ALERTA: +18 Lea bajo su propia responsabilidad. Adictivo como nicotina en encía virgen. No nos hacemos responsables de su estabilidad mental. Consuma con moderación. Joya de ficción. Terapia grupal marginal: TLP-Sociópatas-Psicópatas-Amables. Colaboradores nacionales. Siglo XXI. En honor a Albertito de la Mancha. Miss you bro (L) ...
14/12/24
02/11/24
Diarios Vorj
El novio de mi madre
Una hermosa caricia en el rostro puro de mi madre, mientras observo cómo su novio se deleita y se enamora cada vez más de ésta señora. Sus ojos verdes y hermosos brillan con la mirada fosforescente de mi madre. Y juntos pueden enfrentar cualquier problema, mientras se van haciendo viejos, y se van amando en cada rincón de la pequeña y humilde casa en la que vive mi madre.
Un hijo psicótico, y una madre bipolar. Un novio muerto y una novia llorando como se solía decir hace mucho tiempo; por culpa (no por otra cosa), digo más bien; por pura inercia. Para que llore mi madre, mejor, que llore la madre muerta de ese puto alemán baboso. No hay odio; no hay rencor; sólo Sifilismonamor.
De entre los laureles de la bella vida, la playa de Fuerteventura, los andares pijos, y la comida casera caliente me dejaste una manzana podrida en la nevera. Y me emociono cada vez que pienso en el cariño y el aprecio que me tiene el novio de mi madre... es tremendo; por eso, cuándo me dispongo a confesar este crimen sólo puedo sonreír lleno de dicha. Ya que él y ella saben que si actúo así no es por maldad o por estar poseído por alguna suerte de mejunje maligno; sino por puro amor al sexo que tanto los une: a la enorme polla europea de este singular hombrecillo arrugado... y es allí cuándo pienso en semejantes esperpentos, con mucha calma, sí; pero con mucho desprecio, también.
El suizo maricón que quería ponerse el tanga dilatado de mi madre. El tarado con cáncer y con cara de retrasado mental, al más estilo Magiola (también alemán). Los otros pretendientes, como perros sin collar, seduciendo y babeándole el culo gordo y generoso a mi madre; pero no, no iba a permitir semejante sacrificio, y fue por eso que, entre otras cosas, tomé el timón de mi vida y de la vida de Keiner y la nueva señora de Keiner y abrí su secreto para eyacular una esvástica, un hijo muerto y el alimento de Keiner. Mientras él lamiera mi semen yo gritaría Heil Ytchz.
Yo no sentía aversión por ninguno de los dos, pero sí un sentimiento de desprecio incalculable. Mientras que ella se dedicaba a dar clases en un Instituto de tres al cuarto, luchar contra la mala educación; amar al prójimo... etcétera, yo seguía pensando en ella como lo hace un buen hijo: cuándo el dolor físico no lo es todo, sino que encima te revientan a hostias la cabeza, qué te joden la mente, qué te trastocan, que por esos motivos ahora soy una suerte de marginado medio maricón, medio anarquista, medio folla milfs, medio cabrón, medio hijo de puta, completamente hijo de puta, malnacido hijo de puta. Pero tú, hey, tú, hijo de puta, devuélveme a mi madre, no importa que te la hayas follado bien rico, sólo devuélvemela. A ella, a su trasero ya su cabeza estúpida rancia y maldita. Y de paso, también, por favor, devuélveme, sólo por ser mi cumpleaños, el lujo de tener una putísima familia.
Gracias por los veinte euros Keiner, me parece estupendo. Gracias, gracias; mil gracias por las cajas de tabaco caro, Keiner. ¿Sabes qué haré un día de estos en cuánto tenga la libertad condicional del psiquiátrico? Ahorraré con la paga de los subnormales unos cuatrocientos euros, y luego a punta de cuchillo le robaré a mamá unos cuatrocientos más y viajaré a Alemania para conocer a tu nieta y a tu hija, y allí, grandísimo hijo de puta, conocerás lo que es que se follen algo sagrado. No me las follaría a la vez; empezaría por la gordita diabética de tu nieta, y luego, torturaría a tu hija. No es un alarde, es una realidad, quizá muy premeditada. No te preocupes, sólo son palabras, se las lleva el viento; pero aquí sólo queda lo importante del asunto, Keiner. El culito sabroso de esa pintoresca mujercita de 22 años. Casi de la misma edad que mi hermana Alice.
Pero no me mires así Keiner..., te dejaré lamer el semen caliente directamente del culo de tu nieta, mientras ella se retuerce de placer y de satisfacción. Mientras tú dices "hallo, danke shön", yo te diré: "Naturlich", o algo parecido, quizá tu nieta pueda traducirnos del inglés al alemán todo lo que te digo. Y no, no es poco, será mucho lo que tendré que decir. Una lástima que hayan muerto tantas mujeres, una lástima que todo sea hipocresía; y una lástima que esté yo a punto de morir. Y después de todo esto, cuándo mi madre yazca satisfecha y tu nieta también, mientras lloras suplicando un poco de amor, jodido vejestorio cabrón, sólo te diré una cosa: "yo amo más a mi madre que tú a ella". Y lo mejor de todo es que sé que ella me ama más a mí que a ti. ¿Te duele?
Después de lograr tragar más de siete pastillas diarias logro convencer a mi madre que mi salud mental está recuperada. Como un dragón satánico que entra en el vientre de una mujer casi estéril, que mea sangre y no menstrua. Y aunque ese coñito sea repugnante para mí, pese a haber nacido de allí... ¿qué le voy a hacer yo ante semejante dejavu? Y sus nalgas blancas y gigantes como los párpados de un Dios estúpido... Me visto con ropa de gente normal y me dispongo a coger un barco lleno de emociones y bellas sensaciones. Me cago en vuestras almas.
Llego a la isla vecina y mi madre llora al verme desembarcar. Le sonrío con una media sonrisa, pero lo que ella no sabe es que en la mochila llevo una navaja y ansiolíticos fuertes que trituraré con dos cucharas para violarlos. Me jode que tenga que ser en estos términos, todo hubiera ido mejor si de buenas a primeras tanto mi madre como su novio se hubieran bajado la ropa interior y separado sus nalgas. Pero eso nunca ocurre, nunca obedecen a las buenas; y a las malas siempre algún policía borracho se acercará a nosotros para detenerme.
¿Estoy enfermo? No me importa, puedo blasfemar y hacer todo lo que yo quiera, soy eterno para odiar; estoy demasiado muerto cómo para amar. No tengo sueño, llevo dos días sin dormir y ya me siento otra vez conectado con la maldad del mundo, que se esparce por todo el universo maltrecho y nauseabundo. Yo nunca jugué con el vudú, pero esa mujer cree que vivo en un dejavú perpetuo. O acaso soy yo que confunde las cosas. No me hagáis demasiado caso, mi mente no es poderosa.
El novio de mi madre pone música de los años 70-80, el típico rock clásico, se afeita guapo, se pone perfume, me mira a los ojos y me dice: Ja. Es lo único que sabe decir el pobre imbécil "Ja". Y yo le contesto lo mismo: "Ja". Y así para que no sospeche que en realidad le estoy odiando por dentro todo lo más sagrado e imposible que puede existir. Lo odio porque él es feliz al lado de una enferma mental como mi madre. Me pregunto si también le habrás contagiado clamidia a este pobre don pollón maricón. Qué el muy enfermo hace nudismo, que exhibes a mi madre como una perra, un mono o un trofeo. Mientras que tus amigos alemanes te saludan y te dan un beso en las manos.
Eres inofensivo, no te preocupes, no sólo tu hijo meará en tu lápida, yo estaré allí con él, y los dos sacaremos nuestras diferentes pollas y mearemos encima de tu lápida y si queda orina rancia química dentro de mí... si queda todavía maldita y sangrante orina cólico renal en mí, hasta en la tumba de mi madre tendré que mear. Hasta que los guardias alemanes digan algo así como que, pero en su idioma natal claramente, eso está prohibido y lleva multa. ¿Qué clase de gobierno policial de mierda es ese dónde no le dejan a uno despedirse de un muerto de esta manera? ¿Por qué un puto alemán, o dos putos alemanes en la casa de los tullidos espirituales no me dejan mear en paz sobre la lápida de mi madre, esa inmigrante tarada y traicionera como un vil judío? ¿Ahora hablamos el mismo idioma, Keiner?
Mi madre me dice que me vista guapo, que vamos a ir a comer a un restaurante que le gusta mucho a Keiner, que es de unos amigos suyos. Trituro las pastillas y las guardo en un sobre. Sin que me vean. Luego obedezco, me afeito, me pongo guapo y salgo con ellos a comer al restaurante, aunque no me hace mucha gracia, al final termino tragándome las pastillas molidas yo sólo y entre retortijones me desplomo en medio de la comida. Ellos consideran que es un intento de suicidio, pero yo sé, con tanta exactitud, que sólo es un teatro. Pretender.
