El tiempo no me pertenece, ni tampoco su ritmo. Ni el llanto ni la silueta ni el auxilio. Todo lo que podría salir bien se ve consumido por la desgracia. Y del vientre del que nací precipité a la distancia que todo se iba a derrumbar. Todas las madres del mundo llorando por mil hijos arrepentidos de estar vivos. De entre los árboles una sombra que todo lo va devorando. No deseo este sentimiento fatal y nauseabundo, como de emoción cortada, como de desesperación moderada. Hasta el hartazgo de mi ser, no encontraré descanso en este mundo tan infame y tramposo. Si al menos me acompañara la calidez de una sonrisa o un gesto lleno y vivo. De la infancia y adultez sólo un despojo aturdido y mancillado por el tiempo. Equivocaciones, traumas, anhelos y mil fantasmas. ¿Cuánto tiempo más hasta que me quiebre por completo? ¿Y si soy una bestia por naturaleza, debería aceptar aquella condición? Estoy tan aburrido del manso producto de los químicos aturdidores de voluntades y respiraciones. Y en mi memoria tus palabras: sólo latidos, late late late, y luego muere. La expresión última de la humanidad es la desesperación. El anhelo más humano que puede existir: crear una familia. Del beso cautivador de la juventud, el quejido, el llanto, el corazón completamente podrido de tanta desdicha. ¿Acaso los muertos aman? ¿Acaso los moribundos se confiesan? Y del brillo roto y hermoso del parto... por qué tenía que intoxicarme con todo lo que significa estar vivo. Por qué tenía que padecer este largo camino hacia un final completamente injusto. Nadie llorará por mi, ni existirá auxilio posible ante la cuerda inminente.
22 de febrero de 2023
Tiempo y trampa
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