuélvemela. A ella, a su trasero ya  su cabeza estúpida rancia y maldita. Y de paso, también, por favor, devuélveme, sólo por ser mi cumpleaños, el lujo de tener una putísima familia.

Gracias por los veinte euros Keiner, me parece estupendo. Gracias, gracias; mil gracias por las cajas de tabaco caro, Keiner. ¿Sabes qué haré un día de estos en cuánto tenga la libertad condicional del psiquiátrico? Ahorraré con la paga de los subnormales unos cuatrocientos euros, y luego a punta de cuchillo le robaré a mamá unos cuatrocientos más y viajaré a Alemania para conocer a tu nieta y a tu hija, y allí, grandísimo hijo de puta, conocerás lo que es que se follen algo sagrado. No me las follaría a la vez; empezaría por la gordita diabética de tu nieta, y luego, torturaría a tu hija. No es un alarde, es una realidad, quizá muy premeditada. No te preocupes, sólo son palabras, se las lleva el viento; pero aquí sólo queda lo importante del asunto, Keiner. El culito sabroso de esa pintoresca mujercita de 22 años. Casi de la misma edad que mi hermana Alice.

Pero no me mires así Keiner..., te dejaré lamer el semen caliente directamente del culo de tu nieta, mientras ella se retuerce de placer y de satisfacción. Mientras tú dices "hallo, danke shön", yo te diré: "Naturlich", o algo parecido, quizá tu nieta pueda traducirnos del inglés al alemán todo lo que te digo. Y no, no es poco, será mucho lo que tendré que decir. Una lástima que hayan muerto tantas mujeres, una lástima que todo sea hipocresía; y una lástima que esté yo a punto de morir. Y después de todo esto, cuándo mi madre yazca satisfecha y tu nieta también, mientras lloras suplicando un poco de amor, jodido vejestorio cabrón, sólo te diré una cosa: "yo amo más a mi madre que tú a ella". Y lo mejor de todo es que sé que ella me ama más a mí que a ti. ¿Te duele?

Después de lograr tragar más de siete pastillas diarias logro convencer a mi madre que mi salud mental está recuperada. Como un dragón satánico que entra en el vientre de una mujer casi estéril, que mea sangre y no menstrua. Y aunque ese coñito sea repugnante para mí, pese a haber nacido de allí... ¿qué le voy a hacer yo ante semejante dejavu? Y sus nalgas blancas y gigantes como los párpados de un Dios estúpido... Me visto con ropa de gente normal y me dispongo a coger un barco lleno de emociones y bellas sensaciones. Me cago en vuestras almas.

Llego a la isla vecina y mi madre llora al verme desembarcar. Le sonrío con una media sonrisa, pero lo que ella no sabe es que en la mochila llevo una navaja y ansiolíticos fuertes que trituraré con dos cucharas para violarlos. Me jode que tenga que ser en estos términos, todo hubiera ido mejor si de buenas a primeras tanto mi madre como su novio se hubieran bajado la ropa interior y separado sus nalgas. Pero eso nunca ocurre, nunca obedecen a las buenas; y a las malas siempre algún policía borracho se acercará a nosotros para detenerme.

¿Estoy enfermo? No me importa, puedo blasfemar y hacer todo lo que yo quiera, soy eterno para odiar; estoy demasiado muerto cómo para amar. No tengo sueño, llevo dos días sin dormir y ya me siento otra vez conectado con la maldad del mundo, que se esparce por todo el universo maltrecho y nauseabundo. Yo nunca jugué con el vudú, pero esa mujer cree que vivo en un dejavú perpetuo. O acaso soy yo que confunde las cosas. No me hagáis demasiado caso, mi mente no es poderosa.

El novio de mi madre pone música de los años 70-80, el típico rock clásico, se afeita guapo, se pone perfume, me mira a los ojos y me dice: Ja. Es lo único que sabe decir el pobre imbécil "Ja". Y yo le contesto lo mismo: "Ja". Y así para que no sospeche que en realidad le estoy odiando por dentro todo lo más sagrado e imposible que puede existir. Lo odio porque él es feliz al lado de una enferma mental como mi madre. Me pregunto si también le habrás contagiado clamidia a este pobre don pollón maricón. Qué el muy enfermo hace nudismo, que exhibes a mi madre como una perra, un mono o un trofeo. Mientras que tus amigos alemanes te saludan y te dan un beso en las manos.