Una ambulancia, una madre llorando y un novio escupiendo cada vez que abre la boca hasta para respirar. Yo desnudo naciendo una y otra vez, mientras mi madre aborta a mis hermanos y mi auténtico padre llora de emoción al hacer el amor con la mujer de su vida. Sus ojos enamorados, su sensibilidad, su aroma a limpio, su cabellera poblada, sus manos firmes y llenas de amor. Su nuez perfecta. El limbo de la belleza no es un transexual hormonado, sino mi padre joven y enamorado. De sus ojos caen lágrimas y de su boca una mueca insoportable para mí: angustia, desesperación y dolor.
Y entre lágrimas despierto en el hospital. Luego trago saliva y sé lo que voy a hacer. Lo sé con tanta exactitud que me estremezco. Después trago lágrimas y encadenado a una camilla intento liberarme, pero me ataca una carcajada y empiezo a reír histérico. Se me acerca una enfermera y me pregunta que qué me ocurre, le digo que confundí mis valores, que creí demasiado en ella, que todo era una farsa, que mi tío Saúl tenía razón, que mi madre era una mujer mala, una perra, vamos. Me pregunta si me refiero a mi madre, que si no me parece que está mal decir eso de una mujer que me dio la vida. Rompo en llanto y luego empiezo a convulsionar.
En la sala de espera está Keiner, su hija que vino de viaje; y la nieta. También está mi mamá. Y me pregunta la enfermera si deseo ver a algún familiar. Le digo que sólo veré a la nieta de K, si ese kukuxklan es capaz de tener cojones y no ser el mismo perro viejo sin huevos que es para soportar a mi madre. Luego veo el funeral de Keiner, a mi madre llorando y luego la veo follándose lo primero que encuentra. Es una gran profesora, le enseña a la gente cómo cagar ladrillos. Y a sus hijos cómo cagar cuchillas. Más tarde, días después me dan el alta, y la navaja que enterré en el árbol sagrado de la avenida secundaria que da hacia las puertas de la ridícula casa de mi madre sigue allí.
Pienso, luego, muero. Así de fácil. Cada vez que pienso en ti, muero por dentro un poco. Y poco a poco me llevarás a la tumba, y espero por tu bien, que al menos, escupas en mi lápida, mamá. Entre latigazos en la boca tengo 8 años. Y tus ojos se inundan del mismo odio con el que separo las nalgas de tu amado vejestorio y entro en él. 8 veces lo penetro. Y 8 veces eyacularé dentro de él, mientras él llora y jadea y se odia por dentro. Beso sus manos huesudas y le muerdo la oreja derecha, la muerdo tanto que no puedo evitar destrozarla y tragarme un trozo de cartílago. Y mientras tú yaces desmayada por las pastillas él me dirá: danke shön, porque de lo contrario, le clavaré el filo de la navaja en la nuca.
Cena de ultratumba
Cubiertos: cuchillo y tenedor
Plato negro
Dos pastillas de risperidona 6mg en total
Una taza roja con café cargado
Una botella de 0.5 L
Una fuente plana de color dorada
Y una venganza hacia mí mismo
Diarios febrero
En el abismo de amor materno, en la nada deambula la inexistencia, cristalina: un puñado de psiquiatras y especialista en una balanza, del otro lado yo, sosteniendo la cabeza mutilada de mi primer psiquiatra: con el que aprendí el juego de la sumisión y el de la farsa: el juego de las mil máscaras. Escúpeme de nuevo en la cara, verás dónde alcanza mi puño. El gesto moribundo del que será derrotado, en un estado maníaco de la felicidad: simple depresión diluida en químicos. Te estoy grabando, no pienses que hablo con alardes de grandeza,o que estoy siendo devorado por el ácido de tu saliva. Hiede a intelectual de tres al cuarto. Mis ojos se trasparentan, saco la lengua: h e n t a i.
Todo está corrompido, no hay nada que pueda salvarme de este espíritu crítico y roto. Como una mala imagen, cayendo sobre mis hombros. Del otro lado, al lado exterior de la cama estoy yo, moribundo intentando conciliar el sueño. Y a medida que pasa el tiempo, y las bestias salen de sus agujeros, y las anguilas estrangulan algún pez rancio y crudo... por la boca moriré, mis pensamientos no se derrocharán por la noche excitada y viciosa. De mis ojos la mirada de futilidad y crudeza más grande. Los labios rojos de mandar besitos volados a entidades podredumbres entidades. La noche masacra mil cuerpos tiesos, y en sus cráneos rojos y rotos se precipita una mueca: una sórdida sonrisa que te indica que has completado al fin el antiguo testamento y pronto las calamidades del último párrafo:
No importa cuán duro sea el desafío, lo único que te importancia es no dejarse derrotar por las malas lenguas que en un castellano perfecto intentan derribarte. Los santos no existen, menos van a existir ángeles o demonios. Como mucho un ente diabólico diseñado para proteger... Ytchz, no sé mucho de ti, creo que en realidad nunca llegamos a conocernos como Dios manda, ¿te sonríes porque he dicho algo divertido? ¿O es que acaso te estás riendo de Dios mismo? Criatura perfecta y sublime.
27/01/24
En la trinchera
15/01/24
CIUDAD RODRIGO
14/01/24
Mi alma en guerra
La brecha de mi alma era grotescamente enorme, palpitante y sangrienta; nacida de la más dolorosa traición y del egoísmo absoluto, intentaba evitar verter más sangre de la pudiera albergar. Con el rostro desencajado intentaba respirar a bocajarro, pero era complicado porque el dolor era muy intenso. El tiempo era completamente innecesario porque habían pasado casi diez años desde aquella herida. Y sin embargo todavía sentía fresco el abismo en mi pecho, por el que, con tortura y dedicación, se fue drenando poco a poco mi alma. Ya no quedaba ni sangre ni alma dentro de mí, tenía que conformarme con ser un zombie, una cáscara vacía, carne y depresión. Mis días no habían ido bien, para nada. Y aunque estaba completamente aislado, petrificado y herido; intentaba, por todos los medios, encontrar un poco de fe. Porque si no era cierto que Dios me había abandonado, era completamente cierto que yo sí había abandonado a Dios. Y él había aceptado que esto ocurriera. No había nada a mi alrededor, sólo ruinas, calamidades, gente silenciosamente gris, y falsedades. Y era allí cuándo me preguntaba ¿por qué no acabas con todo esto ya, y simplemente mueres? Ya estaba muerto en vida, ya estaba lo suficientemente humillando ante la vida cómo para poder hacer algo. Y mientras yacía moribundo en la habitación, los espíritus, demonios, entes, y criaturas que se alimentaban de mi baja vibración me observaban mientras las canas y la mugre me iba consumiendo. Mi dolor es sublime y nace de una convicción tan dura que no se puede digerir. He dejado de ser un humano sólido, a ser simplemente un resto, escoria; orina y sudor. Me mataba por completo la perspectiva de una vida tan ingrata. El dolor y la angustia era tan grande que lo único que podía hacer era contemplar la vida con ojos recelosos llenos de la más deleitosa de las drogas humanas: el odio. Pero incluso mi odio era febril, no tenía espíritu suficiente cómo para odiar con intensidad.
03/12/23
20/09/23
El mendigo y el viajero
¡Cuántos cuentos absurdos se han escrito a lo largo de los milenios!
[Este Cuento, más adelante]
Al borde del camino había un feo Mendigo. Llevaba más de treinta años pidiendo limosna a los viajeros, siempre en el mismo lugar, con su cara arrugada, llena de verrugas y de gérmenes. Sentado sobre una pequeña caja de madera carcomida, el Mendigo extendía su gorra, antiguamente de color verde esmeralda pero ahora de un amarillo pistacho, y decía: «por favor, una ayudita para los hambrientos…».
Una mañana llegó un Viajero y el Mendigo, debilitado porque hacía días que nadie cruzaba por su Camino y le daba de comer, extendió su gorra en descomposición cromática y dijo, como solía: «por favor, una ayudita para los hambrientos…».
Pero el Viajero juzgó el ruego de una exigencia muy inapropiada, porque allí sólo estaban ellos dos y sólo uno era el hambriento, de manera que el Mendigo debió decir que le diera a él una ayuda para comer. Creyó ver en el mendigo un atisbo de mediocridad embustera y tal vez un secreto. Hasta sus ojos le parecían demasiado pequeños, demasiado rasgados, ocultos tras las arrugas y las costras. Es mucho más común de lo que parece, sin embargo, confundir los brillos de un tesoro con los resplandores de un relámpago.
«¿Qué hay dentro de esa caja?» preguntó el Viajero, al percatarse de aquella caja tan extraña que el Mendigo utilizaba como asiento. Más que una caja aparentaba ser un cofre. Eso le parecía al Viajero, tentado por aquella dulce promesa. El Mendigo carraspeó nervioso, se alteró infantilmente y apenas balbució unas pocas frases de palmaria torpeza.
«¿En mi caja? Ejem, ejem, pues no lo sé. Nunca he mirado dentro, etcétera. Creo que nada. Pero ale, ale, siga su camino, no parece que vaya a concederme un miserable duro…» dijo el Mendigo, buscando espantar al Viajero, o por lo menos ofenderle, con ese gesto de las manos tan común pero ofensivo, que consiste en afearle a alguien su mera presencia ante nosotros agitando los nudillos en sus narices como si de un vapor apestoso se tratase.
«Mire dentro, por favor» ordenó implacable el Viajero. Los viajeros no son moco de pavo. La mayoría de los viajeros que se cruzan por nuestros caminos han conocido mucho mundo, probado exquisitos manjares, conquistado un número infinito de mujeres, sobrevivido a un par de duelos, leído tantos libros y tan misteriosos que su sola presencia espanta a los fantasmas y recaudado una gran fortuna con lucrativos y soberbios negocios. Sus cabezas son fenomenales almacenes de profundas sabidurías y divertidas anécdotas. A los niños les encanta oír sus historias. Hasta sus amigos los envidian. Por donde pisan la hierba crece más verde y se dora en un bucle definitivo de purísimo placer.
«La verdad que prefiero que no» murmuró exhausto el Mendigo. Se había cansado solamente de mover las manos. Así de desnutrido se encontraba.
«Pues si no miras tú, tendré que hacerlo yo. No puedo seguir mi camino si no miro qué hay dentro de la caja» dijo autoritario el Gran Viajero.
«Pero yo no sé si puedo permitírselo, señor. No, definitivamente no puedo…».
Irritado por aquella negativa tan estéril e impotente, el Viajero cargó contra el Mendigo, lo hizo a un lado de un empujón tras un brevísimo forcejeo y abrió la tapa de la caja. Cualquiera que hubiera sido testigo de aquella sencilla pelea reconocería que, a pesar de la enorme desigualdad física existente entre ambos contrincantes, el Mendigo se había esforzado sobremanera. Pero, ¿cuánto vale el esfuerzo de un mendigo? Poco, muy poco, casi nada.
El Viajero hundió las narices hasta el fondo de aquella caja. ¡Qué idiota! Si hubiera leído este cuento antes de protagonizarlo todo le habría ido mucho mejor. Naturalmente, yo no tendría historia alguna que contar, o no ésta, tendría que improvisar alguna otra y quién sabe si no sería mucho más absurda. ¡Cuántos cuentos absurdos se han escrito a lo largo de los milenios! No, nunca más.
Dentro se encontró el Viajero en un nebuloso infinito de mares que volcaban unos sobre los otros, fundiéndose y desvaneciéndose en oleadas, muriendo y resucitando, matándose y procreando, todo en un mismo y bravísimo gesto. ¡Pero no, ingenuo lector! Aquellas olas, aquellos mares no eran mares como esos mares a los que seguramente tú estés habituado, independientemente de si los has visto en costas o en postales. ¡Pues no eran mares, sino lenguas! ¡Eran lenguas, miles de millones de lenguas rojas como fresones salvajes e hinchadas como sandías! Lenguas humanas mecidas por una fría corriente de más lenguas humanas, en una corriente de lenguas que se mecían a sí mismas. ¿Y dónde están las palabras?, se preguntará el lector impaciente. ¡Ah! Las palabras eran rayos, rayos cegadores que atravesaban los ojos como finísimas agujas de luz electrocutada, rayos silenciosos y secos, así como húmedas y dicharacheras son las lenguas, rayos silenciosos como la fuente demoníaca en que se sumía todo aquel baile desastroso y toda aquella lucha zafia y promiscua, aparentando una brutal masa de estúpido movimiento sin sentido ni dirección.
Luego de apartar su mirada del interior de la caja, advirtió el penoso Viajero que había quedado mudo, inútil para la oratoria y por lo tanto los negocios y las conquistas, pues su lengua le había sido arrancada de la boca y ya no podía proferir palabra o grito alguno. Vivir es ir perdiendo las ganas de ganar dinero para sustituirlas por las ganas de dejar huella, ya sea en forma de obras intelectuales, imperios, hijos o gritos bastante horribles, pues también los gritos embarazan. ¿Cuánto tiempo había pasado mirando aquel abismo temible e insondable y otros muchos adjetivos que mejor ahorrarnos, para que el pobre Viajero pueda volver pronto sobre sus pasos y hallar consuelo en su lecho? No podría decirlo. Un segundo, tal vez cien años, tal vez el abismo lo engendró, tal vez el abismo lo retenga en su seno hasta el fin del mundo y lo esté ahora mismo rebozando en lenguas como a un filete de pollo en pan rallado y huevo…
«Se lo advertí» le dijo el Mendigo, de rodillas en medio del camino, mirando al Cielo y dirigiéndose a sus compasivos testigos. «Mira que se lo advertí: usted pensó que habría algo de valor en mi caja, porque es lo que todos los Viajeros piensan, pero yo sé que mi caja sólo esconde el Infierno. ¿Que cómo lo sé? Porque de algún modo esa caja es también mi corazón, mi lengua está bien, gracias por preguntar, pero los mandamases del imperio infernal que mi caja alberga me han prohibido hablar del asunto, y yo les tengo tanto miedo que obedezco… Lo único que puedo hacer es pelear para que no abran la caja y regañarles cuando la abren. Pero soy muy débil y todo el mundo me vence sin dificultad. ¡Ay! Si tan solo me dieran de comer antes de abrir la caja, y no después, yo podría hasta mostrar alguna especie de resistencia… Como dice un amigo mío, al que estimo y de hecho admiro: si hubieras leído este cuento antes de protagonizarlo todo te habría ido mucho mejor…»
19/09/23
De pie sobre mi lápida
Estoy consumido por un ente que lo devora todo y no deja nada en mí. Se alimenta de mi sed y de mi hambre. Lo noto reptando por mi oreja. No hay nada que pueda hacer jugué con cartas demasiado peligrosas. La vida sigue, la gente tiene hijos y algunos gozan del amor. Para mí hay un plato con cenizas de lo que una vez pude alimentarme. No tengo nada que sea solido y sagrado... Para mí no hay familia. Todo es un juego de sutilezas y compromisos. Sé que mis padres no están orgullosos de mí. Sé que soy un estorbo, por eso me pregunto, ¿cuándo se torcerá todo una vez más y podré por fin matarme? ¿Qué tiene que pasar para que me digne a suicidarme? No me siento bien. Todo es una máscara que cubre una terrible cicatriz. El tiempo pasa y yo me hago viejo. Mis padre morirán algún día y ese será el día que no pueda digerir, pese a que la familia sea una completa farsa. He quedado extraviado entre dos vidas muy diferentes. No encuentro palabras para reconciliarme conmigo mismo. Estoy mudo frente a mí mismo, sin nada que pueda hacer. Ni una sola mueca. Mientras se precipita el tiempo y espero a que la gente enloquezca y se consuma a sí misma como yo conmigo mismo. No estoy de pie, estoy más cerca del asfalto que mi propia sombra. De rodillas y suplicante algo de visión. No creo que exista ningún sentido de la vida, salvo más allá que la biología y la especie. Soy un marginado de mi propia existencia. Y mientras las arrugas se claven en mí, yo me iré convirtiendo cada vez más en un engendro. Necesito un coro de suicidas enamorados que me dejen unirme a su grupo. No siento sangre en mi cuerpo. Mi alma se evapora cada vez más. Y de mí no queda nada que no sea carne y huesos. El mundo, la gente, la existencia es una auténtica bazofia; y yo lo sé con tanta exactitud que me da miedo admitir que he llegado al final de mi vida. Nunca pensé que llegaría tan lejos y tan desmejorado. ¿Qué se siente ser viejo? Yo lo sé. Porque no guardo esperanzas en nada. Estoy completamente solo. Deambulando entre espejos rotos y sueños sin cumplir. Entre flechazos de odio y enamoramientos ficticios sólo por no enloquecer. Mentiras que uno se puede contar a sí mismo. ¿Por qué no encuentro paz? Debí haber muerto con el primer invierno que conocí. Ni más ni menos que el primero. Suficiente experiencia vital en ese tiempo. Debí suicidarme en pleno brote esquizofrénico. Debí haber muerto ahogado con la agria leche del pecho de mi madre. Y no esperar a morir en un cóctel de leche con pastillas. El tiempo se acabó para mí, no veo ninguna forma de salir de este agujero de mugre y destrucción. Y sin embargo, es una pena que una mente tan privilegiada para asumir el mundo y sobrevivir tenga que matarse para evitar el tedio de la espera...