Eres inofensivo, no te preocupes, no sólo tu hijo meará en tu lápida, yo estaré allí con él, y los dos sacaremos nuestras diferentes pollas y mearemos encima de tu lápida y si queda orina rancia química dentro de mí... si queda todavía maldita y sangrante orina cólico renal en mí, hasta en la tumba de mi madre tendré que mear. Hasta que los guardias alemanes digan algo así como que, pero en su idioma natal claramente, eso está prohibido y lleva multa. ¿Qué clase de gobierno policial de mierda es ese dónde no le dejan a uno despedirse de un muerto de esta manera? ¿Por qué un puto alemán, o dos putos alemanes en la casa de los tullidos espirituales no me dejan mear en paz sobre la lápida de mi madre, esa inmigrante tarada y traicionera como un vil judío? ¿Ahora hablamos el mismo idioma, Keiner?

Mi madre me dice que me vista guapo, que vamos a ir a comer a un restaurante que le gusta mucho a Keiner, que es de unos amigos suyos. Trituro las pastillas y las guardo en un sobre. Sin que me vean. Luego obedezco, me afeito, me pongo guapo y salgo con ellos a comer al restaurante, aunque no me hace mucha gracia, al final termino tragándome las pastillas molidas yo sólo y entre retortijones me desplomo en medio de la comida. Ellos consideran que es un intento de suicidio, pero yo sé, con tanta exactitud, que sólo es un teatro. Pretender.

Una ambulancia, una madre llorando y un novio escupiendo cada vez que abre la boca hasta para respirar. Yo desnudo naciendo una y otra vez, mientras mi madre aborta a mis hermanos y mi auténtico padre llora de emoción al hacer el amor con la mujer de su vida. Sus ojos enamorados, su sensibilidad, su aroma a limpio, su cabellera poblada, sus manos firmes y llenas de amor. Su nuez perfecta. El limbo de la belleza no es un transexual hormonado, sino mi padre joven y enamorado. De sus ojos caen lágrimas y de su boca una mueca insoportable para mí: angustia, desesperación y dolor.

Y entre lágrimas despierto en el hospital. Luego trago saliva y sé lo que voy a hacer. Lo sé con tanta exactitud que me estremezco. Después trago lágrimas y encadenado a una camilla intento liberarme, pero me ataca una carcajada y empiezo a reír histérico. Se me acerca una enfermera y me pregunta que qué me ocurre, le digo que confundí mis valores, que creí demasiado en ella, que todo era una farsa, que mi tío Saúl tenía razón, que mi madre era una mujer mala, una perra, vamos. Me pregunta si me refiero a mi madre, que si no me parece que está mal decir eso de una mujer que me dio la vida. Rompo en llanto y luego empiezo a convulsionar.

En la sala de espera está Keiner, su hija que vino de viaje; y la nieta. También está mi mamá. Y me pregunta la enfermera si deseo ver a algún familiar. Le digo que sólo veré a la nieta de K, si ese kukuxklan es capaz de tener cojones y no ser el mismo perro viejo sin huevos que es para soportar a mi madre. Luego veo el funeral de Keiner, a mi madre llorando y luego la veo follándose lo primero que encuentra. Es una gran profesora, le enseña a la gente cómo cagar ladrillos. Y a sus hijos cómo cagar cuchillas. Más tarde, días después me dan el alta, y la navaja que enterré en el árbol sagrado de la avenida secundaria que da hacia las puertas de la ridícula casa de mi madre sigue allí.

Pienso, luego, muero. Así de fácil. Cada vez que pienso en ti, muero por dentro un poco. Y poco a poco me llevarás a la tumba, y espero por tu bien, que al menos, escupas en mi lápida, mamá. Entre latigazos en la boca tengo 8 años. Y tus ojos se inundan del mismo odio con el que separo las nalgas de tu amado vejestorio y entro en él. 8 veces lo penetro. Y 8 veces eyacularé dentro de él, mientras él llora y jadea y se odia por dentro. Beso sus manos huesudas y le muerdo la oreja derecha, la muerdo tanto que no puedo evitar destrozarla y tragarme un trozo de cartílago. Y mientras tú yaces desmayada por las pastillas él me dirá: danke shön, porque de lo contrario, le clavaré el filo de la navaja en la nuca.

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