11/08/23
Rehabilitación
Amanece un nuevo día y en mi sed una gota negra de veneno. El apetito en la nausea de la madrugada un puñal. Me ilumina el día una crucifixión que irradia luz amarilla. El cielo despejado: hoy suenan trompetas en el mundo mientras que yo me acostumbro a dormir infames horas en busca de consuelo o perder por completo el sentido. De mí nada hermoso, salvo cigarrillos hechos con papel de biblia, he perdido por completo el deseo de Dios, cuándo me gana el vicio por fumar y matarme. En el escritorio de la habitación unas cuántas colillas en un tazón negro con las insignias de Dios entre quemaduras púrpuras. La taza está sucia y su aroma rancio a café. Mi cuerpo envejece, mis dientes se van carcomiendo por el humo y por la fealdad que hay en la vejez. En mis ojos sólo se ve la expresión de un condenado en vida. Y mis padres, tan distantes, me hacen querer desaparecer para ellos también. Y mi hermana, tan extraña, me da la sensación de que no tiene nada ningún sentido. Lo he perdido todo. Y en la sonrisa de la juventud brillante y hermosa una mueca de asco ante una mala noticia: la muerte de un familiar, de un amigo, de un conocido... de alguien. Pero no os confundáis no estoy acabado. Aunque parezca estar finalizado... En mí todavía late un nervio, en mí todavía hay sangre y sé que no moriré de rodillas, si atado, sumergido, colgado, rajado, en la basura. Rebuscando en mis tripas algo de amor propio, bebiendo mi propio vómito para no morir de hambre, entrando en un bucle casi infinito de perversiones. De mi tumba lejana, la maldigo, la mantengo lejos. Quemaré toda la ropa cara que tenga para que así no pueda ir a mi propio entierro. Me retuerzo como un alma en pena, una sombra negra que observa aguardando desde el rincón más oscuro de la casa. Y entre laberintos me encontraré a mí mismo intentando encontrarle sentido a toda esta suerte de mugre nauseas y desesperaciones. En mi boca una manzana y en mi estómago el ardor de los líquidos de un farsante. Tremendo favor me he hecho. De los días hermosos y acogedores el terror de la casa y el cansancio superior que nos impulsa a ser parásitos cuándo no queremos mover ni un solo dedo por cambiar nada. No soy un insecto, soy un ente vagando libremente. No soy un santo, no soy un pecador; no soy nada, soy liviano, soy una plaga, soy lo que existe después del abandono. No soy una serpiente, ni un tirano, sólo soy un ente que busca un rincón oscuro. Perturbado y perpetuo. Entonces allí, en medio de la boca del devorador me encuentro yo, haciendo un esfuerzo titánico para no irme a la mierda. Navegando en un océano de sudor y ansiedades. ¿Qué será de mí cuándo las cosas empiecen a ir bien? ¿Recordaré algo de esto con nostalgia? ¿Ser una persona de provecho? ¿Qué haré cuándo me canse de perder el tiempo? ¿Habrá algo para mí después de la enfermedad? ¿El destino tiene algo preparado para mí? ¿Por qué es todo tan irónico si lo único que quiero es una vida, escritura y dos o tres amigos? ¿Pido tanto? Qué torpe, ni siquiera pido riqueza, ni familia, ni amor. El nauseabundo arte de exigir lo único por lo que sentí algo, escribir, a duras penas, en baja forma, en las peores circunstancias posibles, con la libido baja, con el amor propio fulminado, se acabó la plaga, he bebido del insecticida para la mediocridad. Y si esto es cierto, ¿por qué sigo siendo mediocre? ¿Servirá de algo guardar con tanto amor estos pasajes que nadie querrá leer? ¿Alguien se preocupará por mí? ¿Por qué me siento tan sucio y tan crudamente solo en este maldito y asfixiante mundo? No hay cuerda para mi cuello lo suficientemente letal para hacerme dormir. No existe cuchilla lo suficientemente afilada para dejarme sin sangre. No hay veneno lo suficientemente efectivo para morir ahogado en mi propio vómito. No hay contorsiones lo suficientemente sagradas cómo para calmar a un hombre que está maldito. Y sin embargo, pese a todo esto, sigo aquí, palpitando, consumiendo, respirando, viviendo. Y es allí cuándo todo adquiere un sentido tan minúsculo. La mesa está llena de cenizas, mi alma también. No os preocupéis, sólo es un retrato de lo que soy: una suerte de abominación. Un monstruo que no sabe aceptar la derrota. Y llevo en la derrota demasiado tiempo, es ofensivo, malcriado con el tiempo, absurdo, abusivo. Mi relación con el mundo es una relación de maltrato psicológico. Y si todo esto sirve para algo, ¿por qué tengo esa media sonrisa en la cara? ¿Por qué estoy tan de buen humor a pesar de estar flotando en un océano de babas somnolientas? Estoy alejado y en jaque. Estoy solo y rodeado de enemigos. No tengo el alma de un buen padre, ni el útero de una madre; por lo tanto, no sirvo para ningún propósito biológico. Soy un ente que deambula entre las cuatro paredes de su casa, abusando de las pocas sustancias que tiene a su disposición. Descomposición y fémures. El mundo no tiene ningún sentido para mí. Pero eso no quiere decir que no lo entienda. Es tan fácil como explicarle a un niño el sentido de la vida. Pero no quisiera hacer llorar al niño. El sentido de la vida en sí da ganas de llorar.
10/05/23
Psycho Vitch
Dedicado a Trrr
I
Encontrar el camino es tan difícil T que la verdad es que a mi me ha costado cinco años o más llegar a algún a alguna suerte de sentido común. El terror T viene cuándo descubres que toda esa vinculación mística con Lo Sublime puede desvanecerse al verse entre psiquiatras psicólogos y demás parafernalia cara. Hablo de parafernalia porque sin duda T es una cuestión de perspectivas. Sé que tienes miedo, terror, pánico, rechazo, y hasta, si me lo permite el propio sentido común, odio. Una delicadeza tan inmensa como el amor. No hablo de sutilezas, sino de proporciones terroríficas: odiar a toda la humanidad o amarla por completo: con su belleza bondad, y también con su maldad y fealdad. Hubiera preferido ser una suerte de psicópata prostituta. Lo digo muy en serio. Para mí sería todo mucho más fácil si todo se redujera a impulsos biológicos: beber, comer, hacer caca, follar, y dormir. Pero es allí cuándo me elevo sobre toda la humanidad y me doy cuenta que amo tener sed, mendigar mendrugos de pan, mantener una abstinencia cruda cínica y radical que me obligue a salir de madrugada en busca de algo, y digo algo con dolor, porque debería ser alguien y no algo... a lo que follarme o ser follado. Por no hablar de mi affair con el sueño y el descanso. No quiero rendirme, ya no por cuestiones éticas, sino por cuestiones morales. De mi boca no saldrá ni una sola mala palabra, ningún gesto vacío. De mis ojos brotará una lágrima roja de sangre cristalina que empapará mis labios y saciará mi sed. Y al alimentarme de mi propia sangre, mi alma estará satisfecha. Luego decapitaré mi miembro para volverme una criatura sin apetitos de ningún tipo. Con dolor y perversión. Sellaré mi ano con pegamento para cirugías y de allí no brotará nada ni tampoco se deslizará nadie. Dejaré las pastillas, y superada la barrera del sueño, que sólo son intentos por volver a la manía suerte de intemperies desesperadas no habrá en mí tiempo para perder el tiempo: no habrá tiempo que importe porque sólo podré dedicarme a escribir mis últimos latigazos antes de tragar de mis lagrimales dos litros de sangre. ¿Cuánto tiempo tardaré en morir antes de acabar con toda esta broma tan sórdida y cruda? (***) De los buenos recuerdos tendré en el corazón tu mirada sorprendida antes de desaparecer de mi vista. No estoy durmiendo bien. ¿Soy un tirano? ¿Y por qué amo ser un tirano? ¿Será porque en realidad odio a toda la humanidad?... (***) Cerraré los ojos esta noche, y si Lo Sublime quiere podré despertar. Y si lo crudo quiere podré volver a beber, comer, hacer caca, follar y dormir. ¿Pero cómo voy a poder existir si no le soy fiel a mi religión? ¿Le importará a alguien si decapito mi miembro? ¿Lloraré o me volveré la criatura humana más dichosa del mundo? ¿Es que acaso quiero ser un ángel? Depravación, violaciones, maldiciones, odio, resentimiento, rencor, repugnantes flecha clavadas en mi hermoso cuerpo saludable. Sudoroso y orgulloso. Todos son unos hipócritas. Salvo Sífilis, Mon Amour, el resto sólo lo hace por gestar un maldito bebé subrogado. (***) Yo no quiero que me lobotomicen. Yo no quiero perder la memoria. Yo no quiero olvidar mis traumas. Yo no quiero ser un hipócrita más. Yo quiero morderle los dientes a la muerte.
II
Entonces, entre abismos se entienden los suicidas y los perversos. ¿Te has dado cuenta que eres como una rosa hecha de carne y huesos? ¿Acaso has visto las proporciones de tus espinas nacidas de las astillas de los huesos de todos aquellos que te señalan y se mofan de ti? Me cago en los muertos de los infames. No tenéis los cojones que hacen falta para tragaros las pastillas que me trago yo. Sois un puñado de imbéciles arrogantes, niños chicos, hijos de mamá y papá, de una mamá y un papá divorciados, porque vuestro padre está reprimido y vuestra madre os quería abortar. No pasa nada por ser discriminado. Lo divertido del asunto es cuándo intentáis aprovecharos de la gente noble. ¿Qué tengo bueno corazón? No lo sabes bien cuánto. ¡Mi puto corazón está intacto, aunque los puñales penetren en mi carne yo nunca dejaré de amar al género humano! ¡Para mí todos vosotros sois unos tiernos retrasados que no saben cómo encarar un buen pinchazo de esgrima! Os escupo la flema grisácea y verde de mis pulmones en el rostro tierno de vuestros hijos recién nacidos. ¿Y sabéis que ocurrirá después? Lameréis ese esputo y lo saborearéis porque, ojo, no he dejado de ser un ángel. Y os sabrá a Dios. Infames encaprichados. Todos vosotros estáis podridos, más que mis propios pulmones.
III
Esto no es un juego, nunca se ha tratado de jugar. Esto es la vida real, y la realidad es colosal, indigerible, por eso muchos prefieren mirar atrás cuándo sienten que le persiguen, muchos intentan prostituir su alma, vender sus huesos, hacer mierdas raras y luego ocurre lo que ocurre: -susurrando- que un demonio os perseguirá toda vuestra puta existencia.
Y yo me reiré el último, cabrones.
01/05/23
dios es la derrota
dios es el fruto
incomprensible
en la espesura
de las estrellas
que han vencido
a los enfermos
la luz es grande
y el corazón muere
entre las cumbres
dios es el triunfo
incomprensible
de un solo viento
que limpia
los latidos
la bestia se deshace
en su secreto
la bestia erguida
se deshace
y en su secreto
no existe la muerte
en su secreto
la bestia es bestia
y se deshace
infinitamente
ese era su secreto
Crudo, o "Carne"
30/04/23
Golpe de realidad
Yo te amo, pero tú no
Yo te quiero, pero tú no
Yo te deseo, pero tú no
Yo te abrazo, pero no estás
***
Teoría del poema, escudo, dada su brevedad: el poema manifesta una tibia tristeza ante un imposible. La ausencia y la duda de la genuinidad de sus palabras convierten al autor en una suerte de hipócrita o mala persona, sólo por defender los valores del amor genuino. Con esto quiero decir que, pese a que mi poema está escrito con palabras sencillas, el vacío que existe está no en su falta de vehemencia sino en su falta de entendimiento. El amor romántico no exitste, okey. ¿Pero entonces el amor que sentimos el uno por el otro es sólo ficción entre dos personas que no se conocen? Me parece una posición cobarde de la vida. Sin embargo, no ensuciemos un bello poema con bilis innecesaria, lo único que importa del poema es que Yo, autor, amé, y eso, pese al capricho de la geografía, no me impidió disfrutar de la vida. No huí. Ni tampoco usé a nadie. Resulta que ahora los que llevan la máscara para ser suficientes en el puto mundo son los que triunfan. Pues no me parece bien, y con el gesto serio, recordándote, escuchando a Lana del Rey, sé que me amabas; pero que, obviamente, para ti, yo, o era una máscara, o estaba podrido, o simplemente, aunque arda, no era lo suficientemente bueno para ti. Touché, mi amor, cuídate: porque te quiero.
04/04/23
02/04/23
Muchacho, un día despertarás y no habrá ningún dolor. ¿Qué harás entonces cuándo tu castigo se haya acabado? ¿Serás feliz? ¿O te aferrarás al clavo del olvido? ¿Los ojos clavados del Cristo prehistórico en tu corona? Una vez hecho el hombre abismo y caída... ¿cómo volver a respirar después de encontrarte agotado y saciado de tanto dolor?
(***)
Tu rostro en mí. Mis ojos mirando a través de ti. Tus pulmones respirando mientras estás dormida. El amanecer frío nos busca... En tu boca: mi voz. Y en mi voz tus labios.
En mis momentos de auténtico peligro, precipitarse al vacío, intentar respirar debajo del agua, beber de un elixir maldito: tu voz perfecta...
En mis días oscuros: una llama. En el miedo de la noche tu voz acompañándome. Como una caricia que me eleva. Como un abrazo tuyo.
Tu sonrisa grabada en mi memoria. Como un reloj. Y ahora me siento tanta dicha que desearía no volver a dormir nunca más. El abrigo en la intemperie. La mano después de la eterna caída...
Mírame bien, no estoy hecho de nada que no sean cicatrices. Me pregunto entonces, ¿qué me importará otra cicatriz más si es tuya?
El infierno es un lugar ridículo comparado con lo que provocas en mí.
El cielo no hace justicia al deleite sublime inmortal que provocas en mí.
Y cuándo lloro aterrorizado en la prisión, pienso en ti.
Mis lágrimas tienen la forma de un diamante.
Y sus pliegues me cortan cuándo resbalan...
Quisiera que me entiendas.
No importa si todo acaba aquí.
Tu amor me hace libre.
Tu amor me hace humano.
Tu amor me inunda,
y eso me hace.
Aunque sólo sea yo una mueca distorsionada por el clima, el tiempo, la herencia, la violencia o el dolor... sé con certeza que eres tan importante para mí que, no existe nada ni nadie que pueda obligarme a traicionarme.
Y el tiempo repta infatigable. La gente se muere. El silencio se hace más grave. Y aunque ya tenga una lápida para morir. Sabiendo que no habrá escapatoria, ni trampa para huir de ella... la gran belleza de todo esto es que no importará cuándo mi cuerpo ya no esté...
Yo siempre seré eterno, porque te amo.
31/03/23
Lo siento
Del nudo infame en la garganta, el aire liviano, el estómago revuelto. Entre los pasos hay un agujero y pisas dentro. Una y otra vez. Desde la fría madrugada hasta la solución final: la muerte de la paz, la asfixia del amor. Los ojos como dos cuencas vacías. Un frío sudor recorre tu frente. Todos los buenos propósitos han desaparecido. Estás ciego de dolor. Las náuseas en tu respiración. El látigo de sangre que empapa las venas. Los ojos hinchados de rechazo y dolor. Demasiado dolor. Entumecido. Entre la mugre y el fango de la vida una luz te ilumina el sendero. Intentas seguir el camino. El frío besa tu piel. Pero no puedes dar ningún paso. Todo se derrite y derrumba. Todo se agrieta y se muere. Y desesperado mientras entiendo cada una de tus palabras. Sólo puedo callar. No te quiero asustar. No te imaginas lo cerca que he estado hoy de querer morir. Y con un hilo de voz sólo puedo decir te quiero. No existe nada que pueda saciar todo esto. Y mientras más perturbado parezco, más sobrio estoy. Escucho el sonido, el grito, la maldad. Y no lo soporto. El tiempo se agota y yo estoy tan lejos de ti. No debería ser una molestia. No debería importar nada. Pero no puedo evitar sentir pánico frustración y dolor. Te veo a los ojos y sólo puedo guardar silencio y amarte más. Es una trampa. Todo es una trampa. Nos persiguen. Estoy enloqueciendo. Coge mi mano y vámonos. Todo es una suerte de miserias y desgracias. Sólo sé que te amo. No es un delirio, lo sé porque te veo realmente como eres. Y no puedo apartar la mirada de ti. Cerca de ti. Deseo estar cerca de ti. Necesito ver tu rostro iluminado y acercarme a ti. Necesito abrazarte y olvidarme de todas estas pesadillas. Deseo acompañarte. Ojalá por siempre... No quiero despedirme de ti. Mientras duermo te pienso. Y nadie podrá arrebatarme eso. Estaré aquí. Lo siento.
07/03/23
Una araña en el colchón
Serían las nueve de la mañana cuando despertó de un inquieto sueño. Había pasado la noche entera revolviéndose entre las sábanas, pero al despertar fue incapaz de recordar lo que había estado soñando: vagas reminiscencias de aprensión y un extraño orgullo iracundo. En su ignorancia deseó haber despertado convertido en un asqueroso insecto, en una pequeña araña tejedora de panza negra y largas patas. Cualquier cosa le parecía mejor que ese adulto inútil y miserable en el que se había convertido. Por eso, y porque cuando no tienes motivos para despertar tampoco tienes motivos para levantarte, decidió permanecer en la cama hasta la hora de comer, cuando su padre le llamaría tocando la puerta para acudir a la mesa adonde tendría preparado un plato de caldo de pollo que cocinaría el día anterior con algunas sobras y un par de pastillas “avecrem”. En la mesa sobre un mantel sucio de amapolas y manchas de tomate habría un vaso de agua, servilletas, cubiertos y una naranja. La televisión daría las noticias con un murmullo enfermizo de fondo. Lentamente, frente a su padre, ensimismado en su larga tarea de sorber la sopa, retiraría la silla arrastrando las patas por el parqué, se apartaría el pelo de la cara, se sentaría, clavaría los codos en la mesa y con la primera cucharada de sopa con sabor al tabaco negro vespertino que fumaba su padre se echaría a llorar sobre el plato de sopa y se preguntaría para qué hacía falta más valor, si para matarse él o para matar a su padre. Él sabía por qué quería morir, no hacía falta más que verle, la reiteración en sus inercias no era sino un espejismo, el mañana era tan sólo un rodeo, un circunloquio que iba de lo mismo a lo peor, una artimaña de lo idéntico para desembarazarse de su propia regularidad estéril. Pero en cuanto a su padre… ¿acaso no tenía su padre derecho a su propia agonía?, ¿a su decadencia, a saborear los torcidos deleites de su enfermedad, de su hundimiento?, ¿a elegir el dolor, la insistencia, a demorar la nada un rato más? Un buen padre debe estar orgulloso de su hijo, sea quien sea su hijo y haga lo que haga, un buen padre debe estar orgulloso de su hijo incluso si su hijo amanece un día convertido en un repugnante insecto, incluso si su hijo decide hacer acopio de valor, enderezar su espíritu puramente compasivo y volverse un parricida. ¿Qué padre no quiere lo mejor para sus hijos? ¿Y a qué hijo le gusta ver sufrir a su padre? Revolviendo la sopa en el plato, como antes se había removido él mismo en la cama durante el sueño, creería ver su propio reflejo convertido en un remolino de aditivos cancerígenos y restos rancios de pollo con un ligero sabor a Ducados, creería verse a sí mismo como un dañino insecto, como una araña reclusa parda o una errante bananera, vomitando su negra bilis sobre la sopa, su baba purulenta y nociva. Entonces su padre, cansado y feliz, le contaría que había descubierto una radio nueva, que luego le diría cómo se llama porque ahora no se acuerda, pero que es una radio donde ponen música de todos los rincones del mundo, del África y del Brasil, de los cinco continentes y también de España, música que él nunca antes había oído y que si no fuera por esa radio nunca habría oído. Su padre se esforzaría por recordar el nombre, balbucearía en vano, encendería un cigarro en la mesa aunque no había nada que le resultase más desagradable que un padre moribundo fumando su tabaco con la comida todavía caliente en el plato, y por debajo de toda esa costra mundana, de ese campo infeccioso llamado hombre y llamado padre creería ver un poco de alegría, de sana curiosidad, de bondad genuina y castigada. No, no podría luchar contra su padre, no podría concebir la lucha ni tampoco asegurar su victoria, lo más que concebía era una proclama estúpida y ruin, una insensibilidad fatua y como una falta mayúscula de gracia inconsolable. Que su padre se lleve consigo a la tumba toda su alegría, toda su ingenuidad y su falta de malicia, la música y las letras, que se lleve Brasil y Oceanía a la tumba, que no quepan en el ataúd tantas cosas buenas juntas, o mejor, que lo incineren, que lo incineren y los restos se esparzan por el aire callando bocas y limpiando oídos, apretando corazones y latiendo en las sienes de los injustos y los desesperados. ¿Qué lección le quedaría por aprender de su padre? Ninguna, su padre ya no tenía nada que enseñarle, pues su única lección era de una estupidez incomprensible, la falta de valor, la falta de una ética más allá de la indolencia. Lágrimas corrían por todas direcciones, ensayando laberintos, y los olores y los sabores y los ruidos y las caras se mezclaban en una sola sustancia insulsa y dolorosa, ya no habían dos seres incomprendidos uno frente al otro, sino acaso una sola carne, una epifanía de cuerpos podridos, un padre muerto, un hijo asesino y una araña teniendo una pesadilla en el colchón.
27/02/23
Querido Vorj:
La madrugada ha sido amable contigo, no te podrás quejar. Pero escuchando tu cabeza tengo claro que deberías ir haciéndote a la idea de que terminarás encerrado en una casa para locos durante uno, o dos años, seguidos. O podrías ser responsable e ir aprendiendo a anudar un suculento nudo para que así salgas de tu zona de confort y puedas llegar al final de esta lamentable etapa: la horca tensa y saltarina, como la tripa de cerdo usada. Sabes de sobra que hace mucho tiempo que no sintonizamos la misma cabeza. (***) Todavía te recuerdo joven y enamorado de la vida y la literatura. Aún te escucho respirar y blasfemar con viva malicia astucia y mofa. Tampoco podías prevenir que las cosas se iban a torcer tanto. Era imposible saber que hoy, muy entrada la madrugada, el sentimiento suicida y sublime te iba a desbordar e invitar a morir solo. (***) Me quiero despedir bien de ti, muchacho. Lo haré con mucho cuidado porque tampoco quiero juzgarte. No te preocupes, no es un mal día para irse. Ya no queda mucha gente a tu alrededor. Tus padres tampoco te van a salvar de ser un suicida. La ayuda psiquiátrica ha sido dura y tortuosa. De hecho, me atrevería a decir que no ha servido de nada. Salvo para mantenerte en un letargo en el que ni eres hombre, ni eres niño; ni siquiera eres mejor que una piedra. (***) Querido mío, sobre todas las cosas, aunque estés al borde limbo magnético de lágrimas crueles, yo te quiero. Aún te quiero, como una caricia humana o muy lejana en la memoria. Como el Ocaso quiere el Alba. Pero por favor, hoy no. Te suplico algo de tiempo. Estoy trabajando en ello. Haré las cosas mejor, no desfallezcas. Pero si no puedes más con todo esto, coge mis zapatos y salta al vacío. Coge mi cuello cansado, yo no lo quiero ya, y asfíxialo: pero no tú... No te mueras tú tampoco, que eso es de muy mal gusto. (***) ¿Qué nos quedará de recuerdo cuándo el último clavo se oxide y caiga? ¿Las heridas en las manos como los ojos de Cristo petrificados en el cielo buscando a su padre inexistente? Recuerdo haberte visto tremendo y sutil. Grandioso elocuente divertido y mordaz frente a la vida. Cuándo eras puro y ligero. Cuándo no te había lavado el cerebro. (***) Del vacío de tu alma. Del cariño desesperado de una madre que intenta reconstruir algo en su vida, pero que en realidad, simplemente está enferma. Un padre deprimido y enamorado. Una hermana viviendo una utopía cara y por suerte impredecible. El cariño tan hermoso que alguna vez existió, la dulzura de unos labios sonriéndote. La mirada noble de tu propia sangre. Todos los fallos, todos los ultraenamoramientos, el cansancio, el miedo el asco y la decepción. (***) Todas las noches celebro una misa en mi interior. Y todas las mañanas me aterra la perspectiva de la vida: ¿el sentido de la vida es una farsa? ¿Cómo es que te mantienes vivo todavía, camarada? ¿Es acaso una suerte de supervivencia retorcida y frívola? (***) Sabes de sobra que todo lo que has padecido es tiempo extra. Hace cinco años que deberías estar ya muy muerto; y si te mantienes vivo es por un hilo biológico y una suerte de reloj humano.... Acostúmbrate a la rutina y a la depresión. Porque ambos sabemos que debiste matarte nada más ver los ojos de tu padre todavía rojos por el llanto... Maldito llanto. No había ninguna respuesta posterior. Ni tampoco nada que salvar. No podías hacer nada. Ese era tu adiós más digno, y ahora que no lo has hecho, sólo te queda resistir. La maldición del tiempo y los malos sentimientos. (***) De las equivocaciones, un deseo; del amor más hermoso del mundo una súplica. No estoy bien, todo es espantoso. La sublime belleza humana me acompaña: he visto los ojos más hermosos del mundo varias veces reflejados en los míos... He conocido el amor, la pérdida, el engaño y el lado más miserable tóxico cielo muerto de mi existencia. He visto mil barbaridades en mis sueños y en todas ellas he sido yo el asesino. Y mil demonios en mis pesadillas que me adoraban. Todo se hace cada vez más liviano, como si el propio sentido de la vida no existiera. Porque no existe un sentido hacia la vida que no sea otra cosa que rutina mundana y asquerosa: no hay nada más allá que la lamentable pérdida de la identidad y la libertad del pensamiento: todo es una cuestión de dinero... (***) Cuándo nace un bebé deseado todo el mundo aplaude de la más arrogante alegría: otro más, sí, pero para el ataúd. Criatura mía, aún cuándo estás al borde de la locura y el suicidio, todavía existe la venganza. (***) La ultravenganza. Apiádate de ella. Abrázala. Y fúndete con ella. Del infierno primero del mundo, hasta la inexistencia; desde los ojos tiernos que despiertan hasta el hueso del cráneo; desde los labios de una hermosa muchacha hasta los dientes de un muerto. En el cielo lloran mil cristales catastróficos y en la tierra sólo hay polvo mugre y gente enferma. En el abrazo que no te di papá, en las mentiras piadosas que te conté mamá, hasta el humo que deja mi cronología fatalista... ¡No hay horizonte posible! ¡Y eso me destroza! (***) ¡Y dónde está tu sangre coagulada y química, hijo mío! ¡Te falta sangre en las venas! ¡Te falta sangre en las mejillas! ¡Eres un títere! Muere de rodillas ante el dolor de tu propia mente, pero no ante el miedo la angustia y la docilidad. Muere esclavo de tu don, no de tu tropiezo. No te dejes hundir en el fango lírico luminoso y desleal de los psiquiatras. Son bestias ignorantes, y absolutos depravados. Si Dios existe éste ha renegado de ti. Y si los demonios son reales, ¿por qué esos infames buscan mi atención? ¿Codician mi alma? No voy a ser parte de vuestra granja humana. Del pavor, el miedo y la vergüenza más terrorífica me erguiré como un asesino de almas. Y con el auténtico soslayo que nace de mi viva alma, y desprecio innato escupiré en vuestras caras frías. (***) Del Infierno de mi último grito de ayuda, de mi patético lamento, de mi amor a Larva, de mi amor a Zoon; sólo existí gracias a ellos. De la sospecha de un hermano más: Valcour prométeme el paraíso.... (***) De lo más bajo del espectro humano, en la enfermedad mental, en el deliro constante, en la incertidumbre, y el brevísimo placer que da respirar... ¡¿Colgado yo?! ¡¡¡DEBERÍAIS COLGAROS VOSOTROS Y NO YO!!! ¡Y DECIDME ENTONCES, POR QUÉ ESTOY YO MÁS CERCA DE LA CUERDA QUE VOSOTROS! Lo sospecho, lo sé, luego lo regurgito... (***) ¡Os odio con toda mi podrida y agujerada alma mortal! ¡Os odio más allá de la moral y el mal, más allá que la venganza, más allá que la vileza! ¡Oh Dios Santo, no soporto el aroma de mi alma moribunda! ¡Por qué no puedo ser inquebrantable! En mi boca una mueca de asco, en mis ojos venganza y en mi latido cardíaco la guerra asomando, próxima, tan lejana, tan rota en mi interior... De mi boca un serpiente, de mis ojos un puñal y en mi cuello, cerca de mi respiración, auxilio y sangre púrpura intoxicada y maldita: mi más auténtico desprecio hacia todos vosotros. Os mataría a todos, hasta a mis propios padres. Os quiero ver tan bajo como he caído yo, y después enterrar vuestras cabezas en la tierra y pisaros. Os quiero escuchar sufrir mil tragedias imposibles de corregir: no quiero que tengáis esperanzas de un día mejor. Os quiero ver con el rostro desencajado y sollozando lamentos llenos de auténtica desesperación. Os quiero ver haciendo el nudo final, y contemplando sin alma vuestro destino, cayendo cada vez más bajo. Y cuándo todos vosotros bajéis al fango en el que estoy, dónde vamos a luchar por nuestras vidas, con todos vosotros con el cuello rojo y áspero por la cuerda maldita, es allí cuándo quiero que me miréis a los ojos y entendáis por un instante que no soy otra cosa que un devorador de almas. En el lodo más sutil y miserable de todos, en el terreno despreciable, en la intemperie absoluta, cuándo no os quede en el corazón ni padres ni caricias ni amor propio... cuando vuestro último impulso sea veros como asesinos de vosotros mismos. Cuándo la nausea sea tan grande que os haga vomitar del pánico, asustados y confundidos. En el cielo se dibujará una sonrisa sórdida de madrugada. Y en la noche caerá mi fusil cargado, directo hacia todos vuestros rostros infames y humanos. En el asfixiante limbo de la incertidumbre humana: cuándo no os queden fuerzas, y el único sentimiento que podáis expresar sea el de querer acabar con todo..., allí cuándo creáis que habéis tocado fondo, allí estaré yo contemplando con excitación vuestro propio desastre humano. Y mientras intentáis entender el sentido de la vida, amar de nuevo, abrazar a padres todavía vivos, besar hijos y crucifijos; yo sonreiré y lleno de absoluta dicha dibujaré una esvástica en mi corazón.
22/02/23
Tiempo y trampa
El tiempo no me pertenece, ni tampoco su ritmo. Ni el llanto ni la silueta ni el auxilio. Todo lo que podría salir bien se ve consumido por la desgracia. Y del vientre del que nací precipité a la distancia que todo se iba a derrumbar. Todas las madres del mundo llorando por mil hijos arrepentidos de estar vivos. De entre los árboles una sombra que todo lo va devorando. No deseo este sentimiento fatal y nauseabundo, como de emoción cortada, como de desesperación moderada. Hasta el hartazgo de mi ser, no encontraré descanso en este mundo tan infame y tramposo. Si al menos me acompañara la calidez de una sonrisa o un gesto lleno y vivo. De la infancia y adultez sólo un despojo aturdido y mancillado por el tiempo. Equivocaciones, traumas, anhelos y mil fantasmas. ¿Cuánto tiempo más hasta que me quiebre por completo? ¿Y si soy una bestia por naturaleza, debería aceptar aquella condición? Estoy tan aburrido del manso producto de los químicos aturdidores de voluntades y respiraciones. Y en mi memoria tus palabras: sólo latidos, late late late, y luego muere. La expresión última de la humanidad es la desesperación. El anhelo más humano que puede existir: crear una familia. Del beso cautivador de la juventud, el quejido, el llanto, el corazón completamente podrido de tanta desdicha. ¿Acaso los muertos aman? ¿Acaso los moribundos se confiesan? Y del brillo roto y hermoso del parto... por qué tenía que intoxicarme con todo lo que significa estar vivo. Por qué tenía que padecer este largo camino hacia un final completamente injusto. Nadie llorará por mi, ni existirá auxilio posible ante la cuerda inminente.
16/02/23
Confesiones a pesadumbre
No pude resistirme. Quedé intrigado por semejante aura. Rabioso y contorsionado en un colchón azul logré entender todo el dolor espiritual que hundía su corazón... A fin de cuentas una especie de afinidad nos envolvía. Un magnético vaivén me
unía a ella. Y mientras más retrospectiva tengo
me doy cuenta de lo afortunado que fui al poder conocerla y compartir momentos de calma y paz, aunque fatalistas a fin de cuentas. Siempre fatalistas. Tristes días
agónicos de indiferencias y melancólicos infiernos negros de la depresión acarrean mis últimos días y ahora
más viejo y deforme me consuelo pensando que su ausencia no fue en vano.
Soy el mismo, sólo que asustado inseguro y vulnerable. Si algo debo decir sobre ella es que abracé con mi alma a esa muchacha desde el
momento en el que logré ver en su espíritu toda esa dulce amabilidad hacia los demás, y seducido por su poderosa mente
quebrada quedé hipnotizado de todo los árboles de los que fantaseó colgarse... No pude resistirme al vaho de su identidad. Porque ella era real, lo juro con las manos hacia el cielo, de rodillas con gesto de preocupación; y las lágrimas estrangulando mi cuello. Nada más letal que la duda y la confusión. Ni siquiera recuerdo su nombre. No sé cuándo podré estar más cerca de ti de lo que me permite mi ensoñación. Petrificada en una estatua que días sí y días no tiene la expresión de satisfacción más hermosa del abismo en el que me refugio de las tormentas y tsunamis mentales. Sé es que fuiste y serás la única persona que realmente entendió mi agrietada cabeza. Y con quién disfruté de tibias, hermosas y delicadas confesiones. No
escribo todo esto movido por la melancolía de una juventud desbordante perdida e insensible,
todo lo contrario; sino como recordatorio de todo aquello que viví contigo, y todo aquel terror ciego que
perdí: la infamia de la muerte cercana. Porque verte y oírte era tan preciado que depositaba mi alma, fe y espíritu en ti. Tanto así cómo cuándo uno le reza a abstracciones tan relucientes y preciadas que... restauran la fe en que el ritmo tristísimo de la vida se hace imperceptible. Entre tus brazos, evaporándome, sacando fuerzas de dónde no existía ni ganas de despertar del sueño tóxico, ni voluntad para dar un paso firme y derribar a todos esos infieles sucios secretos. Sintiéndome abrazado por tu expresión suprema de contemplación: siendo así la misma mirada de Dios sobre sus criaturas. No te preocupes,
sé que podré ver tus ojos negros reflejados en los míos en algún descuido entre realidad, enajenación, delirio o pesadilla. Y también
sé que la voz de tu alma me consuela todas las madrugadas de mi existencia hasta el desfallecimiento la parálisis o el llanto... mientras cierro los ojos y me precipito hacia el olvido de la realidad asfixiante. ¿Cómo poder
explicar una intuición y un sentimiento tan desgarrador? ¿Es que no lo ves?
¡Me haces llorar al ver tus ojos en mi reflejo frente al espejo! ¡Sé que no estoy perdiendo la cabeza! ¡Porque te lloro con el rostro desencajado y
el corazón perforado por las agujas de mil serpientes! ¡Maldigo mil veces mi mala suerte y la maldita
inmediatez del día a día, la lejanía, el horrible muro de sangre pus mar
y tierra que nos separa! ¡Llévame contigo a ser devorado por las
larvas! No me dejes solo ahora que tengo la certeza de que eres mi
única oportunidad para ser feliz. No me dejes en medio de este mundo
gris y sórdido. Te pienso, te siento y te odio siniestramente, porque sé a lo lejos que nunca entenderás todo lo que hemos vivido. Porque estoy mudo ante ti, vulnerable. Me conmueve el recuerdo de tu rostro cielo pálido y
amable. Tus labios fríos y tus ojos negros expectantes. Tu sien desnuda
y pulcra besando el aire puro. El ritmo de tus latidos, como dos ángeles susurrándome al oído que no
estoy solo, que aún estás conmigo. Pero no puedo hacer nada, salvo perderme
en mil laberintos. ¿Cómo puedo aún desear tu respiración en mis labios si tú no tienes boca? ¿No me crees? ¿Por qué no respondes? ¡Te vomito todo mi
amor, como una latigazo enorme en el rostro de un gélido bebé nacido mudo y ciego!
¡Me desangro de puro pavor al imaginarte a mi lado, acompañándome más
allá que las cárceles y los medicamentos! Muero por dentro al saber que es imposible poder
recostarme a tu lado, oler tu cabello y abrazar tu silueta... y mientras
el frío corroe toda la ciudad, nosotros amaneceremos abrigados y
enroscados como dos serpientes de cianuro. ¿Por qué tengo que amarte más allá de los límites de la
realidad? ¿No te das cuenta que me haces daño? Me derrumbo ante ti y te contemplo en mi memoria, lejana,
sonriente, siendo absolutamente desbordante. Te pienso ahora durmiendo
eternamente. Con vergüenza admito que te amo más allá de la locura que me corrompe y carcome como un caracol devorado por la sal. Y sé que te
amo porque no quiero llorar más. Te echo tanto de menos y aún así no es
suficiente cómo para que estés despierta cerca de mí y respondas a mis llantos viejos fríos y catastróficos... Y de mis labios, antes de
suspirar tres veces y exceder mi buena suerte, se que moriré en la tumba tuya, a tu lado,
derrumbado, hinchado de dolor y abrazando una lápida fría que evoca tu
nombre. Por qué no se rompió tu
lápida a tiempo, por qué no quebraste con todo tu imperioso trofeo el mal
que te sumió en toda esa nauseabunda muerte precipitada... Soy un objeto inerte ahora en comparación. ¿Por qué he
sido tan cobarde? ¿Por qué me mentí a mí mismo todo este tiempo cuándo sé que no puedo vivir sin ti? ¿Por qué nunca sabrás lo que siento
por ti? ¿Por qué tengo que estar loco, enfermo, abrazado al suelo, y a la vez dudar incluso de mis
propios tesoros? ¿Es que acaso nunca nos conocimos y todo es una auténtica e insoportable pesadilla? ¿Es que acaso te escribo
arrepentido después de haber vivido en penitencia como un infeliz? ¿Es
que no te das cuenta que aún llora mi alma al verme tan vacío sin ti?
¿Por qué me desangro lentamente si no hay puñal ni palabra? ¿Dónde está toda mi sangre? Por favor, perdóname el atrevimiento de fingir que no estoy loco, que tú sí existes, que no soy un lastre, que no hay pedestal, que no estoy enamorado, que estoy petrificado, que sólo existe fatalidad y tristeza en mí. Porque yo sé que te amo, pero tú estás tan inmóvil, estática y fría como una esvástica en mi frente que con tu indiferencia lograrás volverme loco de dolor. Como si no nos conociéramos, como si yo no hubiese significado nada en tu trayectoria hacia el polvo del destino: el descanso absoluto y el final del sufrimiento humano. Yo también quiero respirar aire puro.
15/02/23
Leche caliente y una confesión
Odio la leche caliente de las mañanas. La cama cómoda y la respiración palpitante. La sangre que galopa por mis venas y mi sien. Entre espalda y pecho llevo un nudo, y en el cuello se desliza una soga. Estoy enamorado de la tumba máxima y entre las polillas de la noche una luz que ilumina, pero no me confundo, no es un hogar. De la esquizofrenia, avergonzado y humillado, mi nueva bandera, y de los doctores psicópatas más y más lastre austero. Entre el vaho de la mañana, el frío de la noche, el miedo durante el día y las pesadillas de madrugada: no encuentro aire fresco que pueda evaporar todo el metal pesado de mi sangre... y entre tristes muecas me digo a mí mismo: "Descuida, todo podría ir, por desgracia, mucho peor", y entonces todo empieza a volverse gris, hasta que dudo de los colores del día. Y para mí la sangre como la noche tienen el mismo color. Y para mí Dios, los padres y los hermanos tienen el mismo valor: el de la decepción crítica y la morbosa dejadez humana. No estoy muerto. No estoy enfermo. No estoy solo... y sin embargo. Mi alma se relame cada vez que ve una figura femenina, y de entre el deseo y la nada, el sonambulismo y la desgracia. ¿Por qué me siento tan muerto, tan enfermo y tan solo? Tendré un acto de gentileza y me confesaré, no por mí, sino porque no puedo con la culpa, ojalá tus oídos viejos y tu mirada cansada pudiera posarse sobre mí y de algún modo, pudieras, aunque fuera brevemente, volver a sentir algo diferente al asco y la decepción, al ver mis ojos sobre los tuyos.
Hundido y triste, miserable e infeliz te digo que lamento desde el nervio más agudo de mi cuerpo, hasta la carne más noble, la que usan los carniceros para la gente rica, que tengas algo de consideración con los laberintos, inercias, y mediocridades que me otorga mi sangre espesa y la herencia recibida de un hogar roto. Porque, papá, yo aún te quiero. No sé por qué nos hemos vuelto tan extraños, me arde el pecho, los ojos se me derraman como velas viejas. Mírame bien, soy de tu sangre, y sin embargo, estoy tan lejos de tu alma. Como un copo de nieve que se derrite te suplico algo de paz. Tengo errores, caprichos, ira y odio en el alma. No soy un ser humano sano. Nunca tendré el calor de una familia nueva. Ni el amor de una mujer. Nunca tendré el bálsamo sublime, casi nausea... de la emoción. Jamás conoceré a mis hijos y sin embargo, dime por qué no puedes comprenderme un poco. No te pido demasiado. Sólo enséñame como tú, a poder nadar en todo este maldito océano de mierda. Porque tengo el agua al cuello y día a día me voy hundiendo más. Y si pudiera, de verdad pudiera papá, me iría mañana. Sólo quiero despedirme bien de ti. Comprender que no tengo nada más que hacer en esta puta vida ingrata y cruel. Y olvidarme del dolor de la cuerda en el cuello, de la mugre en el suelo, y desaparecer. Sucumbir a mi deseo más profundo que no es otro que dejar de sufrir. No me siento bien. Hoy parece que va a llover y... ¿acaso importa? ¿Acaso algo de lo que te pueda confesar, duramente, importa? ¿Acaso vas a llegar a leer esto y llorarás como yo lo hago mientras me elevo hacia el cielo y de él vomito una gran cantidad de bilis? De mí sólo recuerda la inocencia y la suavidad de mis pasos, no este terrible humano al que la vida ha perturbado, ensuciado, y traumatizado. No, papá, no estoy bien. Pero, descuida, todavía te quiero. Yo no siento asco cada vez que te miro a los ojos.
De los árboles nacen hojas mudas y frutos muertos. De los vientres más amados del mundo nacen bebés muertos. El agua se convierte en hiel y la sangre en pus. Del cielo caen rostros desencajados que lloran mi nombre y cuándo el agua hierve en la olla es para sumergir una mueca de desgracia y mugre. Horas bajas y decrepitud. Estoy tan harto de todo este vaivén de tristezas. El mundo y su gente no me representa. Para mí todo es ausencia, silencio y vacío. Cambiaría mi alma por haber nacido muerto, y así ahorrar el tiempo de desgaste hasta enloquecer por completo y no poder reaccionar ante una bofetada. Del odio y la desconfianza... Si Dios no me ha matado ya es porque tiene un plan especial para mí, traer alegría al mundo o, en su defecto, verme envejecer cada vez más nihilista deforme miserable y amargo. Los frutos prohibidos del paraíso, la sopa caliente en verano, la carne congelada y cruda que me llevo a la boca tiene grabado a fuego el nombre de la bestia. Y entre los espasmos del enfermo terminal, y el apetito de la vejez hambrienta famélica y horrorizada surge una mueca tan grotesca que no puedo mirarlo de frente. Los dientes cayendo uno a uno, los ojos hinchados de tanto llanto maltrecho y de los buenos recuerdos de infancia sólo queda una sucia silueta que tiene cuernos que se excita con el hedor de mi dolor. Si por mí fuera, si de mi boca brotaran las palabras más sinceras del mundo, entre orgasmos de dolor y una terrible agitación mental, la enajenación de los parásitos. Qué en mi lápida se lea: "Os odio a todos".
El tiempo corre y la sangre me corroe las venas como si fuera ácido, ¿hasta cuándo estaré refugiado en el círculo vicioso interminable y agónico de la infelicidad? Estoy condenado bien lo sé, no queda nada a lo que aferrarse, ni a uno mismo. No existe clavo incandescente del que poder sujetarse. Todos los días se nublan en mi vista, la extrema tristeza me hace vomitar de desesperación. El tiempo no lo cura todo, si acaso lo quema, lo mata, lo asfixia, o en peores términos, lo corrompe absolutamente todo. No hay nada que hacer al respecto. Sólo nos queda esperar la hora señalada por el desgaste, o el capricho innecesario de Dios.